«Hola, Papelito habla», dice del otro lado del teléfono. «Estoy en el banco, haciendo un trámite», agrega. Parece que a él, a Carlos Brighenti, lo dejan hablar desde adentro de la entidad. Son las ventajas de ser el creador del último circo criollo del país, con el que recorrió cada pueblo de la provincia de Buenos Aires durante cuarenta años.
Más tranquilo, ya en su casa de Rafael Obligado, partido de Rojas, Papelito se pone memorioso y se transporta al año 1975, cuando en Junín montó su propio circo con una carpa de doce metros de diámetro de bolsas de arpillera y unos palos de acacias. Con su bicicleta recorría los barrios para convocar al menos a 30 personas, que eran las que entraban en la carpa. ¿Las sillas? Había que llevarlas porque no tenía para cubrir todas las necesidades del público.
«Tenía 23 años y hacía la función casi sólo. Mi primera mujer era la contorsionista y después estaba yo, con mi guitarra», cuenta Brighenti en una nota realizada por el periodista Fernando Delaiti para la agencia provincial de noticias DIB. «Fui aprendiendo de todo: hacía de payaso, faquir, mago, imitaciones», agrega este hombre que luchó siempre por ser artista y que se fue de su casa a los 12 años con una compañía a hacer radio teatros en Buenos Aires.
Además de recorrer La Pampa y Santa Fe, la provincia de Buenos Aires fue clave en su vida artística. Rieron con él, generaciones de Bolívar, Henderson, Rojas, 25 de Mayo, Azul, Olavarría, Pehuajó, Carlos Casares, Junín, Chivilcoy, Salto, Arrecifes, Mercedes, Lobos, Roque Pérez, Saladillo, General Alvear y Tapalqué, entre otros destinos. «A veces a los pueblos llegaba seco, sin un peso, e imagínate que tenía que darle de comer a mis hijos. Entonces vendía una heladera, o el auto. Como nos quedábamos dos meses tenía tiempo a comprar otro, ya que los primeros días llenábamos las funciones y nos iba muy bien», dice Papelito, que llegó a meter más de mil personas en una noche, aunque siempre a precios muy populares. De hecho, eso le valió más de un reproche familiar, por no ahorrar al aprovechar las épocas de vacas gordas y carpa llena. «La gané, pero la viví», reconoce a sus casi 70 años.
Con acento criollo
Loco, bohemio y soñador, como le gusta definirse, Brighenti nació en Norberto de la Riestra, partido de 25 de Mayo, y gracias a la influencia de su abuelo italiano aprendió a tocar la guitarra, el acordeón y la armónica. Pero a eso le sumó actuación, y a levantar el último circo criollo de Argentina, que tuvo su despedida allá por 2010. Cuenta la historia que en 1886 en Chivilcoy, nació de la mano de la compañía circense de José Podestá el drama criollo con la representación del «Juan Moreira» hablado. Lejos de las luces imponentes o una escenografía radiante, Papelito, con su estilo, representaba en cada función una obra que hacía reír a grandes y chicos.
Los cinco hijos de su primer matrimonio y uno del segundo tuvieron un vínculo directo con el circo, ya sea por trabajo o porque se criaron en ese ambiente. Hasta su nieto, hoy de 8 años, se disfraza de payaso y lo acompaña a algunos de sus shows. «Soy un bohemio, un tipo de la calle. Si no salgo a actuar… me muero», dice con la voz entrecortada. Allá lejos quedaron sus actuaciones en cantinas del barrio de La Boca o la jaula y el canario que se ganó en el recordado programa de Roberto Galán «Si lo sabe, cante». También los tiempos en los que fabricaba hasta las casillas en la que se transportaba (y dormía) su familia de pueblo en pueblo.
Sin embargo, su energía y espíritu jovial siguen intactos. A bordo de su auto, aún recorre clubes de barrios, peñas, salones sociales y hasta cumpleaños. «A veces agarro el auto, voy hasta una ciudad, arreglo el club y armo un espectáculo y la gente me lo agradece. He tenido como un ángel que aún hoy no lo puedo explicar», cuenta este artista que llegó al rock de la mano de un video de Las Pastillas del Abuelo para la canción «¿Qué hago yo esperando un puto as?».
Tras convencer de volver a los escenarios a Mario Holmer, más conocido como Patagonia, otro de los principales exponentes del circo criollo de las pampas, los dos recorren con un espectáculo pequeños pueblos de la provincia donde reúnen a cientos de personas, entre pequeños y grandes que supieron reír en otros tiempos con ellos. «No me imagino sin actuar. Me seguiré pintando la cara y poniendo el mismo traje de hace años», agrega Brighenti, y reconoce que cuando duerme sueña, cada vez más seguido, que construye una carpa, que fabrica las sillas, que arma su casilla. Papelito, sueña circo.
Una vida de película
Sebastián Giovenale, llegó a Papelito un poco por fortuna, mientras estaba buscando algún tema para realizar un documental. «A partir de una anécdota con mi vieja, ella me contó que me llevó en Bragado a su circo, aunque yo no lo recuerdo», cuenta. «Ahí lo busqué por Facebook y en agosto de 2017 viajé a verlo a Rafael Obligado. Y la verdad que me encontré con un persona bárbara, súper respetuosa y humilde», agrega.
Tras esa primer encuentro, Giovenale avanzó en la realización de Papelito, un documental que si bien no es netamente histórico, cuenta la vida de este personaje que en sus inicios hacía dos horas de espectáculo solo. «Carlos es un artista con todas las letras, un luchador, una especie de héroe de las pampas», agrega el director del documental que espera ser estrenado en los próximos meses y que en poco tiempo consiguió más de 5 mil seguidores en el facebook.com/Papelitolapelicula.
En la cinta, que cuenta con testimonios de familiares y amigos, se ve la vida del hombre que montó uno de los más queridos escenarios que aún hoy se recuerdan, la historia de un circo y además es un viaje a la memoria de un arte que se extingue. «La idea es llegar a un festival como punto de partida, aunque me encantaría recorrer las ciudades con él para que las distintas generaciones puedan ver esta película», reconoce.
Papelito, el último dueño de la risa circense de las pampas
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