Eran tiempos de exploración, de descubrimientos y de conquista. Desde Lima, en 1571, el virrey Francisco de Toledo dio instrucciones a Luis Jerónimo de Cabrera, noble hidalgo español que ejercía la gobernación de Tucumán, para que fundara ciudades que funcionaran como puestos defensivos ante los ataques de nativos. El objetivo geográfico era el actual territorio de Salta. Sin embargo, Cabrera resolvió ir más al sur por dos motivos principales: noticias que informaban acerca de riquezas y la búsqueda de una salida al Atlántico.
En Tucumán quedó su familia: Luisa Martel de los Ríos y los hijos. Cabrera alcanzó los márgenes del río Suquía y allí fundó, el 6 de julio de 1573, la ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía. Parte del nombre evoca su tierra, ya que el conquistador era andaluz oriundo de Sevilla. En cuanto a Córdoba, también andaluza, era la ciudad de la familia materna de su Luisa. Más aún, en el escudo de la nueva ciudad, diseñado en los días de la fundación, figuran dos ríos que representan el Primero y Segundo de la tierra cordobesa. Pero hay que tener en cuenta que el escudo de su familia política, «De los Ríos», también presenta un dibujo similar.
El virrey Toledo criticó la actitud de Cabrera. En abril de 1574, Gonzalo de Abreu, pariente del fundador de Córdoba, pero enemistado con él, mandó tomarlo prisionero y lo llevó encadenado a Santiago del Estero. Allí le iniciaron un sumario por su osadía de desobedecer las órdenes del virrey y lo ejecutaron. Pero la semilla ya había sido plantada y Córdoba creció hasta convertirse en uno de los territorios más preciados de la actual República Argentina.