Mailín Gobbo, la joven que llevó a juicio al excura Carlos José por haberla abusado sexualmente entre sus 11 y sus 20 años a partir de 1999, aseguró que «todavía no puede creer» que haya resultado absuelto y consideró que las causas de abuso sexual infantil anteriores a la ley Piazza, de 2011, no deben prescribir porque «una recuerda cuando está preparada» para procesar esa información.
«Yo estuve mucho tiempo enojada con mi memoria», contó en diálogo con Télam Mailín, que hoy tiene 33 años, recuperada de la conmoción que representó para ella y otras tres víctimas la decisión del Tribunal Oral Criminal (TOC) Nº2 de San Martín, el pasado martes, de absolver al exsacerdote a pesar de que la querella y la fiscalía habían pedido una condena de 20 años, lo que implicó su inmediata libertad por primera vez en dos años y medio.
La joven aseguró que la psiquis de las víctimas de abuso sexual infantil tiene sus propios tiempos: «La mente lanza una bomba y en la medida en que va pudiendo alivianar esas emociones, va sumando detalles».
«Mi terapeuta me dice que si no lo recuerdo es porque todavía no estoy preparada para recibir esa información. Me costó entenderlo pero es así; porque de haber recordado todo de una sola vez, quizás hoy no estaría acá porque en el 2009 intenté suicidarme», agregó.
Es que Mailín no sólo debió asimilar lo que le pasó con todo el dolor que implica, sino enfrentar todo tipo de preguntas revictimizantes y la indiferencia de la Iglesia.
El tribunal Integrado por los jueces Raúl Luchelli Ramos, Carolina Martínez y Mónica María Carreira, encontró a José (62) inocente de los cargos de «abuso sexual infantil gravemente ultrajante y doblemente agravado» no porque los hechos hayan sido inexistentes, sino por considerar vencido el plazo para juzgarlos.
La ley Piazza (26.705) de 2011 estableció que para los delitos de abuso sexual la prescripción empieza a correr cuando la víctima alcanza la mayoría de edad y en 2015 se sancionó la ley 27.206 que determinó que el curso de la prescripción se suspende mientras la víctima sea menor de edad y hasta que formule la denuncia.
«Lo último que me esperaba es que lo dejen libre, en todo caso esperaba que cambien la carátula a abuso deshonesto», en referencia a un abuso sexual simple, que tiene menor pena, aseguró la joven a Télam.
Pero como lo adelantó a la salida de la audiencia, Mailín apelará en Casación y está dispuesta a llegar hasta la Corte Interamericana si fuera necesario.
«Esto sigue, porque ya me silenciaron un montón de veces y no volverá a pasar. Y será contra la Iglesia también, porque son cómplices», remarcó.
La joven contó que recién se decidió a ir a la Justicia al ver que ocho años después de haber denunciado el caso en la diócesis de San Martín, sus autoridades no habían tomado medidas y «lo dejaron estar con chicos hasta que quedó detenido».
Respecto del comunicado que el Obispado de San Martín sacó después de la sentencia para solidarizarse con las víctimas, consideró que es una muestra más de la «hipocresía» de la Iglesia.
«Pudiendo hacerse responsables y decir ‘bueno, sí, todo este tiempo nos equivocamos’, no lo hacen. Uno no pide mucho más que ese reconocimiento, que para la víctima es muy reparador», dijo.
Además, Mailín busca crear conciencia acerca de que estos delitos «pasan delante de la vista de todos» e incluso son perpetrados por quien menos se lo espera «porque no solo es abuso sexual, sino de confianza».
El juicio al excura
José fue enjuiciado por hechos que tuvieron lugar a partir de 1999, cuando Mailín era una niña de 10 años y fue manoseada por el sacerdote en una pileta con la excusa de enseñarle a nadar, algo que ella recién pudo recordar haciendo terapia cuando tenía 20.
«Hasta el momento, el seguía viniendo a mi casa y yo seguían siendo abusada», contó.
Entonces el sacerdote no la sentaba sobre sus genitales para confesarla, pero cometía otros abusos: «Me abrazaba y me apoyaba, o me daba besos cerca de la boca o me tocaba la pierna debajo de la mesa», recordó.
«Yo no entendía que eso también era abuso», aseguró la joven sobre el momento de sufrir esos acosos, poniendo énfasis en el mecanismo de negación y la falta de educación sexual para poder frenarlos.
Pero con la aparición de nuevos recuerdos, Mailín está cada vez más convencida de que los abusos comenzaron mucho antes del episodio de la pileta.
«En el 2020 se me viene una imagen con él en el jardín de infantes, llevándome al baño cuando yo tenía cinco años pero no recuerdo nada más», dijo.
Uno de los últimos recuerdos lo pudo reconstruir ya iniciado el juicio, a partir de un antigua cinta de video donde se ve a José bailando con muchos niñas y niños alrededor, pero a la única que agarra sin soltarla, abraza y habla al oído es a Mailin que ese día cumplía 7 años.
«En el video pude ver que él me da un beso y yo me paralizo, y recordé que ahí me lleva a la escalera para abusarme donde nadie me ve», evocó.
Hoy la joven considera que el click para decidirse a hacer la denuncia sobrevino con el nacimiento de su hija, que hoy tiene seis años.
«Yo de mis 22 a mis 27 años vivía en automático. Tenía adicción al trabajo para no hacer contacto con lo vivido y además me costaba aceptar mi edad. Pero cuando nació ella pensé que tenía que volver a terapia para poder hacer la denuncia, pero también criar a mi hija consciente de mis secuelas, porque hasta le pedía permiso para cambiarla y tenía miedo de salir a la calle y que me violen delante de ella», aseguró.