Estamos horas de poner el punto final al 2019. Aunque la renovación o el comienzo de una nueva etapa, solo sea simbólico, o mejor dicho de calendario, el ritual festivo de año nuevo, trae consigo balances inevitables
Expertos en manejo del estrés aseguran que hay una tendencia a focalizar estos balances desde una perspectiva negativa –aquello que no se logró- lo que conlleva problemas emocionales que afectaran, en consecuencia, nuestra salud La pregunta existencial: ¿Qué se hace con todos los “no hice” y los “no pude”?
Los balances pueden sernos útiles siempre y cuando podamos comprender que no tiene sentido martirizarnos con aquellas cosas que no se pudieron lograr, pero sí, pueden ser disparadores a la hora de reconsiderar como alcanzar futuros objetivos.
Por eso los invito a reflexionar, evitando ocupar nuestra mente con balances negativos, culposos, angustiantes, e impulsar una nueva actitud hacia el 2020, contándoles una historia que resignifica la pregunta:
¿Qué quiero Ser en los próximos 365 días de mi vida?…
He aquí la historia:
Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.
Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.
La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente.
Mirando a su hija le dijo: «Querida, ¿qué ves?»
-«Zanahorias, huevos y café» fue su respuesta.
Le hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.
Humildemente la hija preguntó: «¿Qué significa esto, padre?» Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café sin embargo eran únicos; después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.
«¿Cual eres tú?», le preguntó a su hija. «Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido ¿te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecido?
¿O sos como un grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.
Y vos, ¿cuál de los tres querés ser?
Feliz 2020!!!!!!!!!!!!!
Muñoz Marcos Isabel