Durante una crisis de angustia, no a todos los niños les ocurre lo mismo. Y la manera en la que se resuelva esta crisis que generan los límites será determinante en su futuro. Seis consejos para educar a conciencia
Criar a un hijo implica el desafío de forjar la personalidad de una persona que un día deberá «salir al mundo» y enfrentar la vida en sociedad con las mejores herramientas.
En ese contexto, es importante tomar conciencia acerca de qué se quiere obtener cuando se le dice un «no» y que el niño aprenda y tenga alternativas para actuar de manera diferente ante una situación similar.
«Los castigos suelen relacionarse con los sentimientos que experimenta el adulto en esa situación. Se debe privilegiar al niño y determinar si es una situación perjudicial o no para él. El método que elijamos para educar debe dejarle una enseñanza superadora». Así la médica pediatra Nora Zonis (MN 117.822) comenzó a dar pautas sobre los límites y la crianza.
Los castigos no suelen repercutir positivamente en los niños, sus consecuencias suelen ser negativas en la etapa de crecimiento
Y siguió: «En un primer momento el castigo parece eficaz pero a largo plazo no lo es ya que genera sentimientos de rebeldía, rechazo o culpa en el pequeño. Es necesario evaluar ante una situación conflictiva qué es lo que se quiere lograr: que deje de hacer lo que está haciendo, que coopere, que respete una indicación y con ello aprenda a respetar a los adultos, que entienda quién es la autoridad, evitar el ridículo o que valore el sacrificio que está haciendo el adulto».
La especialista de Swiss Medical Center consideró que «los castigos no suelen repercutir positivamente en los niños, sus consecuencias suelen ser negativas en la etapa de crecimiento y de mayor aprendizaje de los pequeños». «Si no logra comprender lo que se le pide, retarlo puede resultarle confuso, generarle culpa por su accionar, baja autoestima, un sentimiento de inferioridad ante el adulto, limitando su criterio a la hora de tomar decisiones propias», reforzó.
Y tras asegurar que «los niños están en una etapa de desarrollo y es importante que se les ayude a interpretar lo que sienten y qué deben hacer con ello», Zonis apuntó: «Las situaciones conflictivas pueden deberse a cuestiones de la edad como la adquisición de nuevas habilidades o la necesidad de mayor independencia; según sus gustos como la vestimenta que quieren llevar, la comida, o los juegos; o en relación a sus necesidades, ya sea que tengan hambre, sueño, estén aburridos, nerviosos o sobrepasados por alguna situación que les tocó vivir».
Las situaciones conflictivas pueden deberse a cuestiones de la edad como la adquisición de nuevas habilidades o la necesidad de mayor independencia
Antes de castigar y buscar la solución más fácil, se puede aprovechar la situación para enseñar algo que le sirva para la próxima vez y toda la vida. ¿Qué se puede hacer entonces? La especialista enumeró:
1- Controlar las emociones. Propias y las del niños. Identificarlas. Saber qué originó la situación conflictiva. Anticiparse.
2- Acercarse a ellos con cariño, redirigir la furia, con amabilidad y sin darle un sermón. Bajar el tono de voz. Explicarles lo qué puede ocurrir y cómo actuar.
3- Empatizar. Hacerle saber que se comprende lo que él quiere pero que es algo que no se puede, que hay otra opción, que es peligroso.
4- Buscar opciones para otro momento, que sean limitadas y concretas.
5- Si no quiere hablar, puede que quiera estar solo. Hay que respetarlo y hacerle saber que cuando quiera retomar la conversación ahí vas a estar porque lo amas y querés buscar una solución al problema.
6- Sin castigos y sin premios: dar opciones. Es frecuente que para no caer en el castigo, se opte por brindar premios. Si se los premia para obtener ese aprendizaje responsable que se busca, se les enseña que deben hacer las cosas para obtener la aprobación, de modo así que su comportamiento comienza a depender de si hay o no un premio.
Asimismo, consultada por Infobae sobre un video que se viralizó en Facebook, en el que un médico pediatra recomendaba cómo calmar un berrinche, Zonis consideró que «lo más importante frente a los berrinches es tratar de identificar qué es lo que le está generando esa reacción y mantener la calma para buscar la mejor manera de ayudar al niño a abordarla». «El recurso de contenerlo es una alternativa pero no siempre resulta efectivo su uso. Va a depender del origen del berrinche y por sobre todo de la necesidad particular del niño en ese momento», agregó.
«Durante una crisis de angustia no a todos los niños, como no a todos los adultos, les reconforta sentirse contenidos», dijo sobre el consejo de su colega de abrazar al pequeño al momento de decirle que algo que no a algo que quiere (hacer, tocar, agarrar). «Algunos niños necesitan tener su espacio para liberar esa tensión y no sentirse atrapados y una vez que calmó se puede contener y retomar el tema».
«En el video se propone ‘contenerlo’ como recurso ante la situación de tener que dar una respuesta negativa al niño anticipando la descarga del mismo. Al contenerlo uno le da un marco de sostén o límite de acción. Y guía al niño mientras controla o reprime esa descarga, mientras que el niño puede o no sentirse acompañado y protegido por el adulto -explicó-. Ceder sin sentirse escuchado puede terminar por hacer de uno una persona sometida a los demás o con la incapacidad de elaborar métodos para resolver situaciones y sólo reprimirse».
Para ella, «la idea es que el menor sienta esa comprensión y compañía, por eso debe hacerse con firmeza pero con cariño. No todos los berrinches se originan por luchas de poder, muchos se originan por necesidades distintas, como hambre, sueño o disgusto».
Y en ese sentido, aconsejó: «Lo ideal es tomar al niño si creemos y corroboramos que eso sirve de algo. Si el niño dice ‘no me toques’, uno debería poder respetar eso. Mantenerse cerca y después que pasa la crisis por lo general ellos mismos buscan esa contención».
Si durante el berrinche el niño grita, llora, golpea el piso o la puerta, perder el control probablemente lo atemoriza. «Mientras que el niño no se ponga en riesgo, o genere una situación peligrosa a los demás, uno puede dejarlo tranquilo. O uno puede contenerlo para que no se lastime en situaciones como cuando se arroja violentamente hacia atrás», siguió.
Al ponerse el adulto la misma altura que el niño se busca generar en el otro una conexión más directa, de igual a igual
Otra de las recomendaciones de la especialista apuntó a «tomar al niño en brazos, decirle que esto le hace mal y que así no se va a resolver lo que está pasando pero que está ahí para apoyarlo».
La crianza respetuosa es respetar al otro y a uno con la individualidad de cada cual. Por eso no hay un método universal, hay que hacerse de los recursos y entrenarse para saber que está siendo efectivo en ese momento y a largo plazo.
Sobre el consejo del video que indicaba que se debe «bajar» a la altura del niño para hablarle en esos momentos, opinó: «Al estar el adulto mirando al niño desde arriba por una cuestión física genera en el niño la necesidad de elevar la cabeza, extender el cuello, se tensan los músculos, y de algún modo el de abajo es inferior y el de arriba superior. Al ponerse uno a su altura se busca generar en el otro una conexión más directa, de igual a igual». Es transmitirle la idea de «yo te valoro y te escucho de una forma activa», que implica hacer que el otro se sienta realmente escuchado y parte de la conversación.
Así, los ojos conectarán directamente de un modo más natural. «Es importante mirar al otro, conectarse, podemos hablar en cualquier tono de voz sin nada que se interponga, se facilita el contacto físico, extender una mano, si quieren brindarse un abrazo. Al estar de igual a igual se genera cercanía y confianza, todos elementos que enriquecen la comunicación con el otro acortando distancias», finalizó.