Cuando toman visibilidad acciones como las de María Caballero, se reponen esas energías y ese optimismo que parecerían consumirse más rápido con el encierro. Saber que hay heroínas y héroes allá afuera, ocupándose de todos los demás, brilla más fuerte la luz al final del túnel al que parecería haber entrado el mundo a causa de la pandemia de coronavirus.
Maríia es maestra de 20 chicos en la escuelita rural ubicada entre macial y Monje, a unos 60 kilómetros de Rosario. A falta de los recursos necesarios para que sus alumnos, en el campo, cursen sus clases de manera virtual como en otros puntos del país, ella armó cuadernillos con lecciones y tarea, que se encarga de salir a repartir de tranquera en tranquera.
«Yo tengo mi casa en Maciel, pero cuando se secretó la cuarentena nos fuimos a instalar al campo donde trabaja mi marido. Un día, mi hija se enojó porque no tenía internet para poder hacer la tarea y pensé en todos mis alumnos. Les armo cuadernillos, los pongo en una bolsa y salgo a repartirlos. Después paso a buscar las tarea por cada tranquera», le contó a Roario3.
Su función social lejos está de terminarse en esa entrega y recolección de actividades. Ella misma se encarga, también, de proveer de los útiles escolares a quienes no los tengan. “A la mañana voy al pueblo y les compro a los chicos cosas que les puedan hacer falta para hacer sus tareas, como lápices, plasticola, hojas», contó. Y para que el gesto sea todavía más digno de ese abrazo que no se puede dar pero le hacemos llegar a la distancia, agregó: «Ahora ya tengo listos los huevitos de Pascuas para ellos, que no les pueden faltar”.
