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Trabajo Social: una formación integral para el encuentro con el otro

Locales

Les ofrecemos una serie de entrevistas a docentes del Instituto para que puedan conocer las carreras que aquí dictamos. Un acercamiento a las distintas profesiones desde la voz de las profesoras y profesores del ISPJ.

En esta ocasión nos adentramos en la Tecnicatura Superior en Trabajo Social de la mano de la profesora Paula Dani. Estudió esta carrera en el ISPJ y luego completó una licenciatura en el nivel universitario. Dicta materias de investigación a lo largo de toda la carrera. Siempre se dedicó a la docencia y cuenta que desde el inicio vio “una fuerte relación entre el trabajo social y la enseñanza”. “Me gustaba la idea de ayudar y elegí estudiar esta carrera; cuando terminé de estudiar me convocaron a dar clases; no estaba muy segura y me alentaron a probar. Me encantó y me apasionó, descubrí una vocación compartida entre el trabajo social y la docencia”.

Trabajo Social es una de las carreras históricas del ISPJ, una de las primeras carreras que se dictó en el Instituto. Paula Dani rememora que en esa época el título era otro, se llamaba Asistente Social: “El nombre fue cambiando, aunque se mantiene una idea de la profesión, que en nuestro país se institucionaliza en 1930 con la Escuela de Servicio Social; luego, desde 1940, se empieza a dictar en diversos institutos”. Pero aclara que el cambio de la palabra asistencia hacia trabajo implicó un cambio en el paradigma profesional, porque “el trabajo social implica estar inserto, compartir con un otro, con una dinámica continua y variante; lo que antes era asistir o dar, luego fue trabajar en conjunto con el otro: se ayuda con la prevención, la promoción y se asiste frente a emergencias”.

-En nuestro país vemos que lo social se complejiza, se fragmenta, es terreno de disputas. La pregunta que nos podemos hacer es si eso la hace una carrera difícil.

-No, no es difícil en tanto es una carrera que no sólo te forma para lo profesional, sino que te cambia la perspectiva de ver la vida. Tenés que estar bien con vos mismo para poder ayudar a otro. El poder estar para ayudar a un otro que te necesite te cambia la perspectiva, inevitablemente. Y, como en toda carrera, se requiere de estudio y de vocación, esto es que te tiene que apasionar.

-Una diferencia con otras carreras -de destrezas más individuales quizás- es que acá la relación con los demás es el centro de tu tarea. ¿Se puede pensar así lo específico del trabajo social?

-Acá la empatía es fundamental para tener en cuenta a ese otro. Y además hay que estar bien parado, porque hay realidades que encontramos en esta sociedad que son fuertes y que si no las tenés resueltas es muy difícil ayudar a un otro. Por ejemplo, si me encuentro con un caso de violencia y yo sufrí lo mismo, será complejo poder ayudarlo desde una objetividad profesional. Es un proceso en el cual la formación va por dos caminos: la teórica, y aprender a trabajar en la práctica para dar lo mejor de mí.

-Las instituciones desde donde se trabaja, ¿condicionan o determinan el modo de acercarse a la realidad de un trabajador social?

-El trabajo social tiene un campo profesional muy amplio, tanto desde lo estatal como desde las organizaciones no gubernamentales, la sociedad civil, obras sociales, o las empresas desde la parte de recursos humanos… Entonces cada uno tiene que buscar su camino con una formación permanente, porque según lo que elijas va a cambiar. Yo elegí la docencia, entonces me tuve que formar para este trabajo. Y así con cada tipo de inserción, habrá que descubrir cómo es ese camino. 

-¿Cómo enfrenta la carrera los cambios en la demanda al trabajo social? Quizás hace treinta años había un tipo de problemática social predominante y hoy aparece otra.

-La formación que damos desde el instituto es integral, para todo lo que podamos desarrollarnos el día de mañana como profesionales. Después viene la capacitación, hay que especializarse, pero no sólo por los campos que son tan amplios, sino también porque la dinámica social es tan cambiante que surgen nuevas problemáticas. Y se trata no sólo de aprender a trabajar con un otro carente, también está ese otro profesional, otras disciplinas, otras instituciones. Por lo tanto el trabajo social no es de escritorio sino que es un trabajo de praxis social, de campo, de salir a ver qué sucede en la realidad, y también de trabajo en red, porque hay que estar en conexión con otros profesionales e instituciones para que al abordar una problemática sea un abordaje integral.

-¿Qué implica el cambio desde la idea inicial de la asistencia? ¿Se han cambiado los modos de intervención?

-Es un estar junto a la gente. Nosotros trabajamos con sujetos, puede ser una persona, una familia o un grupo de una comunidad en distintos espacios. Y trabajamos con el otro, acompañamos para que el sujeto pueda aprender a solucionar la demanda. Si sólo asistimos le vuelve a pasar lo mismo un tiempo después y no va a saber cómo resolverlo. Acompañamos en la búsqueda e intervenimos para que puedan solucionar el problema. Somos como un puente entre la demanda y la solución, porque muchas veces la gente no conoce los recursos que hay en la comunidad.

-¿Existe algo así como un malestar cultural de época, problemas que estaban pero que sólo podemos visualizar en un presente?

-Lo fundamental para visibilizar eso es que el trabajador social no esté atrás de un escritorio, tiene que estar en el salón con los alumnos, en el barrio, en los pasillos de la institución, es decir inserto en la sociedad, de esa manera va detectando las problemáticas, porque a veces no son reconocidas por la comunidad y uno, al venir desde otro lugar, las visibiliza. Pero no hay épocas marcadas, porque el conflicto es algo permanente que nos atraviesa y sobre lo cual los trabajadores sociales nos abocamos. Sí depende mucho de la institución en la que uno trabaje, eso te enfoca el tipo de problema y también las necesidades.

-Cuando llegan los estudiantes a primer año, ¿qué expectativas traen?

-Los estudiantes son tanto de Junín como de la región. Vemos ya desde el taller de inicio que lo que más los motiva son las ganas de ayudar al otro. Esa es la principal motivación. Y a medida que van avanzando en las materias uno va viendo cómo se van apropiando de ese amor por el trabajo social, hasta llegar al punto de apasionarse y encontrar la vocación.

-¿Qué características tiene que tener un estudiante de la carrera?

-Como estudiantes es necesario, como en cualquier carrera, tener ganas de aprender, pero que no terminen acá esas ganas, porque un ciclo lectivo termina siendo algo breve para todo lo que quisiéramos hacer. La inquietud por aprender no tiene que terminar nunca. Si leemos un fragmento de un libro, tienen que seguir leyéndolo, completarlo. Que puedan tener pensamiento crítico: si esto plantea este autor, ¿qué plantean otros autores? ¿y cuál es mi forma de entender esta realidad? Es algo que no se termina nunca, porque esa es la forma de construir tu propio camino en la profesión. La carrera no es complicada, pero requiere tiempo, dedicación y amor a lo que se hace. Y luego, cuando estás ejerciendo, hace falta vocación de servicio, empatía, reconocer a un otro que te necesita, y entender que no sos más que el otro por tener un título profesional; así podés acompañar y asumir que también vas a poder aprender de los demás, que te van a enseñar algo para la vida.

-¿Cómo se puede trabajar la fortaleza emocional? Por ejemplo, si alguien tiene que trabajar en una escuela con chicos que no tienen para comer y ese trabajador social atravesó esa misma situación similar de niño.

-Sucede con ingresantes que no sólo tienen la inquietud por ayudar sino que también han vivido una realidad que los ha puesto en contacto con un trabajador social. Entonces al ver esa intervención han dicho ‘yo quiero hacer esto mismo por un otro, porque a mí me ayudó’. Nos pasa mucho. Ahí hay dos cuestiones a trabajar: una es que el campo de intervención es tan amplio que se puede elegir dónde trabajar, hasta encontrar el lugar en donde me sienta cómodo; y segundo, cómo trabajarlo en lo personal va en cada uno (con la familia, desde la religión, con un profesional), pero lo importante es trabajarlo, no guardarse eso que te pasa y que se llama “transferencia”, porque te puede impedir intervenir de manera objetiva y profesional.

-Teniendo en cuenta nuestra institución, ¿hay alguna relación entre una determinada concepción del trabajo social y lo religioso?

-El trabajo social tiene varios pilares que la sustentan. Uno de los pilares es claramente la Iglesia Católica. La profesión se institucionalizó mucho después de la existencia de la ayuda al otro, que es algo que existe desde las sociedades primitivas. La Iglesia cumple una función muy importante a través de la caridad, como ayuda al prójimo. Ahí está el trabajo social, en ver en ese otro a alguien que es igual a mí y a quien voy a ayudar. Por ejemplo, en la materia “Historia y fundamento del trabajo social” se da la perspectiva Católica que hace a las bases del trabajo social, junto a las demás, porque el profesional tiene que conocer todas las realidades y analizarlas desde todas las miradas que pueda.

-Decías que el trabajo social se basa en el contacto, en salir al trabajo de campo. La pandemia impidió ese contacto y fortaleció las relaciones mediadas por pantallas. ¿Cómo impactó el aislamiento particularmente en el desarrollo de esta carrera?

-Fue complicado para la formación de futuros profesionales porque perdieron el contacto que nosotros consideramos comienza en la cursada, entre estudiantes y docentes, donde empiezan  formar un nudo de relaciones. Sabiendo eso lo tratamos de recomponer con todas las formas de comunicación posibles. En relación a los sujetos con los cuales trabajamos, vimos que la sociedad se vio muy afectada por la pandemia: la parte de la población más vulnerable es la que se vio más afectada. Muy pocos trabajadores sociales quedaron trabajando en forma presencial y se redujeron los espacios. Pero para el trabajador social el contacto es necesario y no se lo puede reemplazar por tecnología. Sí podemos usar tecnología para complementar la intervención, para agilizar trámites por ejemplo. 

-¿Cómo impactó esta crisis en los proyectos de investigación?

-La investigación comienza en tercer año, en grupos, y las docentes somos una guía para orientarlas. La elección de cada grupo tiene ser novedosa pero también que los atrape, y que genere un aporte a la profesión. En pandemia surgieron muchas tesis relacionadas a lo vivido. A mediados de 2022, dos alumnas rindieron una tesis sobre la intervención que hicieron los trabajadores sociales del Hospital y de los Centros de Atención Primaria de la Salud (CAPS) en pandemia. Las temáticas son diversas y cada alumno elige según sus intereses, con la condición de que esté vigente. Las tesis quedan en biblioteca y se va haciendo un registro que queda también como bibliografía para los futuros estudiantes.

-¿Cómo se abordan los valores sociales en esta carrera? En estos tiempos no podemos negar que circulan todo tipo de discursos de odio, no sólo relacionados a la política, sino a cuestiones raciales o de clase social.

-Esos discursos tienen que ver, muchas veces, con no conocer la realidad del otro. Hace poco trabajamos en Historia una pregunta, ¿la pobreza se hereda o se transmite? Hay una autora que plantea que uno nace en una realidad, la naturaliza, y luego la replica en su vida, haciendo muy difícil salir. Entonces, desde este punto de vista, no se trataría de una herencia en el sentido conocido, porque nadie le quiere dejar como regalo a un hijo la desnutrición o la falta de educación.

-Se trata de motivar una superación pero partiendo de estar en desventaja. ¿Sigue siendo posible?

-Se puede lograr, aunque sin acceso a educación, a vivienda, a alimentos, viviendo en esas condiciones, ¿cómo se hace? Es más difícil. Pero pensamos que si hay alguien que se atraviesa en su camino y les da la confianza y los acompaña, hay una salida. Puede ser un docente u otra persona la que te ayude a desnaturalizar la situación en la que estás. En los mensajes de odio hay un desconocimiento del otro, de que hay realidades que van más allá de lo que uno querría ser, porque las oportunidades ya no están para esa persona, se fueron. Y vivimos en un país en el cual vemos que la salida está cada vez más lejos para muchos, entonces tenemos que comenzar por lo básico, por asistir a la gente que tiene la panza vacía. Primero asistir lo urgente, y luego promocionar, prevenir, orientar, motivar, que son todas las otras funciones que tenemos como profesionales, que sirven también para comprender que no es la culpa de cada uno, sino que hay una estructura que nos está llevando a estas realidades.

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