La soledad y el aislamiento social son factores que pueden dañar gravemente la salud. Según la OMS, vivir solo y sin vínculos cercanos puede aumentar el riesgo de depresión, enfermedades cardíacas y muerte prematura.
Estar soltero y vivir solo: cómo afecta a la salud física y mental, según la OMS
La soltería y el hecho de vivir solo pueden parecer decisiones personales inofensivas, pero diversos estudios internacionales advierten que podrían tener consecuencias profundas en la salud. Según un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada seis personas en el mundo sufre los efectos negativos de la soledad crónica, lo que se traduce en más de 871.000 muertes anuales relacionadas con el aislamiento social.
El informe, elaborado por la Comisión sobre Conexión Social, señala que el impacto del aislamiento no discrimina edades: tanto personas mayores como adolescentes se ven igualmente afectadas, a pesar de vivir en una época donde las herramientas de comunicación digital son más accesibles que nunca.
Consecuencias físicas y mentales de vivir solo
Expertos en salud coinciden en que la falta de vínculos estrechos y el déficit de apoyo emocional aumentan notablemente el riesgo de enfermedades. Entre las afecciones más frecuentes asociadas a la soledad y la falta de interacción social, se destacan:
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Depresión: Las personas solteras tienen hasta un 80% más de probabilidades de experimentar síntomas depresivos que quienes están en pareja.
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Autoestima baja: La ausencia de contención y compañía puede deteriorar la imagen personal.
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Ansiedad y estrés: La falta de diálogo y contacto humano favorece la aparición de estos trastornos.
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Enfermedades cardíacas: Estudios vinculan la soltería y el aislamiento con un mayor riesgo de infartos y accidentes cerebrovasculares.
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Estilo de vida poco saludable: Es más común que quienes viven solos tengan malos hábitos alimenticios, consuman más alcohol o tabaco, y hagan menos actividad física.
¿La soltería es la causa?
No se trata de demonizar la soltería. El problema no es estar sin pareja, sino vivir en aislamiento social, sin vínculos fuertes ni redes de contención. Lo que daña no es la falta de una relación amorosa en sí, sino la ausencia de personas de confianza con quienes compartir el día a día, hablar de las preocupaciones o simplemente pasar tiempo de calidad.
Tener una red de apoyo —ya sea familia, amigos o comunidad— funciona como un factor protector frente a enfermedades mentales y físicas. Las personas con buena salud emocional y conexiones sociales sólidas presentan menores niveles de cortisol (la hormona del estrés) y una mayor expectativa de vida.
La conexión social como herramienta de salud pública
Ante este panorama, la OMS advierte que la soledad debe ser considerada un problema de salud pública. Promover la interacción entre personas, incentivar las actividades grupales y facilitar el acceso a redes comunitarias se vuelve clave para reducir el impacto del aislamiento.
En definitiva, estar solo no siempre significa estar mal, pero la clave está en no perder la conexión social y emocional. Hablar, compartir y sentirse escuchado puede ser tan importante como una dieta equilibrada o hacer ejercicio.