Falta de energía, cansancio constante, sensación de pesadez mental y física permanentemente tanto para las tareas laborales como para las cuestiones más caseras son algunos de los síntomas que pueden aparecer en un paciente que sufre de síndrome de burnout, una patología cuya influencia fue creciendo en cantidad con la evolución de las sociedades modernas.
Consultado por Infobae, el psiquiatra y psicoanalista Pedro Horvat explicó que el síndrome de la «cabeza quemada» consiste en «un conjunto de síntomas que se presentan frente al estrés prolongado en la vida laboral determinado, no sólo por la acumulación de horas de trabajo, sino principalmente por exigencias emocionales e interpersonales».
Se caracteriza por la aparición de fatiga permanente, desánimo, falta de pericia en las tareas habituales y dificultades para reconocer al mismo proceso como causante de las dificultades. «A esos síntomas se agrega un abanico muy variado que va desde molestias estomacales a dificultades en el sueño, conflictos recurrentes en la relación con los demás y una marcada disminución en el rendimiento laboral», dijo el especialista.
A pesar de ser más fuerte en la época de las fiestas, donde las tareas y responsabilidades parecen acumularse en demasía puede presentarse en cualquier momento del año. No hay prevalencia por edades o sexo, pero sí por profesiones, fundamentalmente aquellas que «giran alrededor de tareas vinculadas con terceros y en el tratamiento de conflictos que no siempre tienen solución», señaló Horvat. En ese sentido, psiquiatras, asistentes sociales y docentes son algunas de las afectadas. Pero los más expuestos son los profesionales de la salud (médicos, auxiliares, enfermeros).
Por estar permanentemente en contacto con el sufrimiento ajeno y la enfermedad, al mismo tiempo son quienes lidian con dificultades organizativas del sistema sanitario. En 2016, la Asociación Médica Americana realizó una estadística en la que ninguna especialidad evaluada está por debajo del 40 por ciento en los índices de burnout. El primer lugar es para la emergentología, con el 70 por ciento, luego la medicina familiar y en tercer lugar quienes se dedican a la rehabilitación.
Los datos son elocuentes: afecta a más del 30 por ciento de los médicos del país y es muy común entre quienes trabajan la jornada completa. Sin embargo, un relevo encontró una relación con la satisfacción laboral y no tanto con el nivel de estrés. En Holanda se hizo una encuesta a 1.000 profesionales médicos en la que el 55 por ciento decía trabajar bajo altos grados de agotamiento, pero el 81 por ciento de ellos afirmó tener un alto grado de satisfacción laboral, por lo que las tasas de burnout eran bajas.
«Si bien puede ocurrirle a cualquier persona que se encuentre en estas situaciones de estrés, exigencia y desgaste emocional, está comprobado que es más frecuente en quienes denominamos workoholics (adictos al trabajo), personas con un alto sentido de responsabilidad, perfeccionistas y quienes no pueden o no saben delegar tareas, trabajar en equipo», puntualizó Francisco Appiani, médico psiquiatra del Hospital de Clínicas.
Para combatir el burnout, los expertos coinciden en recomendar pequeñas pausas a lo largo de la jornada laboral, además de dedicar un tiempo mínimo semanal al ocio. Lo más aconsejable sin embargo, es acompañarlo de un tratamiento psicoanalítico adecuado.
Appiani indicó que cuando el síndrome ya está presente, una forma de abordarlo es recurriendo a actividades recreativas o de relajación dentro del ámbito de trabajo, dedicando más tiempo a la familia y amigos, y tener por lo menos dos semanas de descanso o vacaciones al año.
«Requiere para su tratamiento de descanso y asistencia psicológica, no sólo para su curación sino para evitar su recidiva en la vuelta al trabajo. Es necesario que la persona revise su propia auto exigencia y la manera en que ésta lo vuelve vulnerable a las demandas de su trabajo. La psicoterapia debe ayudar a la persona a reposicionarse en este circuito», concluyó Horvat.