Ya se acerca Noche Buena. Ya se acerca Navidad. Cómo no pensar que esta Selección Argentina que no conoce de imposibles no se haya animado también a desafiar una tradición milenaria adelantando una semana la llegada de las fiestas. Si el brindis y el abrazo no solo quedó este domingo limitado a la familia, sino que se extendió a cualquiera que se cruzara compartiendo la misma emoción. Cómo no pensar que no habrá regalo en el árbol que supere el que de ahora en más va atesorar el corazón del pueblo futbolero argentino, representado en ese beso que Lionel Messi le dio a la Copa del Mundo que tanto había buscado, rompiendo con todos los protocolos de la FIFA.
Argentina jugó para llenar los ojos del mundo, pero sobre todo de su gente. Sufrió, porque parece que así está escrito en su ADN, pero terminó gritando dale campeón en la que probablemente haya sido la mejor de las finales de la historia de los mundiales.
Lo empezó a cocinar en el primer tiempo, con goles de Lionel Messi y Ángel Di María. Justo ellos, sí. Los que más se lo debían. Pero revivió fantasmas con la ráfaga de goles de Kylian Mbappé que contra la justicia futbolera llevó las acciones al alargue. Otra vez Messi llegó al gol para sentenciar que no se podía escapar la Copa. Pero otra vez Mbappé, llamado a ser su sucesor con máxima figura del fútbol Mundial, puso el 3-3 y sentenció que todo se definiría en los penales. Previamente, la capa se la puso el último gran héroe argentino, porque de no ser por el pie milagroso de Dibu Martínez los franceses hubiesen celebrado su bicampeonato consecutivo. Y otra vez el arquero más demente del planeta se hizo gigante en los penales. Se lo negó a Coman y disfrutó del cien por ciento de efectividad de los pateadores Albicelestes.
Qué importa si no se mereció sufrirlo tanto, si al final el desenlace es el que se había esperado durante 36 años. Maradona desde el cielo. Messi en la tierra. Los dos más grandes futbolistas de la historia están ahora sí hermanados para siempre. Argentina ya no quiere. Argentina es campeón mundial, otra vez. Al gran pueblo, salud. ¡Y felices fiestas!
