La alta presencia de arsénico en el agua bonaerense sigue siendo un tema de preocupación para los habitantes de la provincia. Según los especialistas, la problemática abarca geográficamente a más del 70% del territorio, y los mayores conflictos se dan en las localidades linderas al corredor de la Ruta Nacional 5.
Un mapa que realiza desde hace siete años el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) junto a la ONG NutriRed (www.nutrired.org/tag/mapa-arsenico/) revela que la distribución del arsénico en el agua afecta mayormente al centro, norte y Conurbano bonaerense; aunque tampoco es ajeno al sur y a localidades costeras.
EL CASO JUNIN
En el caso de Junín (0,086 mg/l) las mediciones que se vienen realizando anualmente revela que nuestra ciudad se encuentra entre los distritos con niveles altísimos de arsénico demostrando que en la gestión del actual intendente Pablo Petrecca nada se ha hecho para disminuir el problema, es más, ni siquiera se ha hecho mención alguna en ninguna declaración pública.
Es como si el tema arsénico no hubiera existido jamás para la actual administración que asumió en diciembre de 2015.
CIFRAS Y DATOS
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la presencia de arsénico en el agua sea igual o inferior 0,01 miligramos por litro (mg/l), parámetro que tomó el Código Alimentario Argentino (CAA) en 2007, pero que tras una serie de prórrogas pedidas se sigue sin cumplir en los hechos. El límite anterior en el país era del 0,05 mg/l, nivel que también superan muchas localidades de la provincia.
«En términos de área geográfica la presencia de arsénico englobaría aun 70% de la provincia. Lo que pasa es que hay zonas más focalizadas que otras, como el corredor de la Ruta Nacional 5. Entre los distritos más afectados están Mercedes, Chivilcoy, 9 de Julio, Carlos Casares, Bragado y Pehuajó», explicó Jorge Stripeikis, director del Departamento de Ingeniería Química del Instituto Tecnológico de Buenos Aires ITBA, desde donde se realiza el mapa.
El especialista advirtió que la presencia de arsénico en las napas es «muy caprichosa» porque «depende de estructura del suelo, de cómo va el acuífero y la profundidad de la que se extrae el agua», entre otras variantes, por lo que es «bastante difícil de predecir el nivel exacto» en el que se encuentra.
Las mediciones del ITBA, hechas en distintos años desde 2011 advierten de porcentajes altísimos en localidades como Pergamino (0,053 mg/l); Suipacha (0,154 mg/l); Junín (0,086 mg/l); O»Higgins (0,237 mg/l), en el distrito de Chacabuco; Santos Unzué (0,063 mg/l), en 9 de Julio; Tres Algarrobos (0,055 mg/l), en Carlos Tejedor, y Banderaló (0,348 mg/l), en General Villegas. Aunque el conflicto también aparece en el partido de La Costa (0,681 mg/l) y en Copetonas (0,138 mg/l), Tres Arroyos.
Algunos de estos registros fueron tomados del agua de la red, distribuida por el municipio o por empresas, y otros sobre muestras de perforaciones particulares, de viviendas o establecimientos escolares. Vale aclarar que el conflicto del arsénico responde solo a aguas subterráneas por lo que no afecta a ciudades que extraen para el consumo de cursos superficiales; como Capital Federal, La Plata y gran parte del Conurbano, que tienen tomas en el Río de la Plata.
Como solución para los lugares afectados existen hoy «herramientas tecnológicas que dependen eventualmente de si la distribución del agua es en forma centralizada o si es una toma individual en cada domicilio». «Hay procesos de coagulación/filtración, ósmosis inversa o intercambio iónico, entre otros», apuntó Stripeikis.
Desde ABSA, la empresa que distribuye agua a 79 distritos del interior, le detallaron a DIB que se construyeron plantas de abatimiento de arsénico en Carlos Casares (para este ese municipio y para Pehuajó) y 9 de Julio. «De acuerdo a registros oficiales tomados en los últimos 40 años, el agua subterránea en esa región presentó deficiencias en la calidad, las cuales fueron superadas mediante la realización de distintas obras», aseguraron. Asimismo, detallaron sobre avances en dos plantas de ósmosis en las localidades Lincoln y General Villegas, para darle una «solución definitiva a los problemas de calidad en el agua» en esos lugares.
El peligro silencioso
El consumo de manera continua y prolongada de agua que contenga arsénico (algo que no se puede distinguir a simple vista) en cantidades superiores a las recomendadas, puede derivar en una grave enfermedad denominada Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico (Hacre).
«Ese cuadro se manifiesta en problemas de la piel como erupciones, ampollas y descamaciones. También en problemas cardíacos y neurológicos; y eventualmente, en un estadio de más desarrollo de la enfermedad, podría desencadenar en algún tumor», señaló Stripeikis.
Un origen «ancestral»
A excepción de algunos pocos casos (minas, plaguicidas y fundiciones), el origen del arsénico es natural y se remonta a hace 50 millones de años como producto del movimiento de las placas tectónicas que desencadenó en la formación de la Cordillera de los Andes.
«Cuando se formó la Cordillera de los Andes se emitió ceniza volcánica que se esparció por determinadas áreas. Esas cenizas tenían en su composición química sales de arsénico y cuando fueron tapadas con el paso del tiempo por rocas y otros minerales se hicieron especies de cavernas a donde empezó a llegar el agua. Esa agua subterránea, en contacto con esas rocas y minerales disolvieron parte del arsénico», le explicó Stripeikis.