Separaciones o falta de dinero son algunas de las situaciones que empujan a muchos adultos a tomar esta decisión. Una especialista explicó cómo se ve afectada la relación y por qué es importante tener una preparación psicológica previa
Padres que viven con sus hijos hasta que estos cumplen la mayoría de edad, formar una familia o casarse son algunas de las estructuras que forman parte del modelo tradicional y patriarcal.
Sin embargo, los tiempos cambian y hasta los paradigmas más rígidos pueden llegar a romperse. La independencia que logran los hijos al dejar el hogar de sus padres suele ser un gran logro, pero este equilibrio muchas veces se ve amenazado o modificado, y las causas varían de un sujeto a otro.
Una de las razones más comunes gira en torno a aquellos padres o madres que se mudan con sus hijos. La psicóloga Adriana Guraieb explicó que esta situación «puede darse en adultos de la tercera o cuarta edad que pasaron por separaciones y no tienen a dónde ir». A esto se suman los que cuentan con pensiones o jubilaciones escasas.
La pregunta de muchos es cómo se ve afectado el vínculo y la respuesta es muy simple y goza de cierta lógica: todo depende del lazo previo que hayan tenido, si ha sido un vínculo bueno y consolidado, probablemente sea más llevadero. En cambio, si la relación fue complicada y contradictoria la convivencia puede llegar a ser un problema.
Lo que se da es una inversión de roles: mientras eran chicos y adolescentes los padres eran los jefes de la casa, estipulaban los horarios, comidas, salidas y aseo de la casa. En este caso la ley se altera y hay una readaptación, entonces es el hijo el que estipula qué hacer y qué no.
Entonces, qué hay que hacer para prevenir malos entendidos o problemas dentro de la relación entre padres e hijos: debe haber una comunicación fluida para evitar cualquier incomodidad en la relación.
«Se establece un consenso forzado o voluntario y esto depende mucho del nivel de gratitud o ingratitud que tenga un hijo a la hora de recibir a su progenitor o progenitora», dijo la especialista.
«Para aquellas personas autónomas y con independencia económica les es muy difícil tener que recibir y agradecer. Sin embargo, hay otros a los que no les cuesta tanto porque siempre han tenido un nivel parecido o han estado en permanente contacto. Estos últimos forman parte de familias en donde el núcleo básico se ha expandido, lo vivencian de una manera menos traumática», detalló Guraieb.
Y finalizó: «Para quienes formaron pareja y tienen hijos también es polémico. La relación entre suegra y nuera es complicada ya que están compitiendo por el mismo amor. A veces, la inclusión de los padres puede acentuar aún más el desgaste. No obstante, existen excepciones en donde los abuelos colaboran en la crianza de sus nietos».