Un nuevo ciclo lectivo comienza y con ello una serie de expectativas e ilusiones, desde cada niño /a , adolescente .Cada familia deposita en la escuela la confianza en que sus hijos van aprender, cree que la escuela es ese buen lugar donde niños y adolescentes deben ir para educarse.
Lamentablemente este nuevo inicio nos lleva a volver a pensar en la realidad educativa. Estamos frente a la mayor crisis de la educación de la Argentina, un sistema educativo que no pudo capitalizar la post pandemia para producir cambios profundos que impactaran directamente en la calidad educativa-
¿Qué escuela tenemos hoy en la provincia de Buenos Aires?
Una educación devaluada, que retrocedió en el tiempo, casi 20 años sin pensar qué necesitan hoy nuestros niños y adolescentes. Con Diseños Curriculares derogados del año 2018/2019, volvimos a una escuela que enseña poco y mal. Las Pruebas Aprender dan cuenta de este retroceso. Chicos que han abandonado la escuela, que no titulan su secundario, un 35% no lo inicia a pesar de ser obligatorio. Una educación que no atrae, que no enseña en función de las demandas del mundo actual.
No avanzamos cuando en pleno siglo 21 no pensamos en cómo enseñar desde otro paradigma que contemple la adquisición de habilidades y competencias que luego pueden ser aplicadas a cualquier campo del conocimiento; no avanzamos cuando los chicos promueven sin aprender, por el solo hecho de cambiar estadísticas y decir que están todos en la escuela. Guardaron en las Bibliotecas bajo llave los kits de Robótica que se habían implementado en los tres niveles, proponiendo programación, pensamiento computacional para volver a las fotocopias y al subrayado, retrocedimos ….
Que todos los chicos estén en la escuela, todos aprendiendo, trabajando, incorporando valores, habilidades y competencias significa mucho trabajo docente, mucha capacitación, poniendo en juego un concepto bastante conocido como lo es el de justicia educativa, que significa crear las condiciones de aprendizaje para cada alumno, darle a cada uno lo que necesita, que no es lo mismo que igualar, no exigir, no repetir, no promover. Dar a cada estudiante las posibilidades de aprender, que sus certificaciones no sean vacías, por el solo hecho de estar en la escuela, por solo asistir, sino estar, aprender, prepararse para la vida, para el trabajo, para los estudios. Esa es la escuela que queremos, donde los docentes sean profesionales y no sindicalistas, donde los chicos aprendan, y no solo transiten las escuelas, egresen sabiendo.
La escuela necesita pensar más en cómo hacer para incluir a las grandes mayorías y como trasmitir una convicción pedagógica de que todos pueden aprender en la medida que generemos las condiciones de posibilidad.
Enorme desafío posible y necesario que nuestros chicos merecen, son el futuro, son la promesa de una Argentina más justa y soberana. Necesitamos más pedagogía y menos política militante. Recuperemos el valor central de la escuela en nuestra sociedad como territorio de promesas y esperanzas. Donde se depositan sueños y donde se busque llegar a mayores niveles de justicia educativa.