El escritor y periodista Pablo Morosi, autor de la última biografía de René Favaloro (1923-2000) que acaba de publicarse, aseguró que si hoy «nos seguimos preguntando por qué se mató» el médico descreyendo de los motivos que dejó escritos, es porque «no queremos asomarnos a ese espejo» de la sociedad argentina en las razones de una decisión de la que hoy se cumplen 20 años.
“Como ocurre con otras muertes trascendentes, no terminamos de creer la historia que se nos cuenta, pero él dejó escritos los motivos: el ahogo económico y financiero de la Fundación y la corrupción del país como causa de ese ahogo”, dijo a Télam el autor de “Favaloro, el gran operador”, publicado por Editorial Marea.
“Pero si seguimos buscando otras razones es porque no queremos asomarnos a ese espejo que nos golpea e interpela mucho, nos dice en la cara que somos unos corruptos, un desastre como sociedad, que es el mensaje que dejó”, reflexionó.
Porque si bien “tenemos un enorme mérito, que es haber contribuido a construir este genio”, cuando se mira “el final de la película”, resulta que “la sociedad le dio la espalda” en un momento crítico de su existencia.
A partir de “más de 140 entrevistas”, el libro reconstruye la vida de Favaloro desde sus inicios académicos y laborales como médico rural, pasando por su consagración en Estados Unidos a partir del desarrollo de la técnica de bypass aortocoronario y su regreso triunfal al país, motivado por un ambicioso proyecto, sin esquivar su vínculo con la dictadura y los diferentes gobiernos democráticos ni su costado más íntimo.
“De su personalidad, lo que más destacado es su carácter de visionario, de ver más adelante que el resto y hacer apuestas que nadie hacía”, dijo Morosi a Télam.
En ese sentido, citó “la creación de una clínica en un pueblo de La Pampa” hasta donde llevó instrumental médico “que casi no se conocía”, o su decisión de perfeccionarse en operaciones de corazón “que eran vistas más como un experimento de ciencia ficción”.
También mencionó la idea de crear una fundación que fuera “cabeza de playa” para propiciar una transformación en el sistema de salud y que este derecho fuera accesible a todos, según “la lógica de ‘al que tiene le cobro y al que no tiene vemos quién le paga’”.
Respecto de su sentido patriótico, Morosi atribuyó “su germen” a la instrucción recibida en el Colegio Nacional de La Plata, donde tuvo la suerte de tener docentes de la talla de Ezequiel Martínez de Estrada, quien “tenía esa visión del nacionalismo popular según el cual si sos privilegiado de ser universitario, hay que devolver al país lo que éste te dio”.
Esta manera de pensar se patentiza cuando renuncia a un sueldo anual de un millón de dólares en Estados Unidos para regresar al país, retorno que “lleva adelante con una épica patriótica” que la opinión pública le reconoce.
“Este gesto de desprendimiento y generosidad cuando ya tenía su vida resuelta y estaba en la meca de la cirugía torácica, lo pone en una plataforma de héroe nacional de la que solo se baja con el suicidio para transformarse en mártir, un mártir que deja un mensaje para la patria, una lectura del país que señala cosas”, dijo.
Uno de sus días más gloriosos, sin dudas, fue el 9 de mayo de 1967, cuando en un quirófano de la Cleveland Clinic operó con éxito a una mujer de 57 años que tenía obstruida una arteria coronaria, restableciendo la circulación sanguínea a través de un injerto de vena safena proveniente de una de sus piernas.
“Ese día se escribió una de las páginas más destacadas de la historia de la cardiología mundial. Fue la primera cirugía programada de revascularización miocárdica que utilizó la técnica luego bautizada como ‘bypass’”, explicó Morosi en su libro.
El autor explicó a esta agencia que a Favaloro “le costó mucho que se lo reconociera como el precursor” porque otros médicos habían realizado experiencias similares, pero lo cierto es que el procedimiento sólo se utilizaba en “situación de emergencia y con resultado incierto” porque no estaba sistematizado en un protocolo, tarea a la que se abocó el platense con tanta “eficacia” que estas intervenciones comenzaron a programarse y el riesgo de muerte “se redujo de un 80 a un 5%”.