Denuncias de aprietes y cruces tras un bloqueo: el pueblo en vilo por una pyme láctea. En Moctezuma, a 30 kilómetros de Carlos Casares, crece la tensión por el conflicto abierto entre Lácteos Vidal y el gremio lechero Atilra; este martes los dueños intentarán descargar la leche que llegue en camiones mientras los sindicalistas ahora están apostados a 100 metros del lugar en un acampe
Desolado. Así está el ingreso de la planta de Lácteos Vidal en esta localidad bonaerense ubicada a unos 30 kilómetros de Carlos Casares. A 100 metros del lugar, un grupo de manifestantes y afiliados a la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera de la República Argentina (Atilra) tiene apostada una carpa desde donde siguen uno a uno los movimientos de la fábrica que da empleo a 46 personas de la zona. La fábrica está paralizada desde la semana pasada después del vencimiento de una conciliación obligatoria dictada por el Ministerio de Trabajo de la Nacion. La empresa denunció un bloqueo. El conflicto, entre otras cosas originado en un reclamo por recategorizaciones, mantiene en vilo a los habitantes del pueblo de 450 habitantes.
“¿Son de LA NACION?”, preguntó Franco Yedro, uno de los trabajadores de la fábrica que se sumó a la “huelga”. En rigor, quienes llevan adelante la medida de fuerza en todo momento usan esa palabra y no bloqueo. Junto a un grupo de unas 20 personas también estaba el secretario general de la seccional, Gastón Emilio Moreno. “La calle y la entrada están liberados, la gente que quiera puede ingresar”, indicó con los afiliados que se sumaron a la protesta en “solidaridad” con sus compañeros.
Moreno habló de una sumatoria de reclamos como disparador de la protesta. “Siempre hubo reclamos, fuimos a Buenos Aires a hablar con sus abogados, intentamos mandar mails, tratamos de contactarnos de todas las formas posibles, audiencias por Zoom y nunca hubo una respuesta”, aseveró.
A pocos metros y vestido con un uniforme blanco aparece Marcelo Palmieri, quien sigue afanosamente con las tareas en la planta de suero en polvo. Basta con cruzar la calle Rivadavia para poder entablar unas palabras con él. Palmieri es uno de los pocos que sigue trabajando, dice, porque considera “demasiada la medida de fuerza”, ya que la “planta genera valor” en el pueblo.
“Entiendo que el reclamo sea importante para algunos, pero después parar un complejo como este o cansar a los dueños, porque ellos sostienen la compañía casi por afecto y yo no; yo necesito que esto funcione porque es mi trabajo. Esta empresa en particular es solvente, pagadores, cumplen con los sueldos, nos pagan en término. Estas cosas hay que sopesarlas. Si la gente se enfrasca en una situación particular, recelo, por cosas que pasaron hace años y nadie es pragmático para evaluar la realidad”, indicó el joven que viene de una familia ligada al rubro.
Marcelo Palmieri, uno de los pocos operarios activos en la planta láctea
Del otro lado, Moreno explicó que cualquier empleado que quiera trabajar puede hacerlo libremente, que ellos no le impiden a ninguno realizar sus tareas. Sin embargo, el jueves pasado, contó Palmieri, varios sindicalistas impidieron el ingreso de los empleados que quisieron trabajar, argumentando que la fábrica estaba de paro y que no podían entrar.
Palmieri explicó que a él también lo intentaron persuadir para no trabajar, incluso que lo amedrentaron. “Este es un rubro que va implosionándose”, dijo y añadió que se mantiene firme en seguir trabajando junto a un grupo acotado de encargados, que son los únicos que no se han adherido a la huelga. Palmieri trabaja en la compañía desde hace 15 años. Se desafilió del sindicato al acceder a un puesto jerárquico y por decisión propia. “Hacemos lo que podemos ahora, porque somos re poquitos trabajando”, sostuvo. Indicó que el gremio con la protesta “divide” a los empleados y “no cuida el puesto de trabajo”. Reconstruyó una situación de “apriete” que, dijo, sufrió uno de sus compañeros que quiso trabajar el jueves pasado.
“El bloqueo en sí es porque a esos pibes [los compañeros de trabajo que intentaron ingresar] no los dejaron pasar. Ese chico era clave que entrara para ese momento y ese día, porque es el elaborador, se llama Marcelo Garnero, junto al de la caldera de leña que da el vapor para cocinar la leche y hacer el queso. [A Marcelo] lo empezaron a apretar en la puerta diciéndole: ‘vos no entrás’. Pero él les decía: ‘no es decisión mía’, y los otros le decían que sí, que era su decisión”, describió.
Afiliados del gremio de Atilra frente a la planta Lácteos Vidal
Si bien los afiliados del gremio aseguran que los camiones pueden ingresar, y que por ejemplo este lunes entraron tres a la planta, el problema puntualmente se da al momento de la descarga, ya que no tienen personal para hacer estas tareas. “La planta no está paralizada, de hecho, si la escuchás está en funcionamiento”, especificó Moreno.
Las versiones se contradicen entre los empleados que están dispuestos a trabajar y los que hacen guardia en la carpa de Atilra. “Me paró un pibe y me dijo que había una huelga, que no había nadie, que era de gusto que ingresara. Fue amable, pero me tenía arrinconado frente a una camioneta. Charlamos amablemente, porque yo tampoco quiero que me golpeen. Fue una intimidación porque me dicen que conocen dónde está mi papá que es jubilado, agremiado y tiene Parkinson y ellos me dijeron que saben dónde vive”, narró Palmieri.
Más tarde pudo ingresar junto a otros compañeros con quienes procesaron 300.000 litros de leche que estaban en los tanques. Según sostuvo, declaró la situación de apriete que vivió ante la Departamental de Investigaciones (DDI).
Trabajadores de Atilra acampan a 100 metros de la planta Lácteos Vidal
Afuera de la planta, hoy entre Corrientes y Rivadavia aguardaba un grupo de afiliados y algunos empleados de la planta quienes decían que quieren “volver a laburar” una vez que el conflicto se solucione.
Walter Alejandro Serri trabaja desde 1995 en la pyme familiar y explicó que se va a quedar ahí hasta que se llegue a un acuerdo. “En 2014 hubo un despido de compañeros porque no les gusta abonar los despidos y la mayoría va a juicio. Cada vez estamos más incómodos. Tenemos un tema con la caldera, hay muchas cosas que nos llevaron con el correr del tiempo a reclamar. Nosotros no tenemos prácticamente comunicación con ella [por Alejandra Bada Vázquez, la dueña], ese es el problema. Ella había prometido venir una vez por mes y no lo hizo. Tampoco cuando se hizo la conciliación obligatoria”, aseveró.
“Si se llega a un acuerdo, nos dan lo que necesitamos, vamos a acatarlo y vamos a volver a trabajar”, dijo y evaluó que el 95% de sus compañeros “estaba ahí afuera” de la fábrica aguardando una respuesta.
Este martes, a las 6, los dueños de la fábrica y su director técnico y apoderado de la empresa, Arturo Díaz, intentarán ingresar más camiones con la esperanza de poder descargar y procesar. No obstante, todavía desconocen con qué cantidad de personal contarán después del fin de semana largo y la medida de fuerza. Para este miércoles, en tanto, está convocada una reunión por parte de Trabajo a las partes.
Nota de Mariana Reinke, para diario La Nación.