Una moneda de 50 centavos mexicana del año 1996 se vendió por $2.000.000 debido a un error de acuñación único. Conocé qué la hace tan especial y por qué los coleccionistas están dispuestos a pagar una fortuna.
Pagan 2 millones de pesos por una moneda de 50 centavos de 1996: por qué vale tanto
En el mundo de la numismática, objetos aparentemente comunes pueden transformarse en verdaderos tesoros. Tal es el caso de una moneda de 50 centavos de 1996, por la que llegaron a pagar hasta 2.000.000 de pesos. Aunque muchas monedas antiguas no tienen gran valor, esta en particular despertó el interés de coleccionistas por una combinación de rareza, error de fabricación y excelente estado de conservación.
¿Cuál es la moneda por la que pagan una fortuna?
Se trata de una moneda de 50 centavos que forma parte de la familia C del Banco de México y que comenzó a circular en enero de 1996. Tiene forma dodecagonal (12 lados), un diámetro de 22 mm, un peso de 4,39 gramos y está fabricada en una aleación de bronce y aluminio, que le da su característico tono dorado.
En su anverso, presenta el Escudo Nacional mexicano con la leyenda «Estados Unidos Mexicanos». En el reverso, figura el número “50” con el símbolo “¢”, el año de acuñación 1996, el símbolo “M°” de la Casa de Moneda de México y un diseño del Anillo de la Aceptación de la Piedra del Sol.
¿Por qué vale tanto esta moneda?
Lo que hace que esta pieza alcance semejante valor es un error de acuñación sumamente raro: aunque fue producida en 1996, algunas monedas muestran erróneamente el año “1883”. Este detalle convierte a la pieza en un ejemplar extremadamente valioso y codiciado, ya que los errores de este tipo son escasos y difíciles de replicar.
Además del error, la condición de la moneda es clave: para alcanzar cifras millonarias, debe encontrarse en estado de conservación casi perfecto (lo que en términos técnicos se denomina sin circular o proof).
¿Cómo saber si tengo una moneda valiosa?
Si tenés una moneda de 50 centavos de 1996, revisá cuidadosamente:
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Que tenga la forma y materiales descriptos.
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Que el año esté mal impreso (por ejemplo, diga 1883).
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Que se conserve sin daños, rayaduras ni desgaste.
Ante cualquier sospecha, se recomienda consultar a un experto en numismática o llevar la pieza a una casa especializada para su evaluación.