Doble femicidio de Monte Chingolo: el principal sospechoso confesó su autoría

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Reconoció ante el fiscal el hecho. Un perro rastreador ya lo había conectado con los crímenes.

Abel Romero, el principal sospecho del crimen de una mujer y su hija de 7 años en la localidad de Monte Chingolo, confesó hoy ante el fiscal del caso la autoría del doble femicidio, luego de que un perro rastreador lo conectada con el hecho.

El hombre, de 25 años, confesó haber matado a Cristina Iglesias y su hija Ada en el partido de Lanús. El acusado ya había reconocido ser el autor del femicidio el sábado por la noche, luego de que un perro de la policía lo incriminara al identificar como suyo el rastro que había quedado en la sábana con la que envolvió el cadáver de la niña. Sin embargo, esa declaración no tenía validez legal.

Con estos antecedentes, Romero fue indagado este mediodía por el fiscal de la causa, Jorge Grieco (UFI 2 de Lanús), quien lo imputó por “doble homicidio triplemente agravado por haber mediado violencia de género (femicidio), por el vínculo (en el caso de su pareja) y por alevosía (en el caso de la niña)”. El delito prevé una pena de prisión perpetua.

Fuentes judiciales indicaron que el femicida “se hizo cargo y reconoció que actuó solo. Dijo que él las mató con la cuchilla de la casa, que lavó, guardó y ya tenemos secuestrada. También confesó que él las enterró y luego limpió toda la casa”.

Según la confesión, el hombre dijo que su pareja había intentado agredirlo a él con la cuchilla, pero que él se la quitó y luego cometió el doble crimen.

Respecto del crimen de la nena, Romero dijo que la mató porque se despertó y gritó al ver tirada a su madre, aunque los investigadores sospechan que es mentira y que a la niña la atacó mientras dormía.

Hallazgo y mentiras

Romero fue detenido el viernes por la noche en Rafael Calzada, cuando la policía lo vio deambulando en pleno aislamiento social obligatorio por el coronavirus.

Su primera versión fue que Cristina y su hija se habían ido en un auto con un conocido de su novia.

Pero la Policía Científica ya había determinado que la casa donde ambas vivían había sido baldeada y que había rastros de sangre en el patio, en una habitación y signos de haber arrastrado un cuerpo.

Ante ello, Romero cambió de versión y dijo que a su pareja la habían asesinado por una deuda del narcotráfico, que a la niña la habían matado para no dejar testigos y que a él le habían perdonado la vida pero lo obligaron a lavar la escena del crimen.

Pero tras el hallazgo de los cuerpos, el perro rastreador “Bruno” vinculó al sospechoso con el olor de las sábanas con las que había envuelto el cuerpo de la niña, hecho ante lo cual Romero se quebró y confesó el doble femicidio.


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