Nahir Galarza, la joven de 26 años que cumple una condena de 35 años por el asesinato de Fernando Pastorizzo, ha encontrado un nuevo amor en un lugar inesperado: la cárcel.
Amor y condena: Nahir Galarza encuentra el amor en la cárcel con otro recluso
Esta historia de amor se ha desarrollado en un entorno poco convencional, con Nahir detenida en la Unidad Penal Femenina 6 Concepción Arenal.
Cómo conoció a su nuevo novio
Nahir Galarza conoció a su novio, un recluso de la Unidad de Varones 1 Juan José O’Connor, durante las clases de Programación Informática que ofrece la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER) dentro de la prisión. Un guardiacárcel que prefirió mantenerse en el anonimato reveló: “Se llama Ayala. Se conocieron porque comparten las clases juntos. Cuando ella se cruza para acá charlan y toman mate juntos”.
La relación y el entorno carcelario
La relación entre Nahir y Ayala es bien conocida dentro de la prisión y entre los vecinos de la zona. José Ostolaza, abogado de Galarza, confirma la relación y añade que para que puedan verse fuera del contexto de las clases, se requiere una autorización judicial para lo que se conoce como visita higiénica. Este procedimiento implica una serie de estudios médicos y evaluaciones psicológicas para asegurar que ambos están en condiciones de tener contacto.
Vida en la prisión
Nahir ha forjado una estrecha amistad con Yanina Lezcano, otra interna con quien comparte sus días. Ostolaza comentó que Nahir es muy reservada sobre su vida diaria pero tiene una excelente conducta, estudia y trabaja en la panadería del penal.
Las actividades dentro de la Unidad 6 incluyen una lavandería y una panadería, atendidas por policías en conjunto con las internas. Estos trabajos reflejan el intento de normalidad en un entorno de reclusión. Nahir divide su tiempo entre sus estudios, su trabajo y las interacciones limitadas pero significativas que mantiene tanto con su novio como con su amiga Yanina.
El entorno de las cárceles
Las Unidades Penales 6 y 1 están situadas en una zona residencial de Paraná, creando un contraste peculiar. Los vecinos describen el barrio como tranquilo y están acostumbrados a la presencia de las prisiones. Una vecina comentó: “A Nahir la vimos salir varias veces, y yo hace unos meses me la crucé en el Hospital San Martín. Si la ves, no podés creer que está presa. Está impecable, una diosa”.
La vida en el barrio es tranquila, con la rutina de los reclusos y las actividades diarias que se desarrollan al otro lado de las paredes blancas de la prisión. A pesar de la apariencia de normalidad, la vida en este barrio está marcada por la presencia de las cárceles y las historias que se entretejen detrás de sus muros.