De cara al tan esperado inicio del ciclo lectivo 2017 y después de un 2016 donde la economía ha golpeado duramente la capacidad adquisitiva de la mayoría de las familias cuyos hijos concurren a las escuelas públicas, a nadie se le escapa que los costos de los útiles y demás elementos de la canasta escolar representan una suma importante y, en algunos casos, inalcanzable.
En los últimos días, vimos una difusión con bombos y platillos del acto que, a nuestro entender, tiene una connotación más similar a una campaña que a una acción programática seriamente implementada. Las fotos de niños recibiendo de manos del intendente una bolsita de útiles no hace más que trasladarnos directamente a movidas del tipo de «las zapatillas de Ruckauf», bien firmadas por las dudas que algún desprevenido no se enterara quién era el que había asistido a su hijo.
En mi caso, después de años desempeñando cargos tanto de docente como de directiva en escuelas primarias de nuestra ciudad, me tocó desde el rol de Secretaria del Consejo Escolar planificar y coordinar en conjunto con el municipio las entregas de útiles de manera masiva y equitativa. Involucrando absolutamente a todos los jardines y escuelas primarias. Garantizando una proporción acorde a las realidades de las comunidades educativas y agregando además material de trabajo para el aula. Velando fundamentalmente por la institucionalidad de la entrega, reconociendo que los docentes y directivos son quienes mejor conocen a sus alumnos y quienes mejor administran estos recursos.
Por ello, las necesidades a cubrir eran definidas por los docentes y los materiales comprados, el municipio se los entregaba a los directores de las escuelas. Evitando de esa manera, el contacto directo entre el funcionario político y el alumno carente de recursos.
Después de haber ejecutado un mecanismo perfectible pero efectivo a la vez, ya que alcanzaba a cubrir la mayor cantidad de necesidades posible, hoy nos toca ser testigos de los actos de un intendente que, en el nombre del marketing del «cara a cara», tira por la ventana todos esos procedimientos, y los reemplaza por «operativos sorpresa» entregando algunos útiles a la cantidad de beneficiarios suficientes para montar una buena foto. Maniobra poco inteligente a sus fines especulativos ya que los reclamos de numerosas familias que no se enteraron de la entrega no tardaron en hacerse oír, hasta en las mismas redes sociales oficiales del Gobierno de Junín.
Años atrás, lamentábamos la falta de recursos para poder adquirir y distribuir el material necesario. Hace poco tiempo, con la descentralización del Fondo de Financiamiento Educativo en manos de los Municipios, fue posible intervenir desde lo local y generar programas que apuntaron a compensar las desigualdades del sistema. Hoy en día, la acción programática ha sido reemplazada por la búsqueda del impacto mediático. Cambiamos sensibilidad por sensación, equidad por demagogia.