«Voy a ver si consigo pasaje y me tomo un colectivo para estar junto al doctor. Pucha…haber sabido antes que le hacían éste reconocimiento y me tomaba un colectivo para allá hoy mismo. En nuestra familia, después de Dios, viene él», dice con la voz entrecortada por la emoción, Julio Acevedo. Desde Unquillo, en la provincia de Córdoba, el papá de Marianella -la nena que estuvo conectada 955 días a un corazón artificial en el Hospital Garrahan- representa a las familias de los 50 chicos trasplantados por el equipo que lidera el cirujano Horacio Vogelfang, quien será nombrado personalidad destacada de las Ciencias Médicas. El reconocimiento, impulsado por los diputados José Luis Acevedo y Agustín Forchieri, tendrá lugar mañana, a las 18, en la Legislatura porteña.
Sus pacientes y colegas lo vean como a un guerrero de ambo y barbijo, preparado para hacer galopar el corazón de cada chiquito que llega con una deficiencia cardíaca a su quirófano. Pero Vogelfang es un hombre más bien tímido. Prefiere, por ejemplo, ubicarse detrás de todo su equipo médico para la foto de esta nota. Pide que por favor nombremos a todos, incluida Marita, la secretaria que puede hacer más de 30 llamadas en una mañana para que un trasplante sea exitoso. De algún modo le parece injusto que este reconocimiento sea personal, porque sin dudarlo un segundo, afirma que es un logro colectivo de todo el equipo de trasplante, que integran los doctores Gerardo Naiman, Luis Quiroga, Gustavo Sívori, Gustavo Burlli, Ignacio Berra, Alejandra Villa y Walter Medici, además de la intervención de muchos otros servicios del hospital.
«Más allá de la responsabilidad que tengo como médico, en el tipo de cirugía a la que me dedico no sobresale una destreza o desarrollo artesanal de lo quirúrgico. En un trasplante se ponen en juego muchísimas cosas, empezando por una sociedad que entiende que el acto solidario de la donación puede salvar una vida. Soy apenas un intermediario de un hecho magnífico de ayuda y participación humana», reflexiona este cirujano, recibido en la Universidad de Buenos Aires, cuya formación completó en hospitales infantiles de Boston, Toronto, Londres, Amsterdam y París.
Desde que se creó, hace casi 20 años, el Servicio de Trasplante Cardíaco Infantil del hospital lleva realizados medio centenar de trasplantes en chicos de 3 a 6 meses y hasta 16 años. Hay casos emblemáticos como el de Marianella, que estuvo casi tres años conectada al equipo Berlín Heart hasta que, a través del Incucai, apareció un órgano compatible y pudo ser trasplantada. O el de Abril Dispenza, que recibió un corazón cuando tenía 18 meses, en el año 2004, convirtiéndose en el primer caso en el Garrahan en donde utilizaron un donante con sangre no compatible.
El primer trasplante cardíaco en el Hospital Garrahan lo realizó Vogelfang en el año 2000. Su servicio es pionero en la incorporación de tecnologías de última generación que sirven de puente al trasplante como son los llamados corazones artificiales (Berlín Heart y Sistema intratorácico de asistencia ventricular), comprado por el estado argentino y que mantiene con vida a muchos chicos mientras esperan ser trasplantados. A su vez, el Garrahan -que este año está celebrando sus treinta años de vida- lleva realizados casi 2.000 trasplantes infantiles, entre hepáticos, de corazón, riñón y más de 400 de médula ósea.
La población de pacientes del Garrahan es muy particular -explica Vogelfang- ya que los chicos que van a trasplante suelen ser muy pequeños en edad y en peso. «Eso limita muchísimo la posibilidad de donantes. En general (y por suerte) en nuestro país no hay tanto fallecimiento de niños que puedan ser donantes», agrega el médico.
Para que un órgano que pueda trasplantarse, debe haber muerte cerebral del donante pero es vital que el resto de su organismo siga funcionando unas horas más con los órganos en buen estado. «Hemos tenido donantes de Santiago del Estero o San Juan, provincias a tres horas de vuelo. Cada operación implica un operativo que arranca con un avión que tenemos en Aeroparque a disposición para estos casos y que hasta involucra a la Policía, que nos despeja el tránsito con sus motos si el equipo de ablación cardíaca llega con el órgano en hora pico», detalla Vogelfang, quien asegura haber recibido muchos premios en su carrera pero «este reconocimiento es diferente, no es académico sino social. Es una distinción que cala hondo, en el corazón».