El último feriado fue de celebración en Alberdi, donde se produjo el primer flechazo de amor con el fútbol cuando tenía nada más que 5 años. En la mesa familiar la estaban esperando manjares en abundancia y hasta el vasito de vino que era merecido premio y a la vez bendición del reencuentro. Por primera vez, después de mucho patear canchas por toda la región, Tete Varela se había puesto la camiseta de Sarmiento de Junín para jugar un amistoso de preparación a semanas del inicio de la participación del equipo en la Primera B de AFA. Un torneo que hace nada más que un par de meses veía tan lejos y que ahora mismo quiere salir a comerse.
En Las Maestras se reencontró con Sergio Barbagelata, que ya la había dirigido en la Selección de Junín, y con una posición que había dejado de sentir propia hace mucho tiempo: la de marcadora central. En Moreno apretó el Modo Ojos de Tigre cuando vio salir a la cancha a las delanteras del SAT, equipo que milita en la máxima categoría del fútbol argentino, sabiendo que en el área propia había que dar pelea. Y allá lejos, en el arco que daba a la otra punta, metió la cabeza para firmar el primer gol de su nueva aventura.
-¿Qué tan contenta estás no solo por el debut con gol sino por todas las demostraciones de cariño que recibiste después?
-Fue re lindo. Lo del gol fue hermoso y también estar en Sarmiento. No digo que sea algo de no creer, pero que me está pasando a mí no termino de creerlo. Yo digo que las cosas buenas vienen. Yo la estoy viviendo. No sé si porque estoy haciendo las cosas bien, porque hemos hablado mucho, porque levante la cabeza. Escuché muchas críticas, como también cosas buenas. Y todo eso te ayuda.
-¿Te esperabas llegar a Sarmiento ahora, después de tanto andar?
-Yo siempre dije que nunca busqué el respeto de nadie ni me sentí como si fuera mejor que otras. Pero siempre supe que tenía lo mío. Eso es algo que no se demuestra en un partido ni en dos. Una tiene guardado lo que puede dar y hay mucha gente que sabe de eso. Una misma también lo siente y lo sabe. Creo que llegar a Sarmiento era lo que me faltaba para darlo. No se si lo estoy demostrando. Por un lado me estoy volviendo a formar y haciendo, pero a la vez ya saben quién soy.
–¿Lo sentís como una última gran oportunidad?
-Yo en un momento decía que si me llamaban de Sarmiento no iba a ir. Después fui abriendo la cabeza, fui teniendo pensamientos positivos, gente que me tiró buena onda y que me dijo que dejara de renegar, que dejara de pasarla mal porque la realidad es que me quedarán dos o tres años más de fútbol. Eso es así. Hace falta caer en esa realidad de que el fútbol en algún momento ya está. Yo dije que voy a jugar hasta que los pies no me den más. Hasta ahora me están dando. Así que por ese lado, ahora más que nunca, siento que estoy en mi mejor momento.
-Con Sergio en Selección de Junín ya jugaste de defensora, pero a la vez es toda una rareza por los puestos en los que te venías desempeñando en los últimos años. ¿Cómo fue reencontrarte con esa posición y con el mismo entrenador que ya había confiado en vos para asumirla?
-Lo primero que te voy a decir es que el fútbol es completamente distinto en Selección, en Liga y en AFA. Son tres fútbol diferentes. Después, cuenta el compañerismo. Con Sergio nos llevamos bien. Él me conoce, yo a él. Tenemos esa confianza como para decir yo por qué voy a ir y él por qué me quiere tener.
-Entre las cualidades que tenés como jugadora, ¿por qué crees que apuesta a vos como defensora?
-Yo creo que él ve la confianza que yo me tengo adentro de la cancha. Creo que por eso me tiene en cuenta. En mi primer amistoso, jugando contra jugadoras de la A, él me dijo que confiaba en mí, que tenía todo el apoyo de él y que no íbamos a jugar a que yo me confundiera o a que ellos se confundieran. Que íbamos a jugar a mi juego, pero que ellos habían puesto un montón de fichas en mí. Entonces, ser central, última defensora, ya te hace saber que no te podés confundir. Si te vas a confundir confundite adelante. Yo jugué confiada porque ellos confiaron en mí. Y estoy segura como ellos estuvieron al llamarme.
–¿Cómo manejás siendo defensora toda esa confianza que te tenés? ¿La pensás a la hora de sacarte una jugadora de encima? ¿Pensás en revolearla de una? ¿En salir jugando fácil?
-Las dos cosas. Yo creo que el miedo se les genera a ellos más que a mí. Yo hoy no tengo miedo porque estoy apostando todo. Por ahí ellos pueden tener miedo de lo que puedo llegar a hacer. Y a la vez siento que están seguros conmigo, porque les dije que el arco está bien cuidado.
-¿Con qué te encontraste en Sarmiento como plantel?
-De todo. Una buena onda increíble. También me encontré con la posibilidad de tener el gimnasio. Noté que sabían quién era yo. Es algo lindo. Yo muchas veces he sentido que me estaban apuntando con un dedo y eso tiene que ver con el ambiente en el que vos estás. Cuando vos respirás y te das cuenta que hay gente más allá, que hay más cosas buenas, te empezás a dar cuenta en donde estás parada. Y ahí decís la puta madre. Pero ahora me doy cuenta y empiezo a caer en las cosas buenas que me van pasando. Las cosas malas no se olvidan, pero ahora no se notan tanto. Van pasando.
–Hablaste de críticas, de que te apunten con el dedo. Cuántas veces se dice Tete es brava, Tete no cambia más. ¿Qué te pasa cuando te ponés a pensar que a la par con que se elogia mucho tu juego esas también son cosas que se dicen de vos?
-Yo tengo muy claro que cuando me las mando, me las mando. No agacho la cabeza, pero tampoco me pone orgullosa. Soy consciente de lo que hice o de cómo lo hice. No trato de defenderme. A la vez se que en el último torneo me hice echar pero no por pegar una piña o por hacer una plancha en la espalda. Entonces yo me quedo tranquila que sí, me echaron. Que si hoy estuviera jugando en Liga todavía me faltaría cumplir dos fechas de suspensión. Me dieron cuatro. Pero si vos preguntás por qué, no sabemos. Yo no me quedo con que soy mala o qué se yo. A mí me gusta jugar al fútbol. Si el fútbol es con empujones, metiendo la pata, es así. Me gustaría hacer otro deporte para ver si siento lo mismo. Pero soy muy competitiva, así que hasta jugando a las cartas te voy a pelear hasta lo último.
-¿Cómo sentiste el hecho de venir jugando liga local y encontrarte enfrentando a un equipo de Primera A?
-Te digo la verdad. Cuando las vi, todas las centrales y mediocampistas parecíamos de un metro cincuenta. Ver a ellas que empezaron a entrar parecían todas de dos metros. Jugué de seis. Pocha de dos. La nueve agarró y nos tapó a las dos. Ni haciéndonos cocochito la tapábamos. Entonces, había que hacerse grande. Lo primero que dije es yo me cuelgo del cogote de las chicas. Me van a tener a cocochito. Me planté. No hay que tener miedo. Yo tengo mucha confianza en mí. Muchas ganas. Y cuando tenés eso, las cosas te pueden salir mal pero sabés que vas a dejar todo. Nunca tuve miedo a que las cosas me salgan mal.
-¿Te vas haciendo la cabeza pensando en el torneo? ¿Con qué soñás de acá en adelante?
-Estuvimos hablando de muchas cosas. Hablar de que si se asciende se van a hacer contratos. ¿Sabés lo que es escuchar eso? No sé si es algo que soñé. Pero te pasan un montón de cosas lindas por la cabeza. Y a la vez, en lo primero que querés pensar no es en eso sino en ganar cada partido para saber que te lo ganaste, que te lo merecés. Hay un montón de cosas que se te cruzan por la cabeza después de tanto esfuerzo, de tanto pelearla. No tiene explicación.
-Sergio dijo que más allá del resultado quedó conforme con el rendimiento. ¿Te pasó lo mismo?
-Charlando le dije en primer lugar que no podía creer lo que estaba pasando. Estar jugando donde estaba jugando. Viajar en el colectivo de Sarmiento. Me ponía a pensar y decía no puede ser. Caé Tete. Lo que yo vi es que el equipo que entró a jugar salió a todo o nada. Así empezó el partido y así terminó. Creo que el partido lo sufrió más el que lo escuchó que nosotras que lo vivimos desde adentro. Fue un partido espectacular. Porque si ellas son de la A, nosotras tenemos que ser de la A por cómo les jugamos. Por las ganas. Por la garra. No se trata de quién patea mejor. Se trata del compañerismo, de cómo todas se movían, de cómo todas se hablaban. Ayer sentí eso. El compromiso de cada una con lo que tenía que hacer. Eso es un montón. Yo noto que hay unas ganas bárbaras. Que no les da lo mismo. Porque si vos te ponés a pensar lo de ayer (el domingo) era un amistoso, pero era un partido que queríamos ganar. No da lo mismo. A mí me encantó jugarlo.
-Al no venir entrenando con la continuidad que sí lo venían haciendo las otras jugadoras de Sarmiento, ¿sentiste el desgaste?
-Se sintió que ellas eran más rápidas, que tenían otra potencia. Eso es la preparación. Por eso estoy tan contenta de ahora tener el gimnasio, tener el profe. ¡No sabés lo que es! Y ahora directamente a la nutricionista, porque eso también es importante. Ayer todas las remeritas quedaban pegadas al cuerpo. ¡Y yo tenía pancita! Mis compañeras que tenían una remera un poco más grandecita me decían, Tete te la cambio. ¡No! Yo tengo que tener esta remera. Soy yo. Hace 15 días que empecé. Me tengo que poner a ritmo, tengo que empezar. Es así.
-Algo bueno de tu llegada a Sarmiento, que también es algo que provoca mucho Meli Garialdi, es que no tengo dudas que va a acercar a mucha más gente del fútbol que le daba la espalda a Sarmiento y ahora va a bancar…
-Sí. Ni hablar. Pero eso también es el compañerismo. Es saber que lo que pasa adentro de la cancha queda adentro de la cancha. Y creo que si a vos te pasan cosas buenas, hay mucha gente buena que te va a acompañar. No se si van a estar colgados del alambrado, pero van a estar. Hubo mucha gente que yo pensaba que no me iban a saludar y estuvieron. Eso es buenísimo. Creo que eso le pasa a la gente que ama el fútbol como yo. Porque si a vos te gusta el fútbol no te va a importar qué camiseta uses o en qué club estés.
-De las jugadoras del plantel que no conocías, ¿quién te sorprendió más y por qué?
-Por cómo juega, porque me gustan las zurdas, me gustó Eli (Ceballos). Además pegamos buena onda, charlamos. Yo cuando me quebré empecé a jugar con la zurda y gané mucho manejo. Ella es guerrera, sale a todas y no le importa nada. Y no es que es grande. Mide lo mismo que yo.
Por Juani Portiglia