Poco más de un año había pasado desde el nacimiento de Moro, su primer hijo. Cuando le llegó el llamado de Sergio Barbagelata estaba avocada a su crianza. También al hockey, el deporte de su vida, jugando y trabajando para el Club Social.
Con Sarmiento apenas había jugado un partido en todo el semestre anterior, contra UNNOBA, por el Clausura de la Liga Deportiva del Oeste, del que finalmente se bajarían por superposición de competencias. Pero no todos los años se comienzan con la posibilidad de jugar un torneo de AFA. Confesó que un poquito dudó, pero finalmente acudió al llamado.
«A Sergio ya lo conocía de compartir los seleccionados, jugando el Provincial. Cuando me preguntó por mi disponibilidad para sumarme al equipo le dije la verdad: la prioridad era Moro y mi trabajo. Me dijo que a él le servía. A mí también, así que me sumé. El 4 de enero arranqué a correr en la pretemporada», le contó a Junín24 Pini Tamburrini, una de las tres jugadoras que Sarmiento sumó como refuerzos para disputar la Zona Campeonato de la Primera B.
«Cuando me llamó Sergio, le dije que la prioridad era Moro y mi trabajo. Me dijo que le servía. Y arranqué»
Claro que de sorpresa no hubo nada en su llegada, ni para el entrenador ni para la mayoría de sus compañeras, que ya la conocían. Porque aunque hasta ahora el fútbol era apenas un pasatiempo para ella, le pelota la venía pateando desde hace rato.
«De chiquita jugaba al fútbol con Meli (Garialdi) en Las Galácticas, el equipo de Valeria (Ghione). De los 13 hasta los 18 entrenábamos para ir a los Bonaerenses. Íbamos a Torneo Relámpago. Después ya me alejé, porque le di prioridad al hockey», recordó Antonella Tamburrini.
Y siguió: «Volví a jugar en Sarmiento, con algunas de las chicas que están hoy, pero otra vez dejé porque me fui a Buenos Aires a jugar el Metropolitano de Hockey con Arquitectura. No me adapté a vivir allá, así que otra vez pegué la vuelta».
Metió pretemporada a pleno, se las ingenió para manejar la ansiedad y un día llegó para ella el ansiado debut en Primera B ante Banfield, en Luis Guillón. Fue triunfo 1-0 para arrancar con el pie derecho la Zona Campeonato, precisamente uno de los rivales ante el que no se había podido sumar tres puntos en la fase regular.
«Me saqué toda esa impaciencia que tenía por jugar. Aunque no jugué de cinco, que siempre fue mi posición, me sentí bien. No me cansé desde lo físico, pero el partido me agotó mentalmente. Son todos movimientos nuevos: tratar de no perder la marca, de ver siempre a mis compañeras para que tampoco lo hagan. Fue más eso que otra cosa. Habíamos hecho en la semana trabajos defensivos y creo que las cuatro que estuvimos lo pudimos llevar adelante en el partido», analizó la ahora defensora de Las Maestras sobre su partido presentación.
Primero fueron las lluvias, después la cuarentena obligatoria que se dispuso en el país para contrarrestar el avance del coronavirus. Lo cierto es que Sarmiento no volvió a jugar desde aquel partido en Luis Guillón y la ansiedad volvió a decir presente. «Un solo partido llegué a jugar. Me quiero morir. Es un caso de fuerza mayor y sé que todo esto va a valer la pena. Cuando estemos festejando más adelante nos vamos a acordar de toda esta espera», expresó Pini.
Y agregó: «Yo me la veía venir, era obvio. Pero si todo el mundo hace caso y se queda en casa, en poco tiempo vamos a estar otra vez en la cancha. Es un esfuerzo de todos. Hay que tomar conciencia».
QUEDARSE EN CASA
Más allá de los cuidados y los temores que implica estar atravesando una emergencia sanitaria, la cuarentena también es para Antonella Tamburrini la posibilidad de pasar más tiempo con su hijo Moro del que pudo pasar en un verano cargado de trabajo y compromisos. A la par, le mete a pleno con el plan de trabajo que dispuso el preparador físico de Sarmiento, para que el parate de la competición se sienta lo menos posible a la hora de volver a salir a la cancha.
«Moro copia todo lo que hago. Me tiro al piso para hacer abdominales, él se tira también»
«Todo esto hace que te de miedo el llegar a perder el estado físico que habíamos alcanzado después de una pretemporada que fue tan exigente. Por eso estamos todas entrenando desde casa con las rutinas que nos mandaron desde el club. Moro copia todo lo que hago. Si me tiro al piso a hacer abdominales, él se tira también. Si me subo a la silla, el quiere subir. Es un indio», confesó.
Y si bien Pini está esperando que se levante de una vez la cuarentena para volver a calzarse los botines, también es consciente de que va a extrañar pasar los días enteros con su hijo. «En el verano trabajé muchísimo. Me iba a las ocho de la mañana, por ahí compartía diez o quince minutos con Moro. Volvía tipo nueve de la noche, reventada y con él ya durmiendo. Eso lo sentí mucho. Así que ahora me dedico a disfrutarlos, tanto a él como a su hermana. En un momento incluso me hizo pensar en decirle que no a Sarmiento. Gracias a Dios tengo al papá que me ayuda un montón».
EL OBJETIVO FIJO
El hockey que no va a dejar de jugar, el trabajo, los peques, las obligaciones. Ahora también la cuarentena, los temores, los cuidados. Para cualquiera podría parecer demasiado. Pini, sin embargo, tiene fijo un objetivo, ese que se le metió en la cabeza apenas se convenció de lanzarse a la aventura de jugar con Sarmiento en AFA.
«Me comprometí con Sarmiento y cuando asumo un compromiso lo hago muy en serio. Me puse como objetivo el ascenso a Primera y lo estoy tomando como si fuese a nivel profesional», aseguró.
Y concluyó: «Va a ser duro, pero creo que tenemos chances. Estamos todas metidas, con el mismo objetivo en la cabeza. Ahora que estamos todas en casa, en el grupo nos re maquinamos, nos mandamos fotos y videos de cuando entrenamos. Se nota que desde la más chica a las más grandes estamos todas igual de metidas en esto».
Por Juani Portiglia
