El reloj marcaba las 17.37 y la marcha en el Poder Judicial comenzaba a tomar forma. Poco a poco, la gente empezaba a llegar al lugar para clamar a viva voz por las causas que se mantienen impunes en el país. Sin embargo, hubo algo que desconcertó a todos: el vallado alrededor del emblemático Palacio de Tribunales, que significó una dificultad para el tumulto de personas que se agruparon dispuestas a hacerse escuchar y gritar en «contra de la corrupción».
Desde el Palacio, sólo podía verse un micro con el sello de la Policía de la Ciudad. Cuando les preguntaron a los oficiales el porqué de las vallas, no dudaron en responder que se trataba de una decisión del máximo tribunal. «Así lo pide la Corte (por la Corte Suprema de Justicia)», aseguraron. Pero más tarde, fuentes del Máximo Tribunal negaron ser responsables de dicha obstrucción.
Pese a ello, los ciudadanos comenzaron a congregarse. La música patriótica fue la que orientó a los recién llegados hacia la intersección de las calles Talcahuano y Lavalle donde estaba montado el escenario, que esperaba por los dos únicos oradores: Diana Cohen Agrest -filósofa y titular de la Usina de la Justicia- y Paolo Menghini -el ya indiscutido emblema de la tragedia de Once-, padre de Lucas Menghini Rey.
«Sin banderas políticas» fue una de las premisas de quienes convocaron a la marcha a través de sus propias cuentas en redes sociales. Así también lo pidió Marcela Campagnoli, precandidata a diputada nacional por Cambiemos, al igual que Guillermo Lipera, presidente del Colegio Público de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, y Alejandro Fargosi, ex miembro del Consejo de la Magistratura.
El visible hartazgo de los convocados fue el factor común. «Cristina ladrona», «Sí se puede» y «Fuera De Vido» fueron tan sólo algunos de los cánticos que se escucharon una vez iniciada la marcha. Fue otra manifestación de tinte político. Los reclamos que en un principio se exteriorizaban de manera pacífica, fueron subiendo el volumen en la medida en la que a la corrupción se le ponía nombres propios.
Si de causas judiciales inconclusas hablaban, se reproducían los mismos nombres una y otra vez: la ex presidenta Cristina Kirchner, el ex ministro de Planificación Federal Julio de Vido, el ex ministro de Economía Axel Kicillof y hasta el denunciado juez Eduardo Freiler. Cuando estos personajes aparecían en los discursos, el tono de voz de los presentes se elevaba cada vez más, y al mismo tiempo las formas se perdían.
La marcha tuvo todos los símbolos propios que suelen apelar a la unidad: el himno nacional y las banderas de Argentina. Asimismo, las velas, que Menghini adujo a las víctimas de masacres tales como Once y Cromañon y que Campagnoli, por su parte, describió como «aquella luz que debería servir para iluminar a los jueces», perdieron en el juego de la euforia y del reclamo cargado de bronca de estos ciudadanos que volverán a reunirse en el Tribunal de Justicia el próximo 6 de septiembre para buscar ponerle fin a los jueces, que según denuncian, resultan funcionales al poder político de turno.