La mejor manera de celebrar los 40 años de democracia que nuestro país está transitando éste año es participando y ejerciendo el derecho a votar. A la Argentina le costó mucho recuperar la democracia, por lo que hay que cuidarla y fortalecerla para que sea un sistema político que brinde las respuestas que los ciudadanos esperan de ella.
Esa respuesta no depende exclusivamente del sistema político o de la forma de gobierno que éste adopte, depende de aquello que los ciudadanos hacen con la política.
Por lo tanto, el fortalecimiento de la democracia debe darse a través de la educación y de la cultura cívica de la población.
En este sentido, la política es una herramienta de transformación, es una actividad, una acción que refleja las decisiones que toma la sociedad civil.
Son los ciudadanos expresando sus preferencias y la dirigencia haciendo una valoración de lo elegido, los que tienen la responsabilidad de darle buen uso a esta herramienta llamada política.
El resultado electoral del domingo 13 de agosto merece algunas consideraciones, tanto objetivas que son las que surgen de los datos o de los hechos, como analíticas, que son las que se dan de la interpretación subjetiva que cada uno hace de los datos o de los hechos.
En cuanto a los datos, la PASO dejó en claro el triunfo de “La Libertad avanza” de Javier Milei, que fue la fuerza política más votada en el país, dejando en segundo lugar a “Juntos por el Cambio” y por detrás a “Unión por la Patria”, pero sin otorgar una ventaja o diferencia contundente que permita creer que la contienda electoral está resuelta, lo que va a obligar a los candidatos a redoblar el trabajo para consolidar el voto obtenido y seducir a aquellos electores que no se expresaron o que pueden llegar a cambiar sus preferencias.
Respecto del análisis del resultado, puedo decir lo siguiente:
El primer punto a destacar es la decisión de la mayoría de los argentinos de votar a Javier Milei lo que representa, desde mi punto de vista, una expresión de hastío y de rechazo hacia la clase política en particular y a la dirigencia en general.
Con una narrativa de comunicación política elemental consiguió canalizar la indignación de parte de la ciudadanía que ve como sus aspiraciones de progreso y bienestar económico se diluyen o se postergan, y como, esa aspiración de ascenso social característica de nuestro país es sólo un recuerdo del pasado y no ya un objetivo a alcanzar.
En una sociedad cada vez más narcisista, donde estamos en un estado de exhibición permanente, la tecnología y el uso de las redes sociales dejaron de ser un modismo para transformarse en un medio que expone a los que mandan, que otorga voz e imagen a los comunes y que nos somete a una situación de visibilidad permanente.
Y eso ha sido aprovechado de manera extraordinaria.
La novedad es que la indignación social dejo de ser una manifestación esporádica para encontrar un canal de expresión dentro del sistema político institucional que ha entrado directa y brutalmente a la lucha por el poder.
La realidad, hoy nos dice que la ciudadanía está esperando gestos desde la dirigencia política.
Está cansada de las polémicas sin sentido, de los dirigentes que solo se miran el ombligo y de las crisis recurrentes que reflejan la decadencia argentina de las últimas décadas y que han puesto de manifiesto que la crisis no es solo política, sino también social, cultural y moral.
De confirmarse en octubre esta manifestación expresada el domingo, podemos decir que estamos ante un cambio de época; un fin de ciclo que significa el final de una manera tradicional de hacer y entender la política.
Ya que, los partidos políticos y los frentes electorales que los aglutinan desde fines de los ’90 no están cumpliendo con sus funciones principales: representación de las demandas de la sociedad, formación de dirigentes competentes para gobernar y reconocimiento de los ciudadanos como sujetos políticos.
Frente a esto, lo peor que puede hacer la dirigencia es enojarse con el votante o descalificarlo, hay que tratar de comprender el fenómeno para ofrecer mejores alternativas. Sabemos que no alcanza sólo con buenas intenciones, es imprescindible que a ésas buenas intenciones les demos orden y sentido, para transformarlas en políticas públicas que lleguen a la gente y que le resuelvan los problemas.
La democracia contemporánea en Argentina se mueve en un tiempo de incertidumbre, por eso, debe legitimarse con resultados que aseguren mejores condiciones de vida para los ciudadanos, y de esta manera, mejorar la percepción que la sociedad tiene de ella; ya que, si no lo logramos, la alternativa se reduce a gobiernos autoritarios, dictatoriales y despóticos