El amor en tiempos de Alzheimer

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-Héctor, ¿Yo ya tomé el remedio hoy?

– Si Tere, ya te lo lleve hace un rato. Tomá te traje un juguito de naranja.

– Gracias, ¿Yo ya tomé el remedio hoy?

-Si Tere -repite con paciencia Héctor, dándole un beso en la frente.

Un beso que tiene tanto amor como hace 58 años, cuando se conocieron y prometieron amarse hasta el último día.

Los inicios

A fines de los `50, Teresa y Héctor se vieron en un club de barrio. Ella recuerda que todas las mujeres suspiraban por él, pero él solo necesito cruzar una mirada para saber que estaba ante el amor de su vida. Los primeros tiempos no fueron fáciles. Héctor era católico y Teresa -que en verdad se llama Esther pero nadie le dice por el nombre- pertenecía a una familia judía que no aceptaba una pareja de otra religión.

El día que el padre de Teresa murió, ella estaba embarazada de su primera hija. Fue en ese momento que su madre decidió volver a acercarse, reconciliarse con el pasado, acompañar a su hija en ese momento tan especial, y conocer a su nieta. Desde ese día poco importaron las religiones, los credos y las costumbres, porque el amor tiene un solo significado y es para todos igual.

«Alzheimer»

Por ahora el avance de la enfermedad es paulatino. Teresa se olvida del presente y el pasado más inmediato. Su nieta Jésica cuenta que con las buenas noticias lo positivo es que se pone feliz muchas veces. Como hace un año cuando le contó que iba a ser bisabuela de un varón: «Al principio tratábamos que recuerde que ya lo sabía, ahora aprendimos que es mejor volvérselo a contar porque cuando se da cuenta que no recuerda se pone muy triste.»

Héctor tiene 83 años y Teresa 85. Hace unos años celebraron cincuenta años de casados rodeados de toda la familia.

Desde que se confirmó el diagnóstico, Héctor no se mueve de su lado. Es el encargado de cuidarla, llevarle la comida a la cama, tomarla de la mano y recordarle con cariño las cosas que ella olvida. Si alguna vez tiene que salir, le deja notitas por todos lados para que ella las encuentre y no se asuste. Todavía la gente se emociona cuando se abrazan o se besan. Tan auténticos y cariñosos como el primer día.

El orgullo de la familia

Teresa y Héctor tuvieron 2 hijas, 6 nietos y 4 bisnietos. Son el orgullo de esa familia que supieron construir y que hoy quiere homenajearlos con esta historia de amor publicada: «Como el primer día ellos siguen aferrados de la mano, enfrentándose a todo lo que les venga por delante, ella ya no amasa ñoquis ni las tan veneradas empanadas fatay; él ya no va a trabajar al banco como tiempo atrás y no los ves bailar un tango en el club, ni recorrer las calles de Lanús. Las cosas fueron cambiando, pero el amor permaneció intacto, entre risas, partidos de cartas, bailes, besos y abrazos».

 

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