Nos recibió en la misma casa en la que vivía cuando se metió a jugar sus primeros partidos, con apenas once años. En el aire están aquellos recuerdos felices y otros que golpean, pero a la vez fortalecen. Con la pelota como escudo, Poli ha sabido dar batalla a los prejuicios de una época y a una enfermedad que quiso quitarle todo. La sonrisa que espera en la puerta es la más clara prueba de que a esa también le pintó la cara.
Como suele suceder con las pioneras, su historia futbolera arranca en el barrio, entre las torres. Se jugaba manzana contra manzana y en uno de esos picaditos fue por primera vez que alguien puso el ojo en sus habilidades: «Unas chicas que me veían siempre ir a jugar me invitaron a un partido que se iba a hacer en la cancha chica de Moreno, de noche. Tuve que ir con ellas a hablar con mi papá y él les dijo que sí. Estaban las hermanas Avellaneda, Nina Del Negro, Isabel Sierra… Y otro montón del que no recuerdo nombres, nada. Perdí el contacto completamente. Era la más chiquita del equipo», recordó.
Jugó de los once a los catorce años, incluso salió a participar de torneos fuera de la ciudad, hasta que un día tuvo que parar de manera abrupta, por primera vez. Y le dolió en el alma: «Por mi elección sexual, algo que supe de chiquita, no quisieron que jugara más. Cuando lo dije fue terrible, culparon al fútbol y me lo prohibieron», le contó Poli Reichenshammer a Junín 24.
Un poco para sentirse igual a las demás, otro poco para intentar conformar los deseos de su familia, se inventó una pantalla. Comenzó una relación y de ella fueron fruto tres hijas que hacen que le brillen los ojos cuando las nombra: Victoria, de 28 años, Mai de 27 y Lupe de 21. «Son hijas de un hermano de La Turca (Bellome). Todo fue llevando a todo. Yo era muy amiga de ella y también del papá de las nenas. Como para empezar a salir de mi casa dijimos que eramos novios. En la primera relación que yo tengo con él quedo embarazada de la más grande. En esa época te tenías que casar. En mi casa felices porque la nena se había curado».
Fueron diez años viviendo una vida que no hubiera elegido, pero que intentó hacer disfrutable. Hasta que entendió que no era ese el ejemplo que pretendía dar a sus hijas, a las que quería ver crecer con la más absoluta libertad, la misma que era hora de empezar a permitirse para ella.
«Del papá de las nenas no puedo decir nada, es excelente. Era mi amigo. Yo siempre lo tomé así. Por eso tengo excelente relación con él. Pero a los 28 dije hasta acá llegué. En mi familia empezó todo otra vez. Pero bueno, yo ya era más grande. No tenía el apoyo de nadie. Vengo de padres separados. Cuando yo tenía once mi mamá se fue. Nos quedamos cinco hermanos viviendo acá, que era la casa de mi papá. Después él se juntó, se fue a vivir a La Plata y nos dejó acá. Se hizo cargo mi tía de los cinco. Ella nos crió. Yo a mi papá lo volví a ver dos años antes que fallezca, que se vino para Junín», relató.
Y agregó: «Cuando yo me separo, a los 28, mi mamá estaba viviendo acá con mi hermano. No tenía el apoyo de nadie, ni con quien hablar. Era distinto en esa época. Yo a mis hijas las crié de manera muy diferente. De poder hablar todo y que ellas puedan hacer lo mismo con sus hijos. Sin sentir culpa de nada».
Fue una década sin poder jugar, justo esos diez años en los que, según dicen, una futbolista atraviesa el mejor momento de su carrera. Perdió el contacto con sus viejas compañeras, con esas que habían confiado en su talento. Pero las ganas eran demasiado grandes. Tenía que empezar de nuevo.
«Después de separarme del papá de las nenas, pude retomar. Casi no había fútbol acá. Primero jugué un torneo que se hizo en Alem. Después, fui a ver un torneo a Moreno, estaba Valeria Ghione y quise arrancar con ella. Yo no conocía a nadie. Después empezamos a representar a Rivadavia, a Sarmiento. Faltaba mucho apoyo de los clubes. En ese entonces acá no había liga y viajábamos a Pergamino, que tenía un campeonato muy competitivo», recordó.
Corría ya el año 2011 y Poli iba a tener que parar de manera abrupta por segunda vez en su carrera. Fueron cinco años en los que llegó a pensar que ya no volvería a jugar: «Me detectaron cáncer de mamas. En realidad me lo descubro yo, después de un entrenamiento. Eso fue en septiembre, ahí empezó todo. No tenía mutual, tenía que ir a la salita. De ahí me mandaban a hacer una mamografía. Después una eco. Entre una cosa y otra, porque tenía que sacar turno, te lo daban a la semana y a la otra semana te daban el informe, pasó de septiembre a octubre. Me hicieron la eco mamaria y me dicen que había que operar, que había que ir a buscar al hospital a una médica ginecóloga que se encargara de eso. En el hospital no había turno. Todo noviembre estuve buscando para que vieran todo y recién poder empezar el prequirúrgico», describió como si hubiese sucedido ayer.
Imposible que olvidara la fecha. 15 de diciembre de 2011. La operan la doctora Walker y la doctora Villar. Con cuatro días de diferencia, Poli no quiso perderse la final de la Liga de Pergamino en la que representaban a Rivadavia con el equipo que había armado Valeria Ghione: «Yo jugaba vendada para no sentir el golpe. Lo hice porque no había tomado la conciencia de lo que realmente tenía. Yo pensaba acá me operan y se termina todo. Pero ahí es cuando recién empieza. La primera cita con el oncólogo Néstor Nardiacchone la tuve en enero de 2012 y de ahí fueron cinco años de tratamiento. Veintiocho quimios, veintiocho días de rayos. Es un montón. Y se va atrasando, porque al no tener mutual la medicación no te llega», explicó.
Y agregó: «Hubo momentos en los que sentí que me moría. Las primeras sesiones fueron durísimas. Vivís descompuesta todos los días. Después empezás a sentir dolores musculares, las veinticuatro horas, indescriptibles. Solamente quien lo pasó lo sabe».
Hasta que un día le dijeron que ya no más. Esta vez no lo decidió ella, sino que fueron los doctores quienes le indicaron que el tratamiento había llegado a su fin, que otra vez había ganado una durísima batalla. Entonces, el premio no podía ser otro que la pelota.
«Apenas me dijeron que estaba bien, lo primero que pensé fue en volver a jugar. Yo igual iba con las chicas, las acompañaba en los torneos de la Liga que ya había empezado acá en Junín, pero no jugaba. El primer torneo, el que propuso Valeria y se jugaba con nueve jugadoras, lo gana Rivadavia y yo me lo pierdo», contó.
Su primer campeonato en la Liga Deportiva del Oeste con el actual formato de once lo jugó en 2016, siempre con Las Celestinas. Dos años más tarde, tendría lugar otro de esos momentos imborrables para Poli: «El primer campeonato que ganamos con mariano Reynoso (Apertura 2018), en el cual yo estuve, fue diferente a todos. Ninguno de los otros títulos fue igual para mí».
NI PENSAR EN EL RETIRO
Aunque Poli tiene la firme intención de empezar a cursar la carrera de director técnico junto a su compañera Marisa Martínez, ambas al frente de la categoría Sub-17 de Las Celestinas, ni se le cruza por la cabeza colgar los botines después de todo el tiempo que dejó pasar sin jugar.
«Yo ya sé que hoy no puedo estar físicamente a la altura de las demás, porque tienen 20 años menos que yo, no pasaron por todo lo que pasé. Yo aumenté 30 kilos con las quimio. Te afecta todo. Pero tengo muchas ganas de seguir jugando, ni pienso en dejar de jugar. A veces me gustaría incluso poder jugar un poco más», reconoció.
Se reconvirtió de delantera a defensora central, siempre pensando en aprovechar esa oportunidad que le permita al menos jugar algunos minutos por fin de semana. Quiere más, claro. Y trabaja en consecuencia: «Mientras que el cuerpo me aguante quiero seguir jugando. La única lesión importante que tuve fue un esguince de tobillo el año pasado, en cancha de Ambos Mundos. No hice kinesiología, solo masajes con Yago (Varela) que es una barbaridad. Al mes empecé a pelotear y a los dos meses volví a jugar. Ahora estuve de vacaciones y todos los días salía igual a correr. No te podés quedar, porque das ventaja».
CELESTINAS, IMPARABLES
Las campeonas vigentes y también las más ganadoras desde la creación del campeonato de fútbol femenino bajo la organización de la Liga Deportiva del Oeste empezaron el Nocturno de manera inmejorable, convirtiéndose en las primeras clasificadas a semifinales gracias a tres triunfos en tres presentaciones, todos por goleada, ante Newbery, Ambos Mundos y Defensa.
Desde este año, por iniciativa de Mariano Reynoso, incorporaron a Andrés Peralta como preparador físico con la intención de sumar los entrenamientos que hasta entonces regalaban. «Empezábamos a ver que los otros equipos estaban físicamente mejor que nosotras. Entonces, antes de empezar el Nocturno Mariano habló con Andrés para que el grupo que está acá en Junín pudiera entrenarse en conjunto», explicó Poli, a quien le cuesta encontrar un equipo que pueda pelearle a Rivadavia la posibilidad de sumar un nuevo título a sus vitrinas.
Sobre las claves del éxito de Las Celestinas, resumió: «El hecho de tener tantas jugadoras de buen pie, que haya compañerismo a pesar de las diferencias que puedan existir, y la intención de siempre jugar en equipo es lo que marca la diferencia en Rivadavia. Y la parte física se va a empezar a notar a partir de ahora».
TODAS JUNTAS, LEYENDAS
En el último partido que juntó a muchas de las pioneras del fútbol femenino en Junín y la región para despedir el año, sorprendió la ausencia de Poli. Ella misma reconoció que le hubiera gustado recibir la invitación. «Yo no sé cómo se organizó, pero sí que me esperaba jugar. Un mes antes de ese partido nos juntábamos a jugar en la canchita de Negretti. Esperaba que me llamaran». Habrá próxima vez y sabemos que cuando así sea ninguna va a faltar.
Por Juani Portiglia