No es una novedad hablar de la violencia en la que la sociedad está inmersa. Los hechos de violencia, ya sea familiar como de género, vecinal, en el tránsito se han transformado en el país en una historia recurrente.
Y la vivida en los primeros minutos de hoy sábado no es una situación más sino que excede los límites de lo imaginable, más cuando se conocen algunos detalles de lo ocurrido, injustificable e inexplicable desde todo punto de vista.
No hace mucho tiempo atrás, en un boliche, un menor de edad fue increpado por un individuo que hasta intentó agredirlo físicamente pero no encontró reacción ya que la víctima “no le di bola”, aunque “después también me corrió”.
Hasta aquí podría describirse como un incidente más, de los tantos que se producen periódicamente.
Pero todo iba a cambiar. Anoche, en las escaleras de Coppel, Bartolomé Mitre y Arias, tres menores compartían charlas, como seguramente repiten con frecuencia y nada podía anunciar la forma en que la violencia desproporcionada, inusitada, incomprensible, se iba a desatar.
Una moto que podría ser una YBR roja y negra o en su defecto una Honda Titán con los mismos colores, ocupada por dos individuos circulaba por el lugar cuando el conductor habría advertido que estaba aquel menor al que había increpado poco tiempo antes. Sin mediar palabra, sacó de entre sus ropas un arma de fuego.
Cuando los menores se dan cuenta, atinan a salir corriendo por Arias hacia Roque Sáenz Peña, buscando un lugar para guarecerse. A metros, a la altura del 16 de la avenida, con sus puertas abiertas y en horario de atención al público, la pizzería Don Manolo.
Es así que uno de los agredidos, desesperado, alcanza a ingresar al local, el segundo se esconde debajo de una de las mesas que se encuentran en la vereda mientras que el motociclista, al tiempo que conduce el rodado comienza a disparar.
Se habla de no menos de cuatro tiros. Dos de los proyectiles impactaron en la vidriera del local gastronómico. La moto siguió viaje circulando, contra mano por Arias, giró en Saavedra, luego tomó calle Lebensohn.
Por su parte, los tres adolescentes, apenas recompuestos, vuelven a salir corriendo por Avenida Rivadavia hasta llegar a calle Winter. Y buscando protección ingresan en la Terminal de Ómnibus. Allí consiguen dar con personal policial y relatan la situación que les estaba tocado vivir.
Protegidos por los efectivos y alertados los móviles del Comando Patrullas que recorren las zonas se inició la búsqueda de los motociclistas, contando además con el apoyo del personal del Centro de Monitoreo.
Cabe destacar que por tratarse de menores de edad, requirieron la presencia de progenitores para que se produzca el traslado a Comisaría Primera donde poco después se radicaría la denuncia correspondiente. Mientras tanto, algunos patrulleros y una unidad de Policía Científica se acercaron al local de Avenida Arias 16. La vidriera para entonces mostraba los lugares en los que habían impactado los proyectiles que, milagrosamente no lesionaron a ninguna de las personas que estaban en el local. Tanto personal como comensales y hasta las propias víctimas del accionar demencial de un motociclista.
Ahora, una investigación en marcha, la intervención de la justicia y la necesidad de dar con los agresores, esperando que no se limiten a calificarlo como un abuso de armas. Podríamos estar hoy ante una tragedia.