Uno de los dominios primarios de la existencia humana es que somos seres lingüísticos, seres que viven en el lenguaje. Por cuanto es precisamente a través del lenguaje que conferimos sentido a nuestra existencia y es también desde el lenguaje que describimos la realidad, a través del lenguaje, no sólo hablamos de las cosas, sino que alteramos el curso espontáneo de los acontecimientos: hacemos que cosas ocurran.
Por ejemplo, al proponerle algo a alguien o al decirle «sí», «no» o «basta» a alguien, intervenimos en el curso de los acontecimientos
Parafraseando a Nietzsche, el lenguaje es, para el ser humano, una prisión de la cual no pueden escapar; o, en el decir de Heidegger, la morada de su ser, en consecuencia los seres humanos habitan en el lenguaje, el tema es “como” se habita en ese lenguaje, y de qué modo nos ubicamos en el, que modo de recibir y sobre todo que “modo” de dar y de interpretar tenemos desde la morada del lenguaje, de ese lenguaje que nunca es inocente.
En el esquema comunicativo se necesitan ciertas observaciones para remarcar los elementos que juegan en un proceso comunicativo lo que se denomina: el mundo psicológico y emocional que son desiguales siempre, entre quien emite y quien recibe el mensaje, ya que hay conocimientos, vocabularios distintos según edades y sectores sociales, cierta gestualidad del bagaje cultural adquirido en la infancia y tonos que pueden producir empatía o no, por lo cual cada situación requiere un universo discursivo diferente o al menos un universo “adaptado# para no dar paso a laas mala interpretaciones
En la ‘sociedad líquida’ (término acuñado por Sygmunt Bauman, -filosofo) puede observarse en la comunicación cotidiana, también, en los medios, que los malos entendidos están a la orden del día.
La ‘revolución tecnológica’ ha despertado una nueva ilusión: ‘estamos comunicados’.
Pero ¿hay conexión, en esa comunicación?
La falta de conexión en las conversaciones entre amig@s. conocid@s, parejas, madres/padres e hij@s, colegas, etc, se refleja muchas veces en el resumido: ‘todo bien’ o todo mal’ sin que haya una comprensión cabal del mensaje, como también dar por “obvio” algo que nunca se entendió o que se presupuso mal, se “mal entendio” pero se deja por no interpelar al otro y por la comodidad de no interpepelarse uno mismo.
Para que pensar? O mejor Para que reflexionar sobre lo que me dijo?
Mejor me enojo!
No sabemos cómo las cosas son.
Sólo sabemos cómo las observamos o cómo las interpretamos.
Vivimos en mundos interpretativos
Ahora ¿Por qué se producen los malos entendidos?
En mi opinión, al margen de las diferencias del universo discursivo, existe la voluntad, y la voluntad es uno de los rasgos más sobresalientes de la personalidad que contribuye en gran medida a la realización del propósito personal por lo que suele producirse los famosos “malos entendidos” porque las personas, a veces, entienden lo que quieren entender.
Yo sólo soy responsable de lo que yo digo, no de lo que tú entiendas.
Personalmente estoy de acuerdo con esta frase, aunque, sólo en parte, porque quedarse ahí significa que soy una víctima de los malos entendidos, sin responsabilizarme de lo que digo o trato de decir, no soy responsable de la creencia, cultura o estado emocional del otro, lo que si debo, es ser claro en mi mensaje.
En el mundo actual, lamentablemente , los malos entendidos, los conflictos, las envidias, los celos; así como sentimientos negativos se han ido acentuando acerca de los demás, y nos han ido separando y aislando los unos de los otros, carcomiendo empatía, y la sabiduría de la interrelacionarnos personales es más débiles cada día
Las relaciones personales se han tornado superficiales o funcionales, y deberíamos reconocer que necesitemos recuperar ciertos valores que nos genere la buena voluntad de ubicarnos en el mejor lugar en que podemos habitar en el lenguaje
Las palabras no vuelan, anidanIsabel Muñoz Marcos
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