Orlando Mecozzi es un escritor aficionado que de la mano de Susana Perea ha logrado llevar al papel sus relatos y cuentos imaginarios fruto de noches de insomnio. Susana -sobrina de Orlando- contó a «Juntos» programa que se emite los sábados de 21 a 22 por Canal 10 y a JUNIN24 que «yo solo fui el nexo entre Orlando, a través de sus historias narradas desde su imaginación, creatividad y años vividos y quienes tuvieron y tendrán la oportunidad de leerlas. Mi actividad laboral se basa en la Educación Artística por ello, invito a todas las personas que se animen desde donde sientan que les es posible a: escribir, pintar, cantar, componer, bailar, dado que comprobé con vastas experiencias, que el arte ayuda a quienes lo transitan a vivir la vida un poquito más distendidos y felices. ¡Gracias Orlando por demostrarnos que es posible!».
Orlando es autor de cinco cuentos, relató Susana quien graba la narración de los cuentos y luego los desgraba en la computadora. Ya ha publicado tres libros y está en elaboración un tercero.
«Lo que yo cuento es imaginario. Hay acciones que nacen de hechos que alguna vez me ocurrió y a partir de allí lo empiezo a mejorar», destacó Orlando en la entrevista quien se define como un soñador. «Viajo, un día cocino, otro día cuento un cuento, invento algunos chistes. Me acuerdo de detalles y los voy agregando. Los cuentos me brotan. Tengo imaginación. Soy un poco fantasioso», señaló.
“PRESO DE UN JURAMENTO”
ORLANDO E. MECOZZI
AGOSTO 2021
Es un club Social de una ciudad muy importante de la provincia de Buenos Aires donde desarrollan sus actividades varios grupos: de deportistas, bailarines, solidarios, lectores. Entre el grupo de bailarines está Julito, un muchacho de veinticinco años muy fanático de este arte. Es tan bueno para ello que siempre que se hacía alguna competencia les ganaba a todos.
Julito siempre concurría a los bailes con otros cinco amigos. A él le gustaba tanto, que aunque hubiera terminado el evento y todos salieran acompañados con alguna chica, él seguía bailando solo. En un momento dado le empezó a gustar Lucina, con quien casi siempre bailaba en el club por lo que, entre los dos, quedó oficializado que eran pareja de baile. Nadie sabía lo que le pasaba a ella, pero tenía un problema. Bailaba dos temas y se sentaba y él seguía bailando con otra chica; bailaba otra vez con Lucina y después de dos temas ella le decía que iba al baño; luego volvía, bailaba otra vez y ella se juntaba con otra amiga y siempre lo dejaba porque no soportaba estar en movimiento por mucho tiempo, pero él no terminaba de darse cuenta ni sospechaba que pasara algo con su compañera.
Un día el Club hizo un campeonato de baile, Julito encantado la invitó a Lucina a formar pareja para competir, primero le dijo que no, pero dado que ella también gustaba de Julito, terminó accediendo. Comenzó la competencia y empezaron a bailar y bailar, ella se quiso sentar pero él le insistió y siguieron bailando para ganarle a todos; pero llegó un momento que Lucina extenuada se soltó y se cayó de rodillas descompuesta. El grupo que estaba cerca de ellos paró de bailar, pero otros no se dieron cuenta de la situación y siguieron hasta que vieron que algo estaba sucediendo y también pararon. La auxiliaron, vino la emergencia, la llevaron a un hospital y él se amargó mucho porque se sentía culpable, y cuando estaba con ella en el hospital, llegaron los padres y lo vieron tan desesperado que lo consolaban y le decían:
– No te angusties ni te sientas culpable de nada, porque nuestra hija sigue viviendo cuando ya tenía que haber pasado esto que pasó ahora. Ella tiene un problema cardíaco congénito y es irreversible y nosotros ya estábamos mentalizados que esto algún día le iba a suceder.
-¡No!, ¡Pero yo fui el culpable porque le exigí!
Julito estaba muy angustiado y no se podía contener. Lucina estuvo tres días internada y él iba continuamente a verla y los padres también, quienes empezaron a angustiarse porque tomaron verdaderamente conciencia de que, con los tratamientos que le hicieron por años, no le pudieron corregir el problema y ahora estaba muy mal. Julito en una de sus visitas, le dijo a Lucina
– No te preocupes, te prometo que cuando salgas de esto yo no voy a bailar nunca más, vamos a seguir juntos pero no te voy a pedir ni exigir que me acompañes; me retiro del baile.
-¡No, no prometas nada no vale la pena, no sé si voy a salir de esto!
-¡Si! ¡Vos vas a salir adelante! Y te prometo que no bailo nunca más, es un juramento que te hago.
Se quedó un rato más hasta que llegó la hora en que las visitas se debían retirar y a la madrugada le avisaron que Lucina había fallecido.
Desde ese momento Julito más que nunca, estaba desesperado, los amigos y todos lo consolaban, pero él se hizo tan responsable de lo que le pasó a Lucina, que no se podía contener. Cuando la llevaron al cementerio él juró con la mano y le dijo
– ¡Juro que por el amor que siento por vos, nunca más volveré a bailar en tu memoria! Lo juro.
Pasó el tiempo y eso lo ayudó a borrar algunas vivencias.
Julito es carpintero y trabaja muy bien junto a su padre en la carpintería que poseen, se mantiene holgadamente, y además concurre a una institución como si fueran Bomberos Voluntarios pero en Sanidad. Es un grupo que trabaja solidariamente para colaborar con la gente, sin remuneración. Hacen cursos grupales, realizan diferentes turnos, si se produce un choque o en los accidentes de diferentes tipos, ayudan a las ambulancias y al personal de sanidad. Él está tan práctico que parecería que ya es un enfermero recibido. Por ello, su vida transcurre entre la carpintería y la asistencia que hace con las personas que necesitan sus servicios.
Ya pasó bastante tiempo de la muerte de Lucina, pero mantiene su juramento a pesar que los compañeros lo invitan y quieren llevarlo a bailar. Él siendo muy joven aún, con sus convicciones parece que fuera una persona mayor. Algunos de sus compañeros se casaron, otros se fueron; pero en el club hay una nueva generación y como los chicos son nuevos lo ven a él como uno de los viejos que quedó, y lo respetan mucho por su forma de ser, dado que a Julito le cambió la vida con lo que le pasó.
Más adelante, se pone de novio con Sofía, quien tiene un puesto importante en una empresa de la zona, es encargada y trabaja muchísimo. Es muy hacendosa, muy de su casa. Las salidas de ellos son una cena, un cine, una reunión en casa de algún amigo. Nunca van a bailar. Luego de un tiempo de noviazgo deciden casarse, hacen una fiesta, no muy grande y cuando llega el momento en que empieza a tocar la orquesta para que bailen los novios, como Julito sabe que va a tener hacerlo con la novia, un ratito antes se va al baño y como no volvía, empezaban a preguntarse, ¿qué le pasará? Y al ratito viene con un zapato en la mano, caminando rengo.
–Qué te pasó? Le preguntó Sofía que lo esperaba para bailar
-Estaba el piso mojado en la entrada del baño, lo pisé y me caí y me duele muchísimo el pie –responde él con gesto de dolor.
La gente y los concesionarios del salón lo fueron a asistir, le trajeron hielo, le hicieron un vendaje rápido y quedó más o menos bien. La novia comenzó entonces a bailar con el padrino.
Al terminar la fiesta, la novia se sacó el vestido, se puso otra ropa y se fueron al hotel.
A partir de ese momento empezaba el juego lógico de seducción y ella le dijo
– Esperame que voy a ponerme el camisón.
Cuando salió lo vio a Julito que había dejado de renguear, ya que al parecer él no se acordó más de su pie.
– ¿Pero qué pasa? ¿Dejaste de renguear? ¿Cómo se entiende esto?
Y tanto le insistió Sofía con las preguntas, dado que se dio cuenta que no estaba dolorido, que Julito no tuvo otra opción que contarle la verdad.
Comenzó diciéndole como habían sucedido las cosas con Lucina, con quién él tuvo una relación primero de pareja de baile y luego empezó a sentirse enamorado y a partir de lo que le pasó a ella, él tuvo un sentimiento imborrable y un juramento que no puede anular porque es un hombre de palabra. Sofía lo escuchó y comenzó a sentir decepción.
– ¿Cómo? ¿Recién nos casamos y estás pensando en la otra?
Entonces Julito le volvió a insistir sobre cómo sucedió todo y la veracidad de su juramento. Pero llegó un momento en que ella explotó de ira y disimulando le dijo
-Andá a vestirte vos, el vestidor ya está libre.
Y cuando quedó sola, se sacó el camisón, se puso un vestido y salió. Bajó y el portero le dijo
– ¿Qué pasa señora?
– Tengo un antojo, voy al kiosco y vengo enseguida.
-¡Ah bueno muy bien!, vaya tranquila.
Salió del hotel y en la puerta tomó un taxi. Y el portero quedó extrañado y se preguntó
– ¿Cómo toma un taxi para ir al kiosco que queda a 20 metros?
Julito terminó de vestirse y comenzó a hablarle, creyendo que ella estaba en la cama. Miró detrás de las cortinas y no estaba, debajo de la cama, dentro del placar, revolvió por todos lados y la llamaba y le decía cosas lindas pensando que se había escondido, pero no estaba; se había ido.
Julito se vistió nuevamente, bajó y el portero le dijo
– ¿Busca a la novia?, me dijo que iba al kiosco por un antojo que tenía pero me llamó la atención porque ni bien salió tomó un taxi.
Julito al no saber qué estaba pasando, se fue para la casa de ella, tocó timbre y lo recibieron la madre y el padre. Sofía estaba llorando, salió de su habitación y le dijo de todo.
– ¡Andate, no quiero verte, preferís a la otra que está muerta y conmigo que soy tu mujer te vence un juramento, quiere decir que yo no sirvo para nada; si esto me lo haces el primer día de casados, que me espera en el futuro! ¡Me voy a divorciar de vos, no quiero saber más nada…!
-Pero por favor ¡Entendeme!
Sofía seguía llorando y él le pedía que lo escuchara, pero se encerró otra vez en su habitación y no le abrió la puerta. Al otro día volvió, le insistió y nada, al otro día lo mismo y así siguió unos días más pero no consiguió habar con ella.
Ella fue a un abogado e hizo el trámite de divorcio, sin haber tenido ni una sola noche romántica después de casados. Hubo una primera audiencia pero dado que, si una de las partes no acepta el divorcio, el mismo no se lleva a cabo. Falló la primera audiencia. Vino luego la segunda, él tampoco aceptó y en la tercera audiencia Julito pensó – Estoy de gusto, le estoy complicando la vida a ella que no quiere saber más nada conmigo, bueno acepto. Y se divorciaron.
Ella pidió el traslado y se fue a Córdoba, los padres le recriminaban a todo a Julito
– ¡Nos dejaste sin hija!, ¡somos personas mayores, la única hija que tenemos se va lejos por tu culpa!
Él se sentía muy mal porque sabía que hizo eso porque quería mucho a Lucina, y su juramento no pudo vencer la felicidad que le daba su esposa.
Julito seguía con sus dos actividades, la carpintería y el trabajo solidario. Pasaron los años y un día el padre de Sofía se enfermó, lo internaron y le tocó a él asistirlo ya que por ser de Sanidad tuvo que cubrir el turno. Él se dio cuenta de quien se trataba pero no le dijo nada y lo empezó a atender muy bien como un gran voluntario que era. Le daba los medicamentos, lo consolaba, lo cuidaba, le hacía todo lo que el hombre necesitaba. En eso llegó su hija de Córdoba porque la madre le avisó que su papá estaba internado en condiciones delicadas. Sofía al entrar vio que alguien estaba con su padre, pero no veía quién era. Cuando terminaron de atenderlo ella entró y se sorprendió. Apenas lo saludó a Julito, y fue inmediatamente a abrazar al padre, le hablaba y le hacía preguntas sobre cómo se sentía. Julito quiso tener diálogo y ella lo evitó todo el tiempo, no quería saber nada. Pero dado que estaban en un hospital y tenían que andar recorriendo pasillos para llegar al lugar que necesitaban, en un momento se encontraron y él la obligó a hablar, y se produjo un diálogo fuerte. Ella le recriminó la forma de actuar y él le respondió
– ¡Pero te apuraste en querer separarte, porque podríamos habernos entendido!
Y siguieron hablando y discutiendo, culpándose uno al otro, y Sofía le dijo
–Yo a vos no te puedo perdonar me dejaste en segundo plano, porque para vos un juramento vale más que la felicidad de un matrimonio.
– ¡Yo también tengo un juramento por vos!
-A mí nunca me juraste nada así que no me vengas con eso ahora, le respondió Sofía.
– Si, yo hice un juramento de que nunca más me voy a casar por respeto a vos.
-¡No! No hace falta, ese juramento para mí no cambia nada.
Luego de esto se despidieron y no se volvieron a ver.
Julito llegó a la carpintería, tomó una tabla, la pulió muy bien, y con una fibra escribió, – “Nunca falté a mi palabra, mis juramentos son sagrados” – y lo colocó en un lugar muy visible de la carpintería. Y la gente que entraba y leía ese cartel, pensaba, – entonces Julito me dijo que las sillas me las va a hacer para mañana y seguramente cumplirá con su palabra, otro también entró y al leer el cartel pensó lo mismo de lo que le prometió sobre su mueble, y así les pasaba a todas las personas que entraban, pero bien sabemos que él lo decía por otra cosa.
Pasada la enfermedad de su padre que se había curado, Sofía, su ex mujer, se volvió a Córdoba.
Un día Julito leyó en el diario que se necesitaban personas para cuidado de enfermos, y el texto decía: “Consultar en la clínica”. Pero él se dijo – Esto no es para mí – Al otro día leyó lo mismo, y se dio cuenta que no habían conseguido a nadie y decidió ofrecerse para ver qué pasaba. Le dijeron que era para una señora, – Usted es hombre, no sé si Graciela lo aceptará -. Pero la mujer entrevistó a Julito y le pareció acorde a sus necesidades.
Graciela tuvo un accidente en una pierna y tenía que estar internada alrededor de diez días, entonces Julito le contó que él pertenecía a un grupo solidario y que le gustaría ayudarla en su recuperación, pero sin compromiso. Ella le dijo que se quedara, empezaron a hablar y él sacó de una carterita un libro que llevaba y le leyó una poesía, sacó una radio portátil y se la puso al oído y le hizo escuchar música. Le alegró el rato y se sentía tan contenta con él, que le pidió que siguiera yendo cada día, porque en la clínica la atendían muy bien pero estaba siempre sola y se aburría y él le llenaba esos momentos. Julito no estaba para curarla pero le servía mucho su compañía, y lo hacía de tal forma que ella estaba encantadísima.
Llegó el día en que le dieron el alta y Julito dejó de verla. Graciela se fue a su departamento. Era una mujer de alrededor de cincuenta años. Ella seguía con problemas en la pierna y todavía no caminaba y además, lo extrañaba. Un día llamó a un mandadero y lo mandó a la carpintería. Le hizo llegar una carta donde le pedía por favor que viniera a su casa, que necesita hablar con él. Julito dado que era tan solidario acudió a su llamado. Entre ellos se había dado una cierta atracción. Graciela le dijo que, dado que dejó de verlo, lo extrañaba mucho, por lo cual él se quedó un rato y ella le pidió que no dejara de visitarla, cosa que él hacía de vez en cuando, y, tanto va el cántaro a la fuente que al final… pasó lo que tenía que pasar.
Luego de tener algunas relaciones amorosas y pasado el tiempo, ella le pidió a Julito que dejara el trabajo y que se fuera a vivir con ella, ya que era de una posición económica muy cómoda, vivía muy bien, tenía un buen auto y una renta bastante importante y por ello le dijo que, si aceptaba la propuesta, no necesitaría trabajar más en la carpintería. Pero Julito le dijo que no, que en ningún momento iba a vivir con ella, porque él había jurado que no iba a tener más convivencia, sexo solamente si, dado que él es una persona normal, pero pareja o casamiento nunca.
Graciela se sintió defraudada por todo lo que había hecho hacia él, como se había brindado, como lo había mimado, y recordó que cuando lo vio por primera vez ella le dijo
– Vas a tener una buena paga.
– ¡No!, le había contestado Julito, ¡yo no quiero recibir nada a cambio!
– ¡Si!, le insistió, yo te voy a pagar bien, ya que no deja de ser un incentivo para vos.
Por ello, la primera vez que él fue a su casa, ella abrió una cajita y sacó una cadena de oro, se la colocó en el cuello y él se resistió,
-¡Yo no cobro!
– No te estoy pagando, le respondió ella.
Entonces se la dejó puesta, y esa vez cuando ya se estaba por ir de la casa, le pidió permiso para ir al baño se sacó la cadena y se la dejó arriba de la mesa. Cuando ella pasó la vio
– ¿Pero cómo que hiciste esto? ¿Me devolviste lo que te regalé?
– ¡Pero Graciela, te dije que yo no quiero recibir ningún pago!
– Es que yo no te estoy pagando, es un regalo y los regalos no se desprecian, se aceptan.
Por lo cual Julito se vio en la obligación de ponerse nuevamente la cadena. Esto demostraba que él no era un hombre interesado, como cualquier otro que se podría acercar a ella y aprovecharse de la situación. A Julito no le gustaba ser mantenido.
Y así siguió la relación, iba cada vez que podía a la casa, hasta que un día ella le insistió tanto que se quedara, que terminó por alejarlo y por este motivo él no fue más. Graciela empezó a extrañarlo y a desesperarse ya que quería tenerlo. Entonces como ya estaba recuperada y había empezado a caminar, se fue ella misma a la carpintería. Julito le abrió la puerta y la hizo pasar,
– Te vengo a buscar, ¡porque te extraño!…
Y cuando hizo un paso, entró y vio el cartel con la leyenda “Nunca falté a mi palabra, mis juramentos son sagrados”. Ella quedó extrañada y disimuladamente cambió su discurso
– En realidad, te vine a saludar porque hace bastante que no te veo y quería saber cómo estabas.
– Estoy bien, le contestó Julito.
-Bueno yo estaba de paso, me voy.
Convencida que eso que había leído era lapidario, no tenía sentido rogar más…
Graciela se fue y nunca más se vieron.