El artista Salvatore Garau volvió a generar polémica al vender una escultura invisible por casi 15.000 euros. La obra, “Io Sono”, está “hecha de aire y espíritu” y solo existe en la imaginación de quien la contempla.
Escultor italiano vende una obra invisible por 15.000 euros y desata el debate: ¿genialidad o burla?
El arte contemporáneo no deja de sorprender y dividir opiniones. Esta vez, el artista italiano Salvatore Garau vendió en una subasta su escultura invisible “Io Sono” (“Yo soy”) por 14.820 euros, una cifra que dejó boquiabiertos a críticos y amantes del arte.
La peculiaridad de la pieza es que no puede verse ni tocarse. Según el propio autor, la obra “está hecha de aire y espíritu” y su existencia depende de la percepción del espectador. Para certificarla, el comprador recibió un documento de autenticidad y una serie de instrucciones: debe colocarse en un espacio privado de 150 x 150 cm libre de obstáculos, un detalle que añade aún más controversia.
Garau justifica su creación en el principio de incertidumbre de Heisenberg, propio de la física cuántica. Afirma que incluso el vacío contiene energía y, por lo tanto, aunque no haya materia visible, “ese nada tiene un peso”. Para él, lo que importa no es la forma física, sino la energía invisible que ocupa un lugar.
No es la primera vez que el escultor genera debate. Ya presentó obras como “Buddha in Contemplation” y “Face of God”, también intangibles y basadas en la misma idea: el arte puede estar hecho de aire, energía y espíritu.
La polémica no tardó en explotar en redes sociales y medios especializados. Mientras algunos consideran la propuesta una provocación genial, otros la tildan de “insulto a los artistas” y de burla al mercado del arte. Como ironizan algunos críticos: si la escultura es invisible, ¿el dinero pagado también lo será?
Lo cierto es que, una vez más, Garau logró lo que parece buscar con cada obra: abrir el debate sobre qué es realmente el arte y hasta dónde puede llegar la imaginación humana para crear valor en lo intangible.