En un par de semanas, se anotaron 1.324 taxistas en el programa del Gobierno porteño para trasladar personas desde las Unidades Febriles de Urgencia anexas a los hospitales hasta hoteles. Sus pasajeros son pacientes leves de coronavirus o con síntomas sospechosos, que deben esperar el resultado del test en aislamiento. Con la curva de contagios aplanada, por ahora son 81 los choferes que hacen estos viajes. Una de ellas es Vanessa De Lima, de 40 años, que decidió ofrecerse para poder seguir trabajando con su taxi y, también, como una manera de colaborar desde su oficio en medio de la crisis de la pandemia.
Vanessa forma parte del primer equipo de taxistas que empezó a trabajar el 10 de abril, en la Unidad Febril de Urgencia que está junto al edificio principal del Hospital Rivadavia. Arrancaron con taxistas registrados en la aplicación oficial BA Taxi, aunque el jueves 16 la Secretaría de Transporte porteña amplió la convocatoria a través del Boletín Oficial de la Ciudad. Los choferes interesados en sumarse al «Servicio de traslado de pasajeros con Covid-19 en taxis» deben registrarse en la app, desde donde son seleccionados. Los que completen 25 jornadas de trabajo al mes, recibirán $60 mil. Si trabajan menos días, les pagarán un proporcional. No pueden anotarse los mayores de 50 años o quienes forman parte de algún grupo de riesgo.
«La propuesta fue una gran oportunidad -cuenta Vanessa- Por un lado, para seguir trabajando, porque vivimos de lo que hacemos. Pero también para aportar un granito de arena en esta situación tan difícil que estamos pasando por la pandemia de coronavirus. Se trata de solidarizarse con los demás y de colaborar desde el lugar que tiene cada uno. En mi caso, lo hago trasladando pacientes».
La parte trasera del vehículo está aislada de la delantera.
Antes de empezar a prestar el servicio, y al igual que los otros taxistas que fueron seleccionados para hacerlo, Vanessa recibió una capacitación. También le entregaron insumos de cuidado y de protección personal. Además, tuvo que llevar su auto a una tapicería, donde por cuenta y cargo del Gobierno porteño le instalaron un sistema que aísla la parte delantera de la trasera, que a su vez es revestida con plástico. Así, conductor y pasajero no tienen contacto entre sí y el interior del vehículo queda protegido. Por otra parte, entre cada viaje los taxis van a un lavadero para su total desinfección.
Vanessa De Lima muestra taxi, equipado con un sistema de aislamiento entre chofer y pasajero.
«Cuando se comunicaron desde el Gobierno de la Ciudad, por falta de información sentimos un poco de temor. Pero cuando nos explicaron bien el tema del aislamiento del auto y las precauciones que se iban a tomar para protegernos, y lo vimos puesto en práctica, nos tranquilizamos. Yo miedo no tengo. Las tapicerías hicieron un muy buen trabajo, el auto está totalmente aislado y no tenemos contacto con las personas que trasladamos. Además, contamos con barbijos, alcohol en gel y todos los elementos de precaución necesarios. Siempre en la calle existe una exposición, pero con estos cuidados el riesgo que corremos es mínimo», asegura Vanessa.
En su caso, fue determinante el hecho de que vive sola. Por eso se animó a sumarse a este servicio. Si bien le hace las compras a su mamá, de 62 años, y su padrastro, de 77, les deja las bolsas en la puerta para evitar el contacto. Mientras tanto, le preocupa qué pasaría con su perro Boris si ella se contagia y tienen que aislarla. Por eso le pidió a una de sus mejores amigas que, si eso sucede, busque a su mascota.
A Vanessa le preocupa el bienestar de su perro Boris, en caso de que ella se contagie. Aunque se siente segura, porque cuenta con muchas medidas de protección.
Por otra parte, Vanessa explica que la falta de contacto directo no limita la comunicación con sus pasajeros, que están pasando por un momento de mucha angustia y estrés. «Algunos tienen mucho miedo y yo siempre les hablo para darles tranquilidad. Trato de aportar desde el lado humano, de hacerles entender que lo mejor es que estén aislados hasta esperar el resultado del hisopado. Y si da positivo, nada mejor que estar en un hotel. Todos lo entienden así».
La parte trasera del taxi está cubierta por un plástico especial, según el protocolo del Ministerio de Salud.
Con 9 años conduciendo un taxi, Vanessa asegura que aún antes del coronavirus muchas veces la gente aprovechaba ese espacio para desahogarse y que ahora no es la excepción. «Me tocaron algunos casos de personas que estaban muy asustadas -agrega- La preocupación mayor es cómo van a hacer con la gente que queda en su casa y que muchas veces depende de ellas económicamente. Pero todos son muy concientes de que lo mejor es aislarse. Yo los entiendo, porque aunque no tengo hijos, tengo sobrinos, mamá, hermanos. Todos estamos viviendo un momento delicado, difícil. No es un momento para el egoísmo, sino que hay que ser empático con el otro«.