Pocas cosas deben desesperar más que ver cómo un delincuente le pone un revólver en la cabeza a un hijo mientras exige dinero, joyas, objetos de valo
Roban en una vivienda y encañonan a una nena de 10 años
Ese calvario lo vivió anoche una familia cuando se encontraba en el interior de su vivienda ubicada en inmediaciones del Barrio Lihué.
Eran cerca de las 21:30. El hombre miraba televisión en el quincho, su mujer se encontraba en la casa y la hija del matrimonio y una amiguita jugaban a las escondidas.
Esa calma típica para una familia, un viernes por la noche.
Nada podía presagiar lo que les esperaba.
Dos delincuentes armados, con sus cabezas cubiertas con pasamontañas y manos enguantadas entraron a la propiedad.
Mientras uno de ellos se dirigía al quincho donde iba a amedrentar al hombre con un arma de fuego, el segundo, ya en la casa, encontraba a la nena de 10 años en su habitación y poniéndole el arma de fuego en la cabeza la obligaba a trasladarse por la vivienda buscando a la madre.
Una vez todos en una de las dependencias, la exigencia. Querían dinero, joyas, cualquier objeto de valor fácilmente portable.
No hubo resistencia por parte de las víctimas, la posición del padre fue que se llevaran lo que quisieran, salvaguardar la integridad física de su familia y esperar a que la situación pase rápido.
Para el daño psicológico que quede, después habría tiempo para intentar reponerse.
Así los dos delincuentes encapuchados se apoderaron de dinero – una suma no importante-, alguna cadenita, la alianza que la mujer llevaba en su mano, los teléfonos celulares que encontraron, alguna cámara.
En medio de la desesperación y el nerviosismo propio por no saber cómo podía terminar la locura desatada por dos sujetos armados, la pequeña les decía que se llevaran el perfume del padre, o el televisor.
Antes de escapar, encerraron a todos en un baño y al hombre le colocaron precintos, seguramente para evitar que los persiga.
En esas condiciones dejaron pasar unos 5 o 10 minutos hasta que la mujer se atrevió a abrir la puerta del baño. Ya no se escuchaban ruidos.
Después llegaría el pedido de auxilio, el llamado a la policía, la presencia de no menos de cinco patrulleros. Empezaba otra historia, que se repite a diario, con cada robo, con cada ilícito….