Alberto Castillo voló de Venezuela a la Argentina en mayo del año pasado. Para él, ese viaje fue una «huida». «Fue la delincuencia, el hambre, la pobreza, la locura. Toda la locura», explica Castillo a LA NACION al enumerar los motivos que lo llevaron a abandonar Venezuela. Pero no está solo: el caraqueño de 23 años ya es el tercero de sus hermanos que se radica en la Argentina en los últimos cuatro años. Y es apenas uno de los más de 11.000 venezolanos que decidieron mudarse a este país en 2016.
Un promedio de 30 venezolanos por día se radicaron en la Argentina en 2016. Fueron, en total, 11.298 los inmigrantes provenientes de Venezuela. Ese pico de migrantes hizo duplicar en apenas un año el tamaño de la comunidad venezolana en el país: pasó de 13.049 registrados hasta 2015 a 24.347 al cierre del año pasado, según el reporte histórico sobre residencias temporarias de la Dirección Nacional de Migraciones. La Argentina comienza a figurar así en la lista de los principales destinos escogidos por los venezolanos para escapar de la crisis económica y social que enfrenta el país caribeño.
Esa «locura» de la que habla Castillo hace referencia al país con la inflación más alta del mundo (más de 800% anual), a la ciudad – Caracas- con la mayor tasa de homicidios intencionales (119 asesinatos por cada 100.000 mil habitantes) y a un nivel de escasez que hace desaparecer de los mercados a los alimentos más esenciales.
Aunque sigue siendo menor que otras comunidades de extranjeros -los paraguayos, bolivianos, chilenos y peruanos se cuentan por cientos de miles-, el grupo de venezolanos no ha parado de crecer desde 2009. La DNM reportó en 2015 que fue, incluso, el que más creció porcentualmente: 120%. El pico del año pasado fue todavía mayor: creció un 140% en comparación con 2015. ¿Pero por qué mudarse a la Argentina?
Un país para inmigrantes
El punto clave, como explica Castillo y otros inmigrantes, tiene que ver con la facilidad para lograr residenciarse. A partir de lo convenido dentro del Mercado Común del Sur ( Mercosur), el venezolano puede tramitar su residencia en la Argentina en menos de un mes. Este acuerdo le autoriza a vivir en el país por al menos dos años y le permite trabajar legalmente. Aunque Venezuela fue suspendida el año pasado del bloque regional, estos beneficios migratorios no se vieron afectados.
Al mes de llegar, Castillo ya estaba trabajando en blanco en un restaurante y preparando el papeleo para comenzar a estudiar un postgrado en la Universidad de Buenos Aires. «Que puedas comenzar a trabajar legalmente en un país que no es el tuyo al mes de haber llegado, es algo que no sucede en todos lados. Y si tienes trabajo, comenzar desde cero es posible», dice Castillo.
Carolina Buitrago, una comunicadora de 27 años, también caraqueña, repite la explicación de Castillo pero agrega otro punto importante. El estricto control cambiario que rige en Venezuela impide que el ciudadano común envíe dinero a sus familiares en el exterior. El gobierno venezolano solo autoriza la compra de un cupo limitado de divisas para quien salga del país con la excusa de un viaje turístico. Es un cupo que varía dependiendo de cada país. Hasta 2015, el monto autorizado para los que viajaban a la Argentina era de 1500 dólares. Un lujo si se compara con Colombia, Panamá o Estados Unidos, destinos a los que sólo se le autoriza un máximo de 700 dólares. «Este dinero es lo único con lo que cuentas cuando te vas. Intentas rendirlo al máximo hasta que consigues trabajo», explica Buitrago. «Y mejor 1500 dólares que 700 si vas a comenzar toda tu vida de nuevo», agrega.
Pero cada vez son menos los que pueden comprar divisas para emigrar. También cada vez menos aerolíneas vuelan desde Venezuela y un pasaje puede llegar a costar hasta 10 salarios mínimos (unos 572 dólares a tasa oficial). Sin embargo, nada frena la ola migratoria. «Tenía que buscar una manera de salir de Venezuela como fuera», cuenta David Torres, quien hizo un viaje de seis días hasta Argentina.
Torres primero cruzó por tierra toda Venezuela para llegar hasta Manaos, Brasil. Esta primera fase del viaje duró dos días. En Manaos tomó un vuelo hasta San Pablo. Y ya en San Pablo, luego de esperar otro día más, fue que pudo tomar el avión definitivo hasta Buenos Aires. Ya tiene un año en Argentina. Insiste: «Había que salir como fuera».
Un perfil atípico
El perfil del venezolano que emigra no corresponde con el inmigrante tradicional, sostiene Tomás Páez Bravo, sociólogo de la Universidad Central de Venezuela y escritor del libro La voz de la diáspora venezolana, un estudio que se publicó en 2015 y que será reeditado este año. En tres grandes rasgos: «El venezolano que se va es profesional, joven y de clase media, media alta», explica Páez a LA NACION.
La investigación implicó la realización de 900 encuestas, entrevistas y focus groups, la mayoría de ellos realizadas entre julio y agosto de 2014. Contó con la participación de venezolanos en 42 países.
El 98% de los consultados tiene un título universitario: 36%, licenciatura; 4%, tecnicatura; 46%, maestría; y 12% tiene un doctorado. La principal razón por la que decidieron emigrar fue la «inseguridad personal», el miedo constante a ser víctima de la delincuencia. La segunda: la grave crisis económica. El 92% dijo que no regresaría al corto plazo al país, aún si se registra un cambio de gobierno. Sin embargo, cerca de 47% dijo estar dispuesto a regresar cuando comiencen a cambiar las condiciones de vida.
«Se trata de venezolanos que se prepararon toda su vida, pero se tropezaron con una realidad que les negó cualquier posibilidad de desarrollo», dice Páez. Por eso no es extraño que la barra de un bar sea atendida por personas como Frank Hernández, de 33 años y graduado de Químico en la Universidad Simón Bolívar. «Básicamente, se gana más de mozo acá que de químico allá», explica. También comenta que no militar en el chavismo le cerró las puertas de la industria estatal, el gran motor petroquímico del país. «Como mozo puedo comer y hasta mandar dinero para Venezuela. Ni eso podía garantizarme en Venezuela».
Una diáspora sin precedentes
El profesor Iván de la Vega, investigador del tema en la Universidad Simón Bolívar -con sede en Caracas-, señala que en 1992 había venezolanos en menos de 20 países. No eran más de 30.000 emigrantes en total. En base al seguimiento que ha hecho de censos y reportes migratorios de otros países, De la Vega -que en 2014 publicó «Emigración intelectual y general en Venezuela»- asegura que un estimado de 1,5 millones de venezolanos han migrado a otros 94 países.
El principal destino es Estados Unidos. Siguen España, Portugal e Italia, a los que suelen mudarse los hijos de emigrantes de estos países europeos que llegaron a Venezuela a mitad del siglo pasado. De allí en adelante, Argentina comienza a figurar como preferido, junto a países como, Colombia, Canadá,Francia, México y Panamá. En un ranking elaborado por el Observatorio de la Diáspora Venezolana, coordinado por Tomás Páez, la Argentina estaría en el noveno puesto.
No hay forma de contrastar estos cálculos con las cifras oficiales, porque el gobierno venezolano mantiene la data en absoluta reserva desde 2000. Por esto mismo, las organizaciones internacionales tampoco tienen información precisa del tema. «Lo que queda claro es que, a pesar de la impresición de las cifras, se trata de la diáspora más grande que ha vivido Venezuela en toda su historia», asegura Paéz