Son las 23:30 del 24 de enero y mientras escribo estas líneas recuerdo que a esta misma hora, hace 23 años, ingresábamos a la fiesta de cumpleaños del empresario Oscar Andreani en Pinamar. José Luis Cabezas con su cámara fotográfica colgada de su hombro, después de que lo pasé a buscar por su casa en la céntrica calle Rivadavia de ese balneario. Yo iba con la mirada atenta a políticos y famosos que pudieran estar presentes en uno de los eventos sociales más importantes que solíamos cubrir durante las temporadas para la revista Noticias. Era una noche de viernes (24) a sábado (25), exactamente como este año 2020.
Ese ingreso en la mansión veraniega de Andreani parecía para nosotros una de las tantas cosas que nos tocaba registrar cada verano. Nadie podría imaginar que en las sombras de ese evento se escondía acechante un grupo de criminales dispuestos a todo. Nadie lo imaginaba. Y mucho menos nosotros, José Luis y yo.
Unas cuatro horas y media después nos despedíamos. Y nunca más lo volvería a ver con vida. A partir de allí comenzaría una nueva historia para José Luis y su familia; para mí y mis seres queridos; para todos los compañeros de la revista Noticias; para todo el periodismo del país; para toda la sociedad argentina.
Esa despedida a las 4 de la mañana del 25 de enero de 1997 parecía un “hasta dentro de un rato” más. Pero no fue así. Aproximadamente a las 5:10 de la madrugada, José Luis abandonó la fiesta de Andreani, no sin antes despedirse de algunos colegas que quedaban allí como el querido Eduardo Lerke, fotógrafo de Caras, que fue la última figura amiga que vio José Luis en su vida. Después vendrían los rostros del horror. Los de los criminales que lo secuestraron en la puerta de su departamento, que lo golpearon, lo llevaron a un descampado en General Madariaga, lo esposaron y le pegaron dos tiros en la nuca, antes de prender fuego su cuerpo en el interior del Ford Fiesta que nos había alquilado la revista.
Desde ese 25 de enero hasta hoy, 23 años después, han pasado muchas cosas… Sus asesinos están libres, pese a las condenas a perpetua. El autor intelectual del crimen, el todopoderoso empresario Alfredo Yabrán, se suicidó el 20 de mayo de 1998 mientras escapaba de la Justicia. Y el policía que ultimó a José Luis hoy ejerce como abogado en la Capital Federal pese a que no debería estar matriculado porque los propios estatutos del Colegio Público que le otorgó su licencia establecen que Gustavo Prellezo no podría contar con ese beneficio hasta tanto cumpla con su condena y eso será recién en diciembre de 2021.
Así y todo la sociedad en su conjunto, y en especial su familia, amigos y colegas no cesamos en el reclamo de justicia y en el pedido de que los asesinos de José Luis vuelvan a prisión a cumplir lo que resta de su sentencia. Porque nadie puede mantenerse indiferente de lo que fue el peor crimen contra la libertad de expresión en democracia.
Hoy repaso los homenajes que se van a hacer o que ya se hicieron en distintos puntos del país y no puedo dejar de asombrarme por lo que representó y representa mi compañero y amigo José Luis para la sociedad argentina. Y veo el mapa que terminé de completar el año pasado con todos los lugares (más de 70 en toda la Argentina) que llevan su nombre y quedo anonadado. Miles de personas que no conocieron a Cabezas y que aún hoy no lo olvidan.
Ya pasaron 30 minutos desde que se inició el 25 de enero, fecha que se instauró como el Día del Reportero Gráfico en la Argentina, justamente en homenaje a ese “chabón bravo”, cómo le gustaba definirse.
Y mientras termino estas líneas veo aquella última foto que nos sacaron juntos, abrazados en la fiesta de Andreani, antes de despedirnos para siempre. Sin saberlo. Sin siquiera imaginarlo. Y la única certeza que me surge es decirle a mi coequiper de tantas aventuras, de tanto periodismo: “José Luis, nunca te voy a olvidar”