crisis 2001

Pasaron 20 años, la pregunta es, ¿aprendimos algo?

NacionalesOpinión

Era un país convulsionado.

Recesión, desempleo, una deuda externa creciente, una sociedad agotada, desconforme con sus dirigentes, bolsillos magros y una oposición que aprovechaba el clima de caos. Al panorama que vivían los argentinos, el 3 de diciembre de 2001 llegaría el principio del fin.

EL CORRALITO

Desde el gobierno nacional, presidido por el Dr. Fernando de la Rúa y de la mano del entonces Ministro de Economía, Domingo Felipe Cavallo, echarían nafta al fuego. Nacía el “corralito”, una imposición brutal que pegaba en el bolsillo de la gente. Ya no se podía retirar dinero de los bancos. Los ciudadanos veían desaparecer sus ahorros, se recortaban los salarios y sin redes sociales como en la actualidad, empezaba a sentirse el tronar de las ollas.

ENTRE CACEROLAS Y SAQUEOS

Y todo fue caos. Primero cacerolazos a lo largo y ancho del país. Habían comenzado en Capital Federal pero que como dominó, se iba replicando hasta en las ciudades más remotas. Luego llegarían los saqueos. Y Junín no fue una isla.

Mientras con el correr de los días desde el municipio multiplicaban esfuerzos junto a representantes de fuerzas vivas, intentando evitar lo inevitable. Los saqueos. Así, grupos de juninenses se concentraban a las puertas de los supermercados exigiendo alimentos al tiempo que los empresarios intentaban evitar los destrozos entregando bolsones de comida.

Sobre Ruta Nacional 7, los medios reflejaban cómo, hasta los trabajadores de una cadena del rubro prestaba colaboración. Trataban de evitar la destrucción de sus fuentes de trabajo. En pleno centro de la ciudad, cuando por entonces dos grandes supermercados funcionaban a doscientos metros de distancia entre uno y otro, la gente mostraba su impaciencia. Imagen que se repetiría en cada rincón de Junín donde hubiera emplazado un supermercado que por entonces, no eran tantos.

Se multiplicaban las fuerzas de seguridad para proteger los edificios. También desde el corralón municipal se trabajaba a destajo. Sin descanso. Con el intendente de entonces, Ingeniero Abel Miguel a la cabeza y secundado por el equipo de trabajo liderado por la entonces Secretaria de Bienestar Social, Magdalena Ricchini, recibían productos, preparaban bolsas con mercadería al tiempo que grupos de juninenses se agolpaban a las puertas exigiendo las entregas. Había que “atajar” el caos reinante que también llegaba a las puertas del Palacio Municipal con vecinos que exigían respuestas.

EL 20 DE DICIEMBRE

Si bien hoy se hace especial hincapié en el 20 de diciembre de 2001, ya el día previo se replicaban saqueos en todo el país también a los camiones que trasladaban alimentos y comerciantes que por miedo –no importaba el rubro-, no se atrevían a levantar sus persianas.

Minuto a minuto se sumaban detenidos y superaban el medio millar. A las siete de la tarde, cuando los muertos en medio de los incidentes llegaban a 7, el presidente de la Rúa imponía el estado de sitio. Así nacían los cacerolazos, el “que se vayan todos, que no quede ni uno sólo”. Pasarían semanas hasta que se aquietaran las aguas.

ENTRE CACEROLAS Y ESCRACHES

Pocas veces se había visto en Junín un reclamo tan contundente. Eran auto convocados cuando aún las redes no se utilizaban como un medio para concentrarse. Por cientos comenzaban a recorrer las calles, entre los manifestantes se iban consultando. Querían saber dónde vivía tal o cual dirigente, legislador funcionario… y hacia esas direcciones se dirigían.

Para ese entonces ya no solo eran cánticos, se sumaban las piedras. Y la respuesta era el intentar dispersar de y desalentar las marchas de miles de juninenses con gases lacrimógenos, aunque no faltaron las postas de goma impactando en alguna pierna o brazo en medio del caos.

El quiebre llegaría el 23 de enero de 2002. Esa noche, desde el interior de la vivienda de calle Remedios de Escalada, dispararían con un arma de fuego. Los perdigones dieron en el abdomen de un manifestante y ya nada se pudo controlar. Saqueo, incendio, corridas, gases.

Antonio Bustos estuvo a centímetros de transformarse en la víctima juninense que podría haber marcado a fuego esta historia que el país recuerda como la crisis más profunda de la historia Argentina desde el inicio de la democracia en 1983.

Pasaron 20 años, la pregunta es, en realidad, si aprendimos algo.

Escribió para Junín24, Claudia Birello.

Seguir Leyendo:
Nacionales‎ ‎ |‎ ‎‎ ‎Opinión
LO MÁS DESTACADO
keyboard_arrow_up