Victoria Illanes fue autora del gol de último minuto, en el quinto de adición, que le permitió a Sarmiento llevarse de Córdoba un empate ante Talleres que había merecido en el inicio de la Fase Ascenso de la Primera B. Fue ingresando desde el banco de suplentes y en su vuelta a la competencia oficial tras estar obligada a parar por dos meses a causa de una lesión que incluso la hizo plantearse la posibilidad de volver a San Juan, con la familia que tanto extraña, pero que a la vez es la que le da las fuerzas para seguir.
«Yo estoy hecha para esto», se confirmó a ella misma, entre el grito y las lágrimas. Es que aunque pueda parecer mucho, no fue tanto el tiempo que pasó desde que fingía irse a jugar al hockey para meterse en los entrenamientos de su hermano y el presente en Junín, con Las Maestras, donde sigue dando cuerda al sueño de futbolista profesional con nada más que 16 años.
-¿Cómo transitaste la lesión y todo el tiempo que tuviste que esperar para volver a jugar?
-Cuando volví a entrenar estaba bajoneada porque sentía que no estaba al nivel. Perdí estado físico y sentí que en rendimiento había perdido respecto al último partido que había jugado. De los entrenamientos salía mal porque sentía que no me salían las cosas. Me dijeron que tuviera paciencia, que era cuestión de tiempo. A la semana siguiente pensé que iba a estar citada contra Comunicaciones, pero no. Eso me la bajó más porque yo me sentía recuperada y tenía altas expectativas de estar. Lamentablemente no fue así y ese fin de semana estuve mal. A la semana siguiente de entrenamiento lo dejé todo, porque ya no aguantaba las ganas de jugar. Esperé dos meses, sabiendo que me vine hasta acá para jugar y tuve esa lesión a la cuarta fecha… Fue un bajón que me afectó muchísimo.
-¿Cómo recibiste la citación para ir a Córdoba?
-Me puse feliz, porque no me lo esperaba. Además de ser un rival muy duro, una vez citada no pensé que iba a jugar 45 minutos completos porque venía de esa lesión que me había quitado confianza en la cancha. Creí que iba a empezar de cero, con 10 o 15 minutos sobre el final. Pero como te dije, estaba feliz de volver y también de jugar contra un rival fuerte. Agarré confianza y me di cuenta que estoy para esto.
-Cuando te agarran esos bajones que decís, ¿a quiénes o a qué cosas recurrís como contención, como cable a tierra?
-Mucho no tengo acá en quién apoyarme. Obviamente los que me incentivan a seguir son mi familia, mi mamá más que nada, mi padrastro y las chicas de acá. En ese sentido, hubo momentos en los que tuve ganas de irme, en los que no quería estar acá. Ser tan chica y que me pasen estas cosas era decir si yo vine a jugar acá. Entonces con la lesión, en un momento me dije bueno, cumpliré el tiempo que tenga que cumplir y después voy a volver más fuerte. Y, como te dije, están esas personas que no dejan que me rinda. Cuando tuve el bajón estuve a nada de irme, pero sentí ese apoyo.
-Así como te puede bajonear quedar afuera de una convocatoria, imagino que haber sido la primera opción a la que recurrió el técnico para buscar variantes en Córdoba te habrá dado confianza…
-Creo que tuve esa oportunidad porque en las dos semanas anteriores había entrenado bien. Sentí que lo hice bien y que él también lo notó. De todos modos no pensé que iba a entrar desde el inicio del segundo tiempo. Pienso que si me puso es porque ve algo en mí, porque confía y porque cree que todavía puedo dar mucho más de lo que di. Eso me motivó. Sentir la confianza.
-Lo primero que hiciste cuando entraste fue dejar sentada a una…
-Jaja. Eso es algo que Agustín (Lavagnino) me remarca mucho, porque tengo esa costumbre de volver a enganchar y de pisarla. Pero es porque yo hice futsal durante mucho tiempo y me acostumbré a esas cosas. Es como que engancho una vez y vuelvo a enganchar otra y no puedo pegarle. Por ahí me remarcan que no hace falta enganchar dos, tres veces, sino que con uno o dos toques puedo armar una jugada de gol.
-Tuviste un inicio de partido súper eléctrico. Después, durante varios minutos no pudiste entrar en juego. Y aparecés en el final con un golazo. ¿Cómo sentiste esos 45 minutos?
-En el partido lo sentí así, también me lo dijo mi mamá. Creo que entré bien y que en un momento no aparecí para el equipo, no ayudé. Lo sentí. Después volví a ver el partido. Cuando entré puse algunas pelotas, entré en juego y después no me ví más. Como que desaparecí.
-¿Por qué sentís que pasó? Tenés detalles de crack y tal vez el desafío sea darle mayor continuidad a eso…
-La verdad no sé. Creo que en un momento no me supe encontrar, no pude conectar con mis compañeras. Y ya sobre el final sentí algo que me llevó para adelante y por suerte llegó el gol. Agustín incluso me decía dale, Vicki. Levantá un poco más. Yo sé que me pasó, creo que en un momento Talleres manejó mucho la pelota.
-Para ser justos, imagino que el poder conectar más y mejor con las compañeras también es cuestión de acumular minutos, porque por la lesión no habían sido tantos…
-Sí, lo cambia todo. En nuestro equipo y para cualquier rival. Yo ni siquiera tuve mi primer partido como titular. Tuve dos tiempos de 45 minutos en los que lo di todo. El partido anterior en Córdoba salí llorando. Entré poquito y de tantas ganas que tenía creo que toqué una sola pelota. Después en Lima jugué 45 y sentí que me había ido muy bien. Ahí llegó justo la lesión y me la re bajó.
-¿La lesión fue en el partido?
-En realidad venía de la semana previa al partido contra Talleres. Yo a ese partido ya fui con una molestia y creo que Agustín no me puso más tiempo porque eso lo notó. Cuando jugué con Lima, en una pelota que fui a trabar sentí el dolor y supe que tenía que parar.
-Volvamos a Talleres y el gol. Se vio el grito, se vio el llanto. ¿Te acordás qué cosas pasaron por tu cabeza inmediatamente después que entró la pelota?
-Imaginate todo lo que viví. Yo estaba en el banco y ya en el primer tiempo Agustín me dijo que entrara en calor. Y yo la puta madre. Tenía muchos nervios, sentí que no estaba preparada, pensaba el tiempo que llevaba sin jugar, lo fuerte que era el rival. Sentí que esos nervios me iban a jugar en contra. Cuando bajé al vestuario, en el entretiempo, tomé agua, respiré y le pedí tanto a Dios y a mi papá que se me fueran esos nervios… Y desaparecieron. Pude entrar tranquila. Entonces, cuando hice el gol se lo dediqué a ellos. Lo grité tanto que lloré por lo duro que había sido, por todo lo que había pasado. Pensé yo estoy hecha para esto y tengo que seguir. Pero más que nada se lo dediqué a mi papá, a mi familia que siempre me apoyó. Me sentí orgullosa de mí por haber recapacitado, por haberme quedado aunque la pasé mal.
-¿Sos consciente que fue el gol más importante en lo que va del torneo? Porque empezó una nueva instancia en que cada punto vale el doble…
-La verdad que ni yo me lo esperaba y hacerlo en un partido tan importante… Lo re grité porque sentía que el partido no estaba para perderlo. Nos merecíamos por lo menos el empate. Incluso pudimos ganarlo. También sentí que en un momento ellas habían empezado a darlo por ganado. Pasó lo que pasó y lo grité mucho por eso.
-Decís que fueron tantos los nervios antes de entrar que entre esos pedidos que hiciste a Dios y a tu papá no puedo imaginar que hayas incluido un gol. Había tanto más por sacarse de encima que estoy seguro que no lo pediste…
-¡No! Nunca pensé en el gol. Solo pedí tranquilidad, también por todo el esfuerzo. No es fácil ser tan chica y estar acá sola, lejos de mi familia. En especial de mi mamá, que es la que me apoyaba en todo allá en San Juan. Desde mis seis años ella fue mamá y papá. Me tocó una vida muy dura de chiquita y si salí adelante se lo debo todo a ella.
-Ahí es cuando una lesión, un mal partido, la ausencia en una citación o un momento de bajón, no te tiene que cambiar el objetivo final… Saliste adelante de cosas más difíciles, te dedicás a lo que querés y tenés el apoyo de su familia.
-Obvio. Yo me doy cuenta de muchas cosas. Si no estoy citada, yo me doy cuenta que es porque no tuve una buena semana de entrenamiento. Yo sé que me tengo que seguir esforzando y haciendo las cosas bien para estar en el próximo. A la vez soy una chica que se frustra por todo, porque me exijo mucho. Por ahí esa sobreexigencia me hace mal y es algo que Agustín me dijo. Él nos deja claro que las citaciones son por el rendimiento de las jugadoras en la semana. Por suerte sé reconocer cuando no entrené bien. También sé que todavía puedo dar mucho más. Siendo tan chica, a veces se me complica porque soy muy mamera. Me cuesta estar lejos de mi familia.
-Y eso que antes de llegar a Sarmiento ya te había tocado estar lejos…
-Sí. Con 14 años me fui a San Lorenzo. No sé si cometí un error, porque me fue excelente. Pero me quedaron muchas malas experiencias que me llevaron a un año de no salir y a no poder madurar mentalmente, por todas las cosas que pasé. Ahora estoy lidiando con eso para ser fuerte acá mentalmente.
-¿Por qué la pasaste tan mal?
-El tema de la convivencia fue lo que más me afecto, porque en lo futbolístico me fue bien. La gente, el ambiente, fue difícil. Era un departamento que tenía dos habitaciones y éramos cinco chicas. Yo con 14 años, al vivir con chicas mucho más grandes, es como que siempre me agarraban de boluda. Fueron cosas que me pasaron y que me hicieron decir mami, no quiero salir nunca más. No sé cómo me animé otra vez.
-Cada cosa que decís demuestra que sos una corajuda bárbara, porque doblás la apuesta siempre…
-Sí. Soy corajuda gracias a saber que siempre voy a tener el apoyo de mi familia. Si no, ni ahí. Me hubiese quedado en San Juan.
-Con 14 años saliste a la jungla, porque estuviste en Capital. En ese sentido, ¿una ciudad como Junín que le baja varios cambios al ritmo lo hace más fácil?
-El día a día acá podría decir que es más fácil. Pero a la vez no estoy acostumbrada a ese ritmo. San Juan es mucho más grande. Llegaba el fin de semana y yo me iba al parque con mis amigos. Acá casi no lo puedo hacer, al no conocer a nadie.
-¿En la escuela no se armó grupo?
-Con las chicas del club es con las únicas que estoy. Cuando estoy mal son ellas las que me ayudan, las que me aconsejan para bien.
-Hablaste mucho de tu mamá, que es tu fan número uno. ¿Pero puede ser que en un momento no le gustaba demasiado que juegues al fútbol?
-Sí, jaja. Mi mamá estaba negada a que yo jugara, por varios motivos. Ella decía que era para hombres, tenía miedo que me fueran a gustar las mujeres. Yo no le encontraba sentido. De chica hacía hockey, pero porque en ese tiempo no había fútbol. Cuando lo empecé a hacer, me gustó y me dediqué. Me puso condiciones. Una de ellas era la escuela…
-¿Hubo que negociar notas por fútbol?
-Sí, jaja. Tuve que mejorar las notas en la escuela. Estudiar, algo que nunca en mi vida me gustó. Imaginate ahora que estoy sola, que no tengo a mi mamá controlando. La escuela no me gusta, por decirlo en pocas palabras.
-¿Y cómo empezaste a jugar entonces?
-Jugaba a escondidas. Mi mamá sabía que hacía hockey y se quedó con eso. Por ahí me pedía que llevara a mi hermano a entrenar, porque ella no podía. Lo llevaba, pero entrenaba yo. Me vieron los profesores, me dijeron que jugaba muy bien. Pero yo les pedía que no le dijeran a mi mamá, porque no me dejaba. Seguía yendo y mi mamá pensando que entrenaba hockey.
-¿Te ibas con el palo a jugar al fútbol?
-Jaja, no. Nos prestaba el palo la profe. Un día los profesores de mi hermano le terminaron hablando y preguntándole por qué no me anotaba en algún club, porque jugaba bien. Mi mamá se quedó sorprendida y les dijo si mi hija no juega al fútbol, juega al hockey. Los profesores le contaron que cuando yo llevaba a Benja me metía a jugar. Fue ahí cuando me habló y le dije que el fútbol me gustaba mucho. Un día me vio jugar y se quedó asombrada. Te juro que después de eso toda mi familia se volvió futbolera.
-¿A ella le empezó a gustar el fútbol por vos?
-Mi mamá no miraba fútbol por mirar. Iba a ver a mis hermanos y listo. Ahora está futbolera, hincha de Sarmiento, jaja. Después empezó a jugar la más chiquita, la más grande, y hasta ella. Imaginate que estuvo un tiempo entrenando conmigo en el club. No es buena, pero le gusta jaja. Cuando nos juntamos en familia, cuando vamos a pasear, nos ponemos a jugar a la pelota.
-¿Y de todos los hermanos quién es mejor?
-Está peleado, jaja. Tengo al más chiquito que tiene 7 y es una barbaridad lo que juega.
-¿Pero quién es la ídola del chiquito?
-Y… La que da clase. Creo que soy yo, jaja. Me dice que quiere ser como yo cuando sea grande. La chiquita que viene después de mí, le dijo a mi mamá que quiere seguir mis pasos, en el sentido de salir afuera, jugar al fútbol.
-Con todo lo que tuvo que pasar el fútbol femenino, qué lindo y qué satisfacción debe ser que un nene que quiere jugar a la pelota te tenga a vos como referente.
-Sí. Mi mamá siempre me dijo que para mis hermanos soy el ejemplo. También mi padrastro me dijo que me admiraba mucho por todo lo que hago. Yo a ellos les aclaré que el esfuerzo que yo hago estando acá, el dar la cara, es un montón. Tengo 16 años, estoy muy lejos de mi familia. A veces me pongo a pensar cómo otras chicas que están más cerca pueden irse un finde a visitar a sus familias. A mí me encantaría poder hacerlo, recargar energías y volver. Son cosas que me duelen muchísimo. Pero sé que ellos me apoyan y que la decisión que yo tome para ellos va a estar bien.
-Jugaste en muchos equipos de San Juan, venís de San Martín, ganaste muchos títulos… Si tuvieras que recomendar a alguna jugadora de allá, ¿te viene enseguida un nombre a la cabeza?
-Yo me vine a probar con una chica de San Martín. Por decisión de ella, porque no se sentía bien acá, se fue. Lamentablemente no pude compartir este año con ella. Chicas que pensé traer hay muchísimas: Melany Lela, Roxana Sánchez, Evelyn Gutiérrez, Laurita Pelayes que es una chica que tiene un año menos y juega muchísimo. Hay muchas allá. Pero también ellas se ponen a pensar que puede ser difícil y eso ya es una decisión muy personal. Cuando a mí me salió esta oportunidad pregunté si podía venir con alguien, porque no soy de generar fácil confianza.
-De verte en entrenamientos, en partidos, todo muy al pasar, había pensado todo lo contrario. La re pifié ahí…
-Sí, jaja. Si yo no tengo confianza no puedo hablar. Capaz que me das conversación y yo respondo con un sí, con un no y nada más. Me cuesta agarrar confianza. Gracias a las chicas y a que me pudieron adaptar rápido al grupo, fui tomando confianza. Acá en la casita soy insoportable, jaja.
-¿Quiénes son tus compañeras de casita?
-Gio (Varales), Mica (Espinoza), Sere La Abuela (Pedersen), La Negra (Lucía Mansilla) que pone orden, la arquera que vino Selena (Wilson), Mili (Arias) y Pala (Lourdes Palavecino). Acá en la casita no hay un día que estén tristes. Me gusta hacer payasadas, hacerlas reír siempre. La Abuela me hace stickers. Yo me presto para esas cosas. Cuando tomo confianza ya es otra cosa.
-¿Cómo te llegó la oportunidad de ir a San Lorenzo?
-Yo estaba jugando en San Juan. Nunca lo pensé. Estaba hablando con una amiga, Martina Rodríguez, que jugaba en San Martín y estaba ahí. Le pregunté cómo era, cómo se manejaba ella, dónde estaba parando. Me contó y le pregunté si podía ir. Me dijo que sí. Fue una decisión apresurada. Fui a experimentar, a ver cómo era el fútbol allá y si me iba bien. Te juro que me fui de San Martín siendo un palo que lo único que hacía era correr. Tenía algunas cosas incorporadas, pero me costaba. Yo era la rápida. En San Lorenzo, fui desarrollando todo lo demás. Me costó adaptarme, pero también me dediqué al futsal y eso me ayudó un montón. Al principio no podía jugar porque no tenía el pase. Después estuve una fecha en el banco, pero entré bien. Las otras fechas las empecé a jugar siempre de titular, con la camiseta 7. Mi DT Eli Medina le dijo a mi mamá que tenía muchas cualidades, pero que era muy tímida. Tenía 14 años nomás. Fuimos semifinalistas. Hicimos un gran campeonato. Estuve jugando en Reserva. Gracias a ella y al club me pude desarrollar. Cuando volví a San Juan, todas mis compañeras me decían lo grandota que estaba, toda la masa muscular que había sacado. Cuando me vieron jugar también me dijeron cuánto había aprendido. Que no era la misma y que tenía mucho más nivel. Ese año me sirvió un montón futbolísticamente.
-Y te permitió también llegar a la Selección…
-Desde chica, desde los 14 años, estuve seleccionada. Diego Guacci fue a San Juan a probar jugadoras, pero lamentablemente por mi edad no pude ir porque estaban buscando jugadoras de 16 años en adelante. Pero me fue bien en todas las etapas. Después me agarró la pandemia, hicimos videoconferencias por zoom. Ya después todo se desarmó. Cambió el cuerpo técnico.
-¿La ilusión es volver a estar?
-Cuando fui seleccionada con 14 años la pasé bien y todo, pero era muy chiquita. Este año me propuse volver. Vine acá para esto. Quisiera llegar otra vez a la Selección. Creo que lo viviría de otra manera. Sería un orgullo para mí y mi familia volver a estar. Hago mucho esfuerzo para eso.