El cuerpo planetario ha recibido un cimbronazo inesperado, la mente hiperconectada sometida durante décadas a la presión ininterrumpida de la competencia y de la hiperestimulación, se encuentra de pronto, incapaz de liberarse de las ataduras del miedo que aplasta e inmoviliza, un giro imprevisto, marca nuevamente la historia de la humanidad, la subjetividad confusa, convulsiva, pierde la creencia del control de la realidad
No es fácil descifrar qué sucede, sobre todo en esta situación de incertidumbre cuando nos encontramos en uno de los momentos más difíciles para el planeta; el miedo hace acto de presencia y aparece como un monstruo con intención de no dejarnos escapar, y no solo eso, sino que, es el miedo a enfermarnos y sobre todo a morir, lo que nos produce una sensación de bloqueo, de incapacidad para manejar esta difícil situación.
Todos sentimos miedo. «Una emoción tan básica, que la compartimos con muchos animales», nos da miedo lo que parece estar fuera de nuestro control, el futuro incierto, el no saber qué va a ocurrir.
El miedo es un esquema cerebral de adaptación al contexto y crea un mecanismo de supervivencia y de defensa, el cual le permite a la persona responder ante situaciones hostiles con celeridad. En ese sentido, es normal y beneficioso para cualquier ser vivo temer; pero cuando la angustia y el miedo empiezan a acercar sus campos semánticos las emociones y sentimientos se disparan, y, pasan a jugar un rol un tanto, peligroso en el estado de salud de las personas.
Aunque esta emoción no se configure del mismo modo en cada ser humano, existen modelos universales de respuesta al miedo; sistemas biológicos y psicológicos de respuesta a situaciones adversas que siguen ciertas fases, huir o luchar; es siempre la fase primaria y primitiva de cualquier cuerpo vivo que se prepara con una activación fisiológica y cognitiva de alerta para reaccionar; más cuando el peligro se sostiene en el tiempo, la respuesta empieza a producir cambios: el organismo se comienza a habituar y entramos en una etapa de estrés crónico en el que la ansiedad se prolonga y aparece: la angustia, quedando atrapados en una espiral de malestar, de fatiga, de irritabilidad, de dificultad para controlar impulsos.
Agotados de no hacer las cosas que hacemos habitualmente, mentalmente exhaustos de estar permanentemente alerta, el cuerpo planetario padece irritación como consecuencia de la incertidumbre, el desconocimiento al monstruo nos genera desconfianza, cansancio y escepticismo sobre el “cuándo y cómo” va a finalizar esta situación.
Para Søren Kierkegaard (filósofo y teólogo danés), el miedo se nos presenta como aceptación de nuestra finitud, hoy, estamos, por tanto, ante algo que nos produce vértigo además de miedo
¿Qué hacer? ¿Cómo actuar? ¿Cómo afrontar esta situación que genera emociones negativas que nos paralizan? ¿Cómo aprender a convivir con esto que nos pasa todos?.
Intentar ingresar a una zona que nos acerque a la reflexión introspectiva, sería el primer paso para salir de la inmovilidad de la angustia, y, el trabajo inmediato para algunos aspectos de la mente y de las emociones que tienen relación con aceptar ciertas cosas y no estar todo el tiempo orientados a lo que no se puede cambiar.
Es hora de reconstruirnos como individuos y sobre todo como sociedad, y tomar conciencia de la existencia como tal, de que no somos eternos, de que somos vulnerables, de que nuestras decisiones marcan, de apelar a un pensamiento crítico y no entrar en situación de peligro permanente con sobreinformación, ya que la mente pierde capacidad de concentrarse en otras cosas, como por ejemplo la existencia de los Otros y su igualdad de condiciones respecto a mí, pensarlo no como una amenaza sino como un compañero de frente en la lucha contra la verdadera amenaza.
Estar aislados físicamente, pero sin dejar de estar conectados con los Otros, hablar con los seres queridos, verse aunque sea por videollamada; no es lo mismo pero ayuda, en tiempos de pandemia.
“Esta angustia debe apaciguarse imaginando lo posible, ahora que lo impredecible ha desgarrado el lienzo de lo inevitable”- Byung Chul Han
- Isabel Muñoz Marcos
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