Macri, el que atrasó el reloj

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Por José Luis Bruzzone, concejal Unidad Ciudadana.

Si puedo usar una figura, creo que la Experiencia Argentina se asemeja mucho a una montaña rusa. Acá, la única posibilidad que se descarta es la de aburrirse. La perplejidad del politólogo noruego que intenta entender nuestro sistema es ya un lugar común, y sin embargo, puede ser resignificada.

Esta semana han ocurrido en nuestro país más novedades que en cien años de historia suiza. El dólar alcanzó un nuevo récord y el peso ya acumula un 60% de devaluación, pero no desde 2015 sino desde la última elección legislativa de octubre del año pasado. Hay pocos casos en la historia moderna que refieran movimientos de este tipo, y casi ninguno en el que se haya podido conservar alguna normalidad.

El saqueo se acelera. La transferencia de ingresos desde toda la sociedad a un grupo minúsculo de oligarcas alcanza una velocidad de vértigo que resulta difícil de procesar. Sobre todo para una parte de la dirigencia gremial que sigue regalando tiempo. Las bases se inquietan, subiéndoles el piso, pero los jerarcas de la CGT parecen más preocupados por la presión que viene desde arriba. Las cámaras que representan a las pymes padecen el mismo síndrome del sanguchito, pero el tiempo para decidirse se acorta.

Herramientas que parecían infalibles se vuelven obsoletas. El marketing político, que pudo venderles toallas a los peces durante estos años, se revela impotente para hacer del acuerdo con el FMI un plato digerible. Por más que nos digan que es dulce de leche, huele y tiene gusto a otra cosa, y ya no alcanzan las sonrisas suficientes para que nos lo comamos.

El comerciante que cierra, el empleado que recibe el telegrama de despido, el jubilado que no accede al medicamento, el universitario que se siente interpelado cuando se menosprecia a la Universidad en que cifra su futuro, todos ellos reciben el golpe de realidad como una trompada en los dientes. Sin embargo, muchos todavía creen que están solos, y otros (peor aún) que son responsables individuales de su desgracia. Para darse cuenta de que están equivocados, solo necesitan un ejemplo.

¡Y ahí están las mujeres para darlo! Ese colectivo imparable, que obtiene su mayor fuerza de la diversidad de procedencias, que pudo poner al obstáculo en común por delante de sus diferencias, son el primer eslabón de esa cadena de demandas que está a punto de manifestarse. Ese colectivo acaba de resistir airoso una embestida que amenazó con disolverlo. La ley para la legalización del aborto, que tenía ese objetivo, terminó siendo entendido como una oportunidad que no podía ser desaprovechada. ¡Aikido, que le dicen! El politólogo noruego no tiene reposo, ya casi dictamina que somos una sociedad conservadora y un día se ve arrastrado en la calle por una marea de pañuelos verdes.

El politólogo noruego se conduele al ver cómo nos laceramos periódicamente. No puede entender que la fábula del flautista de Hamelín no cause en nosotros el mismo alerta que vuelve escépticos a sus connacionales. Y cuando por fin empezaba a aceptar que algunas veces aquí compramos buzones, ¡se vuelve a sobresaltar por la fuerza con que el pueblo reacciona frente a la estafa!

La calle se mueve. Hoy, que las máscaras han caído. Hoy, que los precios, el dólar, las paritarias, las jubilaciones, las tarifas… y todo lo demás se van tiñendo del verdadero color amarillo que le gusta a cambiemos. Hoy, que el Pueblo entiende que no hay más camino que el de juntarse, la historia vuelve a arrancar. La Gran Estafa Electoral de cambiemos ya se reveló. No «hay luz al final del tunel», no «estamos haciendo lo que hay que hacer», lo peor no pasó. Solo queda más de lo mismo.

Un día aceptaremos que Argentina tiene un destino argentino. Argentina no se desarrollará imitando experimentos exóticos para nosotros. Nunca seremos como esos países que logran saldos exportables hambreando a sus habitantes. Acá, queremos un modelo para los 44 millones. Hace más de doscientos años que avanzamos con ese sueño, aunque algunos, intenten retrasarnos. Acá crecemos solo cuando nos va bien a todos. El rumbo es hacia allí, y la fuerza se está reencauzando. Macri será recordado como «El que atraso el reloj». Enrique Cadícamo escribió ese tango en 1933, pero parece dedicado al presidente en cada uno de sus versos.

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