El director del hospital Mariano y Luciano de la Vega de Moreno, Emmanuel Álvarez, publicó una carta abierta en la que reclamó la vuelta a la fase 1 por la segunda ola de coronavirus y describió la dramática situación que vive todos los días.
«Quizás ya sea tarde para evitar el colapso pero si puede menguarse y evitar que la segunda ola se sostenga alta», expresó el médico sobre la crisis por el coronavirus y agregó: «Argentina está entre los países con una campaña de vacunación permanente en medio de una disputa global. Aún así, a pesar de este mérito innegable, y con el 60% de la población mayor a 60 con al menos una dosis, el colapso es imparable. La nueva ola es mucho más contagiosa y mucho más letal».
Es grito porque no se oye la voz de la mayoría, es desesperado porque no hay calma donde reina la muerte, es desde el conurbano porque trabajo en Moreno, tierra “africanizada” desde donde la comunidad y el equipo de salud es ejemplo de lucha contra el COVID. No es sólo mío, es el grito de los que estamos en la trinchera del hospital público o clínica de este u otro lado de la General Paz, de todos los que perdimos seres queridos, rezamos por un hermano o una madre enferma, de todos los que tememos el contagio. Pequé de cierta insolencia y empecé escribiéndole al Presidente pensando qué quizás me leyera, pero como tampoco soy ingenuo, decidí ampliar y dirigir este grito a todos los sectores que tienen responsabilidades y poder como medios de prensa, comunicadores sociales masivos, dirigentes políticos, sindicales y empresariales, en fin, a toda la sociedad civil, incluyendo a ese “indiferente” que anda por la calle sin barbijo y cree tener superpoderes.
Un grito para volver a fase 1, para reducir drásticamente la circulación de personas, disminuir aceleradamente los contagios y la ocupación de camas porque en esto se nos va la vida. Les pido que nos crean que no es un capricho, una postura ideológica o algún tipo de oportunismo. Lo que estamos viviendo adentro de los hospitales estos últimos días no lo vivimos jamás. El sistema está colapsando.
Nunca pensé en estar de acuerdo con Claudio Belocopitt pero tiene razón en su analogía del “pelotudeo en la cubierta del Titanic”. Lo que podría resumirse en que ya embestimos al iceberg y sólo nos queda organizar de la manera más rápida y ordenada el descenso a los botes. Sólo tenemos una oportunidad. Quizás ya sea tarde para evitar el colapso pero si puede menguarse y evitar que la segunda ola se sostenga alta. En la mayor parte de los países, incluso en los más desarrollados, hubo colapso, incluso luego de haber tomado las medidas de restricción más fuertes y aún siendo países con vacunación avanzada. Argentina está entre los países con una campaña de vacunación permanente en medio de una disputa global. Aún así, a pesar de este mérito innegable, y con el 60% de la población mayor a 60 con al menos una dosis, el colapso es imparable. La nueva ola es mucho más contagiosa y mucho más letal. La circulación de las cepas de Manos y Británica en el AMBA es un hecho y está demostrado estadísticamente que la cepa brasilera, por ejemplo, ha matado en su región en 3 meses lo que en un año. Nosotros lo vemos todos los días, casos más agresivos, en personas jóvenes, muchas de ellas sin factores de riesgo conocidos. A diferencia de la primer ola los contagios en edades infantiles y en mujeres embarazadas están aumentando. Cuando algunos me dicen que el colapso sanitario es el objetivo de algunos sectores políticos para desprestigiar y desestabilizar una gestión de gobierno me cuesta creerlo. Porque este virus demostró no diferenciar entre los gobiernos en ningún lugar del mundo. La mayoría de los que trabajamos en salud tenemos en la Argentina la tradición de la salud como derecho sin importar el credo, pertenencia política o clase social de las personas. Cuando hace unos días vi en un noticiero como una persona pedía entre lágrimas una cama para su padre en una clínica de medicina prepaga en Capital Federal, lo primero que me salió fue contactarla para ofrecerle una cama de terapia en el nuevo Hospital Modular de Moreno. Entre lágrimas me agradeció y me contó que un minuto antes le consiguieron una en el Sanatorio Otamendi. Pensé que tal vez hice mal porque si el traslado se hacía efectivo le iba a “quitar” una cama a una persona de la Provincia de Buenos Aires o una persona que no tenía Obra Social. Rápidamente retracté ese pensamiento. En el medio de una pandemia (siempre), en el medio de un colapso, los seres humanos, las personas deben ser atendidas y cuidadas según necesiten sin importar estatus de pago, nacionalidad, clase o religión. Si, como nos enseñó Carrillo. Recapacité en la importancia del rol coordinador y rector del Estado, de rescatar y poner en valor lo que funciona y corregir lo que no. Porque está bien atender a todxs pero debemos superar el caos existente, caos evidenciado en la profunda fragmentación e inequidad regional de nuestro sistema de salud. En el “conurbano” de la Provincia, por ejemplo, no es la decisión arbitraria o cerrada entre directores de hospitales lo que determina que paciente es derivado o no y a qué centro. Es el SIES (Sistema Integrado de Emergencias Sanitarias) de quien recibimos en este momento en Moreno las derivaciones de pacientes COVID de otros distritos del conurbano, o AMBA como se dice ahora con más estilo. Son decisiones sanitarias, de política sanitaria. En los casos que mencioné encontrar una lógica y orden a esas derivaciones en la Ciudad de Buenos Aires no es posible ya que el SAME no tiene el control de todas las camas del sistema. Además, incluso, recibimos diariamente en forma informal pedidos de guardias de distintos hospitales y clínicas para lograr derivar sus pacientes a la Provincia de Buenos Aires. Es la importancia del trabajo de mando y planificación de gestión pública estatal.
Nuestro municipio, que tuvo su primer brote de Covid allá por febrero de 2020, recibió en diciembre de 2019 un sistema de salud con 8 camas de terapia intensiva operativas del sector público para más de 650 mil personas, esas inequidades históricas de las que hablaba. Esta semana que pasó terminamos de abrir la cama de terapia número 53 (y vamos por más) ya que se instaló el nuevo hospital modular y se triplicó la cantidad de camas de UTI del centenario Hospital Mariano y Luciano de la Vega. Más de 500 trabajadores de la salud nuevos. Fue una acción de inversión histórica entre el Estado Nacional, Provincial y Municipal. Lo inimaginable se hizo posible. Hace un par de días además, el Ministerio de salud de la Provincia inició la apertura de más de 500 camas en centros extrahospitalarios (80 en Moreno) que recibirán pacientes COVID con requerimiento de oxígeno leves para desagotar camas hospitalarias. Ante la escasez de oxígeno, se instalarán decenas de plantas generadoras de oxígeno para garantizar la demanda. Me consta, no sólo en mi Hospital, en cada rincón que esté libre, o puede refuncionalizarce, se instala una cama más para internación. La cantidad de acciones tendientes a reforzar la atención de pacientes covid y no covid es gigante, también en la Ciudad de Buenos Aires y en el sector privado, el Ministro de Salud Fernán Quirós es parte y es consciente de las necesidades del colapso. El empuje y la voluntad es tan grande como las decenas de barcos y aviones con insumos y equipamiento que Daniel Gollán y Nicolás Kreplak (Ministro y Viceministro de salud de la Provincia de Buenos Aires) mandaron a buscar a China. Es que la premisa del equipo de salud se resume en que lo que no está se consigue, lo que no se consigue se lo encuentra, y lo que no se puede encontrar se lo crea.
A pesar de todo ésta entrega, no será suficiente, llegará un momento donde la muerte nos meta un gol por posición adelantada, donde finalmente la angustia, el dolor, la impotencia y el agotamiento de los trabajadores/as de la salud se sinteticen en el último respiro antes del hundimiento . Solo el tiempo dirá cuánto más podamos resistir. Tienen que entender todos y todas lo que significa este colapso, y lo que significará si este colapso empeora como un Titanic que se hunde sin dar a tiempo a subir a los botes. El colapso son nuestros compañeros/as de trabajo muertos/as, son los cada vez más pacientes jóvenes de entre 30 y 50 que están intubados y se nos van de las manos, las cepas mutantes circulantes, la mayor incidencia en niños y niñas internados, son los llamados de seguimiento a domicilio que nunca llegan, son las ambulancias paradas en las puertas de las clínicas esperando una cama que no va a llegar y el tubo de oxígeno que se va acabar, son las ambulancias que no van a llegar, los muertos en las casas, en las calles, los muertos que morirán sin respirador. Y esto es ahora, en el AMBA, si, en la Ciudad más “rica” y en el conurbano “pobre”, pero sepan todos que somos un dique de contención para las provincias. Cuando el virus, con esta letalidad y esta virulencia, alcance a las provincias y distritos más pobres del país, aquellos territorios donde hay un escaso o nulo sistema de salud, aquellos lugares donde no hay más oxigeno que en el aire, o donde no hay casi agua para tomar, aquellas provincias que tienen peores y mayores problemas de salud en la población, donde no hay un solo médico en decenas de kilómetros ¿Qué harán, que haremos?
No nos merecemos eso, somos mucho mejor que la negación de esta realidad dolorosa. No puede haber lugar a especular, a jugar con esto. No puede haber lugar siquiera a decir que es más importante una clase presencial de matemáticas o tomar algo en el bar con un amigo, que esto… No puede haber lugar a que los proveedores de oxígeno especulen con el oxígeno, o que los laboratorios quieran aprovechar y triplicar sus ganancias, o que los gobiernos no pongan lo que hay que poner donde más se necesita, no puede haber lugar para que haya clínicas u hospitales que escondan camas o las reserven para los amigos. Tenemos que entender que no puede ser tema de discusión lo que dice una “minoría intensa” frente a una mayoría más sutil pero con una voluntad férrea de vivir y salvar. Tiene y debe haber rectoría del Estado Nacional, del Ministerio de Salud. La autoridad se la dan los cientos de miles de familiares y amigos que han perdido y están perdiendo todos los días a un ser querido. No hay más que decir, salvo que acá estamos, médicos/as, enfermeras/os, camilleros/as, kinesiólogos/as, técnicos/as, promotores/as de salud, y tantos otros que somos parte de hospitales, centros de salud, ministerios, pero que somos parte de la comunidad, comunidad que demostró desde hace más de un año que puso y pone toda su trama para que a ningún vecino o vecina le falte nada. Se trata de cuidado, es el lenguaje que entendemos. Les pedimos a gritos que frenen los contagios y el colapso en marcha, ya saben cómo hacerlo, TODOS. Algunos dirán, “uno más que le gusta hablar de salud y no de economía”, y tienen razón, porque soy un simple médico, pero antes de eso, aprendí que una persona enferma, que una familia en duelo, que un muerto, no pueden trabajar y que la condición base para trabajar y producir riqueza es estar sano, luchar por eso, que para despertar primero hay que saber dormir, que la economía es una actividad humana y sin salud no hay humanidad posible.
Nosotros y nosotras seguimos acá en esta trinchera, no tenemos tiempo para llorar a pesar de que tenemos razones, pero no les vamos a dar el gusto, no vamos a permitir que a ningún habitante de esta tierra le falte oxígeno, un respirador, o al menos, una cama donde morir cuidado y dignamente acompañado.