Navidad en el Hospicio

LocalesOpinión

Por Miriam Luterotti

Llega la Navidad también para el Hospicio.

Los locos han preparado el Arbol y el Pesebre.

Han adornado la sala donde penetro despacito, pero me siento profanando el aire místico que en exclusividad les pertenece.

Esta noche será una noche diferente.

Van saliendo de las cuevas a tientas, aún dormidos, ya no necesitan relojes que les ordenen los números del tiempo.

Se han vestido de fiesta, a pedido del médico.

Docilidad y calma rebeldía, resignación y espera, ansiedad y paciencia, voracidad y abulia, giran desdibujadas por los recónditos laberintos de la mente.

Una muchacha coloca los platos sobre las mesas lavables, una cuchara como único cubierto,botellones con agua y los vasos de plástico preanuncian el banquete.

Rosita se ha puesto un sombrero que era de su madre.

La abuela Ema, con los ojos cargados de azules y violetas,los labios rojos más allá de los labios, espera a su hermana. Esta noche irán a La Retreta,dos mozos en celo las esperan.

Mario trae a su hembra entre sus brazos.A ella le arrancará las notas que ,como siempre, alegran el loquero.Tiene una cuerda rota, él la besa, se suelta, el rito se repite una y mil veces. Y él, que no puede entender que es imposible reconstruirla a besos.

Yo tampoco.Por eso lo insto a seguir.

No debiera haber hembra que se resista a tanto homenaje desde adentro.

Quiero que Medrano coma con nosotros.

Intento.Pido.Suplico.Asumo.Puedo.

Enciendo la luz y le pregunto si quiere compartir nuestra mesa.

Desde su parálisis facial adivino un sí.

Y comienzo el acto más sagrado de la tierra, desatar correas.

Lo libero de agresiones al cuerpo.Lo visto, lo levanto y le pido que se deje llevar.

Así. Así. Primero un pie.Después el otro. Y mi hombro que sostiene el doble de mi peso.

Primero un pie. Después el otro. Es el camino.

Pero antes de entrar al comedor donde todos esperan, lo llevo al patio y le digo:

  • Mirá ,Medrano, mirá. Esto no pudieron robártelo. Alzá los ojos.Ahí está el cielo y una luna de harina que fusiona los rostros de sanos y de enfermos.Abrí los ojos.Abrí la boca para que se preñen tus pulmones de olores y de verdes.

Con su mano tullida inaugura una flor.

-Ahora sí, vení, vamos adentro.

Nos sentamos con todos a compartir la cena.

Los vasos que se llenan de migas, las bocas que babean, las manos triturando el alimento. Se disputan el agua, la comida y monologa cada uno su recuerdo.

Alicia, aparece, desnuda para los ojos de los cuerdos.

Siento la necesidad de encontrar dentro de mí a la mejor diseñadora de la Tierra.

Busco una sábana. Le explico en un sánscrito nuestro .Ella entiende y eleva los brazos.

Su cuerpo es una espiga tenue.Parece una romana.O un Dios griego. Y así,con su toga de poliéster aparece en la fiesta.

Estamos todos. Todos.

Corto el pan dulce en pedacitos y se los alcanzo a Medrano hasta la boca.Con sus ojos calientes,agradece mi gesto.

Y yo, dudosamente la más sana de todos, no sé cómo devolverle el agradecimiento.

Brindamos con el agua por la vida.

Mario grita una canción. Y otra. Y otra. Y otra.

La noche va muriendo.

Y todos, con las bocas abiertas al unísono,esperan los remedios.

Quisiera ,Oh Dios, multiplicarme para estar en cada cama al mismo tiempo.

Pero la fiesta ha terminado.

Un silencio de drogas va durmiendo al loquero.

No quiero pero tengo que irme.

El pasillo encarcela mis pasos hacia afuera.

Mis ojos miran por última vez el Pesebre y no sé por qué, Cristo me parece todavía despierto.

Hemos celebrado Navidad.

Hemos alabado el Nacimiento.

Pero voy inundada de lágrimas porque Dios ha parido hoy aquí, una ciudad de muertos.

Miriam Luterotti
Seguir Leyendo:
Locales‎ ‎ |‎ ‎‎ ‎Opinión
LO MÁS DESTACADO
keyboard_arrow_up