Eva Rojas y su marido, Héctor González, tienen siete hijos en común, pero las meriendas y almuerzos incluyen también a más de 100 chicos y 35 adultos sentados a su mesa del comedor Ángel Guardián, en el partido bonaerense de Merlo.
A ese establecimiento, que funciona desde 2013, se le sumaron hace poco dos merenderos en la localidad de Agustín Ferrari que funcionan dos veces por semana y al que asisten 95 chicos en total.
Debido a la crisis económica cada vez más profunda, la pareja inició esta semana una campaña para recibir donaciones de alimentos pero también de fondos, que pueden transferirse por CBU o vía Mercado Pago mediante un código QR.
«No tenemos para poder cocinar nada de nada. Lo poco que sea nos ayuda«, explicaron en un tuit que incluía las capturas con los códigos QR para que el público pueda donar desde $50 hasta $250.
La comida, le confirmó Rojas a minutouno.com, se terminó durante el fin de semana por lo que hacen falta desde aceite, fideos y harina hasta leche y cacao para las meriendas. Ni hablar de comprar carne, fruta y verdura para equilibrar la dieta de los chicos.
Entonces entran en escena las billeteras electrónicas, que ganaron espacio a la hora de pagar la cuenta en un restaurante o saldar la deuda con un proveedor. Ahora también la solidaridad podría servirse de esa facilidad.
El uso de la billetera virtual empezó cuando una familia de la zona decidió aprovechar que ya había pagado el salón para el fallido evento de su hija y lo cedió para una fiesta para los chicos del comedor, que será el 29 de septiembre.
«Ellos me dijeron ‘¿por qué no haces una cuenta en Mercado Pago? Vamos a tratar de cobrar una mínima entrada para poder comprar alimentos y por ahí es mucho más fácil porque el que tiene negocio se maneja con eso, y va a ser más accesible para la gente'», explicó González a minutouno.com.
«Las redes sociales son la única forma que tenemos de llegar a la gente, y que la gente se sume a ayudarnos«, agregó.
La estrategia funcionó hace un año, por ejemplo, cuando un usuario de Twitter les hizo llegar una donación de pallets descartados de una fábrica de pintura.
«Ahora estamos haciendo camastros, unas mesitas ratonas con un par de vidrios que estaban dando vueltas… cosas que nos han donado que vos decís ‘¿para qué lo querés?’. Dejalo acá que nosotros le buscamos el uso«, comentó González.
El comedor Ángel Guardián está ubicado en García Velloso 4269, en la localidad de Agustín Ferrari, Mariano Acosta, partido de Merlo.
Los muebles son obra de «algunos papás que están sin laburo, y de adolescentes que se prenden para poder enseñarles«, explicó González, que tiene una cuenta aparte en la billetera virtual para la venta de los muebles.
Las mesa ratonas con vidrio, por ejemplo, tienen un valor de entre $2000 y $2500, los sillones cuestan $800 cada uno o $2500 dos con una mesa.
El primer «living» de pallets fue creado el año pasado para la fiesta de 15 de tres chicas que asisten al comedor, pero no pasaron desapercibidos en Facebook entre los seguidores de la organización, que empezaron a pedir los suyos.
«La idea es con eso poder sacar un poco del ámbito de la calle (a los chicos). Por lo menos los entretenés con eso, y a su vez abastecer el comedor con lo poco que se pueda vender y darle una moneda para que ellos tengan para sus gastos», explicó González.
«Nosotros no nos prestamos ni a la política ni a la religión. La idea es darle algo a los chicos», aclaró el hombre. En vez, Rojas y él llegaron a poner dinero propio, que el Estado les otorga para la manutención de sus hijos, para darle de comer a los del resto del barrio.