Historias de vida: Aldo Omar Rodríguez, el marino que pudo haber estado en el Belgrano

Noticias

El ex combatiente, por esas cosas del destino, fue embarcado en el Irizar, utilizado como buque hospital durante el conflicto, a pesar de que fue requerido desde el buque hundido por un submarino inglés. 

Aldo Omar Rodríguez, quien durante el conflicto era suboficial de las fuerzas armadas y tripulante del rompehielos “Almirante Irizar”, tras haber pasado también por el crucero “General Belgrano”contó que «a comienzos de 1982 –recuerda- se cruzaron los pases: a mi me habían solicitado del Belgrano, por tener conocimiento; pero me mandaron al Irizar, donde quedé en esa unidad; por lo cual, podría haber formado parte de la tripulación del crucero. Lamentablemente, gran parte de la promoción de maquinistas, como electricistas murieron debido a los torpedos que recibieron, ya que estaban por debajo de la línea de flotación”.

EL CONFLICTO

Rodríguez, en 1982, ya era papá de dos hijos –rememora-: “Nicolás de 3 años y a Carlos Alberto de 2; Noelia no existía todavía. Me presento en el Rompehielos Irizar y para uno era el mejor; porque contaba con campañas antárticas, y pensaba en la diferencia de dinero que podía hacer. Yo estaba construyendo mi casa acá en Junín”.

Recuerda también que lo primero que se hizo al llegar a Puerto Argentino fue tomar la radio, pasó a ser Radio Argentina y se pasó “La Cumparsita”.

Sobre su misión señala que “íbamos de la isla a Ushuaia o a Comodoro Rivadavia o a Puerto Madryn. Siempre estuvimos dentro del conflicto y fuimos los últimos en volver, trayendo tropas argentinas una vez que se rindieron. Yo regresé a mi casa, los primeros días de julio”.

LA GUERRA EN PRIMERA PERSONA

“Durante el conflicto –expresó- el Irizar funcionó como buque hospital. Yo era maquinista y el buque estaba preparado para operar en el hielo, pero nunca pensamos que se convertiría en hospital. Funcionaban tres quirófanos. Al Irizar nunca le pasó nada”.

“Una vez –agrega- navegábamos para la isla llevando pertrechos de guerra, y nos informan que recibiríamos la visita de la Cruz Roja Internacional. Llegaron en helicóptero, pero junto con ellos había infantes ingleses, tipos grandotes de boina roja. Era una inspección al buque para ver que era lo que llevábamos. No me explico cómo, el buque llegó sin problemas a las islas”.

El ex marino reconoció que “siempre estuvimos en situación de riesgo, obviamente, pero nunca sufrimos un gran ataque. Un día, que yo estaba de guardia me enteré de lo del Belgrano y todo cambió. Pensar que yo podría haber estado ahí porque era mi destino. Cuando impactaron los torpedos en el crucero eran las cuatro de la tarde, horario de cambio de guardia. Por ejemplo, si en las máquinas hay diez personas, a las cuatro hay veinte porque es el relevo. Sólo se podían salvar los que conocían muy bien las salidas del buque porque con el ataque quedó a oscuras”. 

Un hecho relatado por Rodríguez lo marcó y le hizo reconocer el horror de la guerra: “hace diez años, como soy Testigo de Jehová, estaba predicando por Junín y fui a un negocio. La señora que atendía me dijo: “Aldo ¡vos sos Aldo! ¡Estás vivo!”. El hijo había estado en Malvinas y pensó que yo había muerto”.

“Los días –señala- eran hacer guardia, preocuparse por la familia; y saber que ellos también estaban preocupados. Los comandos nos dejaban hablar por la noche a través de radio; sin dar la ubicación porque siempre estábamos en la cercanía de las islas.

-Hola Susana ¿cómo estás? Cambio.

-Bien, ¿dónde estás? Cambio.

Y no le podía decir. La llamaba al teléfono de la madre, y le decía que se quedara tranquila, que no nos iba a pasar nada; que estábamos seguros”.

Tras la rendición recuerda que “en las últimas navegaciones a las islas, de una tripulación de 120 personas, el buque llevaba cerca de 600 ya que se sumaron prisioneros, heridos y locos. Nunca voy a olvidarme de un soldado que estaba en un rincón del buque, con la cabeza gacha, demacrado. Rígido. Es una imagen que no pude sacar de mi cabeza”.

“Cuando fui a la guerra, por mi formación militar sabía a lo que me enfrentaba y, en ese momento no tomé conciencia de la edad que tenían los conscriptos que iban, eran chicos. Ellos no estaban preparados; se notaba hasta en la diferencia de ropaje: los ingleses tenían trajes térmicos y pasadas determinadas horas de lucha eran reemplazados por otro grupo. Con los argentinos no fue así; ni siquiera pudieron bañarse. En el buque quedó olor por mucho tiempo…Una vez, tuvimos que bajar la temperatura del agua caliente para no producir un shock en los soldados, ya que no recibían agua con temperatura más o menos alta desde hacía mucho tiempo. El frío que sentí en las Malvinas no lo sentí en la Antártida”, relató.

“Volví con mucha bronca por lo que se había vivido. Esa fue una de las cosas que me enfriaron como militar”, sostuvo el ex combatiente quien añade: “Me quedé en La Armada porque ya estaba en el Irizar y como comenté antes, me había empezado a hacer la casa; sino me hubiera ido. Por otro lado, mi contrato se vencía y firmé otro por cuatro años. Era necesario para poder ir a la Antártida. En 1984, aunque me quedaban dos años por delante, gracias a una resolución de Alfonsín, por la cual el que quería irse podía hacerlo, pedí la baja. En Buenos Aires vivía en un lugar con gas natural y calefacción y nos vinimos a Junín con la casa a medio terminar. Así conoció mi mujer las heladas y vio florecer los durazneros, hasta que se acostumbró”.

EL REGRESO

Finalizada la guerra y al recordar los primeros tiempos después del ´82, Rodríguez sostiene: “No se hablaba de la guerra, sentía como que a la gente no le interesaba el tema. Y tampoco se usaba decir “soy veterano de guerra”, eso vino mucho después. Los soldados desembarcaron del buque de noche y en soledad, sin una fanfarria, sin recibimiento. La gente, los que fueron a La Plaza, no tenían conciencia de la guerra: no les cayó una bomba… Es más, recuerdo que estando en el buque, por satélite vimos un partido de Argentina, del Mundial 82 que se jugaba en España: Se estaba en guerra, se gritaba en Plaza de Mayo y había un mundial”.

“Creo que la guerra no sirve para nada. Perdí muchas cosas cuando dejé la carrera militar como un buen sueldo y la obra social para mi familia, pero si hoy tuviera que volver a vivir todo, incluida la guerra, no lo haría; no podría volver a pasar por eso. La guerra no es la forma de resolver el conflicto Muchos dicen que volverían, a mi nunca me picó un proyectil al lado, ni una bomba, pienso que los que sí estuvieron ahí no quieren vivirlo nuevamente. Recién hoy me siento un poco más tranquilo”, concluyó en su relato.

Seguir Leyendo:
Noticias
LO MÁS DESTACADO
keyboard_arrow_up