Los cargos electivos no deben ser trampolines personales ni refugios permanentes. Son responsabilidades temporales, con principio y fin
La trampa de la reelección indefinida
Por Roberto Costa-
Dirigente LLA Provincia de Buenos Aires
Hace menos de una década, en un hecho histórico para la democracia bonaerense, sancionamos la ley que limitó las reelecciones indefinidas de intendentes, legisladores, concejales y consejeros escolares. En ese momento me desempeñaba como presidente del bloque de senadores – Cambiemos- que impulsó, defendió y votó afirmativamente esa norma. Lo hicimos convencidos de que la alternancia en el poder es un pilar indispensable de cualquier república moderna.
Esa ley —impulsada en 2016— no solo respondía a una demanda ciudadana clara, sino que fue un gesto de madurez institucional. Significó decirle “basta” a los cargos vitalicios disfrazados de representación popular. Sentaba las bases de una política en sintonía con los valores de la alternancia, la transparencia y la renovación institucional. Una política, en definitiva, anticasta.
El Senado bonaerense dio media sanción a otra ley —impulsada por el oficialismo que responde al gobernador kirchnerista Axel Kicillof— que pone fin a ese límite y avanza en la restitución de las reelecciones indefinidas.
No sorprende el accionar del kirchnerismo. Ya en 2016, cuando se votó la ley, ellos no estuvieron de acuerdo y la rechazaron. Fue muy difícil, en aquel momento, construir una mayoría que permitiera sancionar una norma que desafiaba privilegios instalados desde hacía décadas. Lo que sí me sorprende es que muchos de quienes acompañaron con convicción aquella conquista institucional, hoy, por razones confusas y poco claras, hayan colaborado con su accionar para modificar esa misma ley.
No se puede estar con la república en 2016 y con la trampa en 2025.
Desde hace años, el kirchnerismo ha demostrado una vocación por concentrar el poder: erosionando instrumentos de control, atacando a la Justicia y disfrazando de derechos lo que, en el fondo, no son más que privilegios para garantizar la permanencia y el poder de unos pocos. Por eso, no extraña que esta avanzada cuente con el respaldo de figuras cercanas a Cristina Fernández de Kirchner, quien nunca ocultó su desprecio por los límites institucionales.
Estoy convencido de que la reelección indefinida debilita la democracia y representa un enorme retroceso. No hay república sólida sin límites al poder, y no hay representación genuina si los sillones se transforman en tronos.
Lo que está en juego no es una herramienta técnica: es el sentido mismo del servicio público.
Los cargos no deben ser trampolines personales ni refugios permanentes. Son responsabilidades temporales, con principio y fin. Cualquier otra interpretación es funcional al clientelismo, a las estructuras cerradas y a una política desconectada de la sociedad.
Ahora resta esperar qué posición adoptará la Cámara de Diputados. La democracia se honra en los hechos, no en los discursos