El año pasado, se prescribieron casi 100 millones de recetas de tranquilizantes para comprar 120 millones de envases de 30 comprimidos cada uno, lo que da diez millones de pastillas al día. En total, son ocho millones de argentinos los que consumen diariamente esas drogas como paliativos para dormir, calmar la ansiedad, bajar el estrés o disimular una angustia.
En la punta de los más vendidos aparece el clonazepam (el más conocido es el Rivotril), que además está entre los diez medicamentos más vendidos en el país. Los argentinos toman un millón de estas pastillitas por día. Su consumo creció el 130% en la última década, incluso más que el promedio de los tranquilizantes en general que, según contó al diario Clarín Marcelo Peretta, al frente del Sindicato de Farmacéuticos y Bioquímicos, se duplicó del 2006 a hoy.
Los especialistas consultados por el matutino aseguran que se toman tranquilizantes como si fueran aspirinas, que nadie tiene en cuenta sus efectos adversos ni en la adicción que generan. Pese a ello, muchos psiquiatras hoy centran sus terapias en tratar de que sus pacientes dejen los tranquilizantes en vez de recetarlos.
«El consumo de tranquilizantes crece por varios factores. Uno de ellos es que estamos viviendo en una sociedad que exige cada vez mayor rendimiento y máxima exigencia en todos los aspectos de la vida, no solo en el laboral», opinó Alberto Trimboli, miembro de la Comisión Directiva de la Asociación Argentina de Salud Mental y coordinador del sector de Adicciones del Hospital Alvarez.
Según el médico, además de las exigencias del mundo actual «existen tiempos dedicados al descanso cada vez más cortos o casi inexistentes, y lo que pareciera la formula más fácil para afrontar esa realidad sería tomar una pastilla. Lo que se busca de esta manera es la píldora mágica que aunque sea nos dé un bienestar momentáneo artificial».