Anga salta de rama en rama, trepa por una red y se detiene en la copa de un árbol. Como toda mona carayá, tiene un pelaje largo y áspero y unos ojos bien grandes, atentos a su entorno. Ya no juega con perros, como solía hacer en su anterior hogar, ahora lo hace con otros monos. Tampoco come arroz, fideos, tortas ni pan -brindado por sus antiguos dueños-, solamente ingiere hojas, brotes y frutas.
Esta monita carayá llegó al Centro de Reproducción y Rehabilitación de Especies Temaikén (CRET), como tantas otras especies, víctima del tráfico ilegal. En función de su estado, estos animales tienen dos posibilidades: volver a la naturaleza o quedarse a vivir en el Bioparque Temaikén, donde se trabaja educando, investigando y conservando especies y ecosistemas. «En el 95% de los casos es casi imposible reintroducirlos en su ambiente natural. Son animales que ya quedan condenados a no volver nunca a la naturaleza», asegura Guillermo Delfino, encargado de cuidadores de Temaikén.
Anga llegó a Temaikén con 25 años: había pasado toda su vida como mascota. La familia que la «adoptó», se comunicó con Fauna Nación y la entregó a las autoridades. «Rechazaba la dieta adecuada y estaba malnutrida. Tenía lesiones consecuentes a su cautiverio: dos fracturas, dientes enrasados, lesiones en la piel y falta de pelo en la cintura porque llevaba puesto una correa de perro», recuerda Delfino.
Pero eso no es todo. El tiempo que había vivido junto a seres humanos había marcado su actitud y su personalidad: no reconocía a los monos como propios de su especie, dormía abrazada a un trapito y se acicalaba hasta el punto de lastimarse. «Se ponía muy nerviosa cuando veía a otros monos, gritaba y tenía comportamientos de estrés importantes», recuerda Natalia Demergassi, veterinaria de Temaikén. El final de la historia es feliz: Anga se quedó a vivir en Temaikén y formó su familia.
La problemática del tráfico ilegal
Según el WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza), el tráfico de animales es un negocio que mueve más de 180 mil millones de dólares al año y es el tercer ilícito más grande del mundo, luego de las armas y las narcotráfico.
El CRET, que ya recuperó alrededor de 6 mil ejemplares, recibe animales principalmente de dos lugares: ferias clandestinas o casas de familia, aunque también atienden alertas de vecinos que los encuentran perdidas. En todos los casos, las entidades nacionales o gubernamentales siempre deben estar al tanto de qué animales ingresan a Temaikén. «El objetivo es darle la oportunidad a los animales afectados de volver al lugar de donde nunca deberían haber salido: la naturaleza», aclaran las autoridades de Temaikén.
«Por ternura o por querer salvarlos, las personas los compran y los adoptan, pero en realidad están fomentando el trágico ilegal», afirma Delfino, mientras revela la parte más oscura de este negocio: «para tener y vender a los monitos, primero tienen que matar a la madre».
Lo mismo sucede con las aves: se estima que por cada una que llega a una casa, otras 9 mueren atrás. ¿Por qué sucede esto? «Se las traslada en viajes muy largos dentro de termos, medias, cajas herméticas o valijas; hacinados, sin agua ni comida. Llegan shokeados, con lesiones y deshidratados», asegura Delfino.
Cuando las autoridades del CRET son notificadas de que hay un animal en peligro, lo primero que hacen es prestar asistencia en el lugar. Luego, proceden al rescate y al traslado, seguido de un chequeo, diagnóstico y estabilización física. Posteriormente, proceden a la recuperación a nivel nutricional, psicológico, comportamental y ambiental. Finalmente, trasladan al animal a un corral de pre-suelta (que funciona como un paso intermedio a la liberación) y luego a la apertura del corral. El último paso será definir si la especie es devuelta a su entorno o se queda a vivir en el Bioparque.
¿Qué animales recupera el CRET?
Si bien el CRET recibe distintos tipos de animales, los casos de mayor relevancia son:
Monos Carayá: esta especie se ve particularmente amenazada por la caza y el tráfico ilegal de fauna.
Ciervo de los pantanos: Delta y Paraná son dos ejemplares de hembras que fueron rescatadas y, por sus condiciones, no pueden ser liberadas. Delta fue encontrada con heridas graves por haber caído en una zanja, mientras que Paraná fue criada como mascota.
Aves: los cardenales amarillos -en peligro de extinción a nivel mundial-, los loros habladores -afectados por el mascotismo- y los paseriformes menores son las especies más afectadas.
Aguara Guazú: Es una especie autóctona y es la única en su género en Lainoamérica. Está en peligro de extinción en la Argentina, donde quedan solo 880 ejemplares.
Tortugas de tierra, erróneamente consideradas mascotas
¿Qué mascotas se pueden tener en una casa?
Según las autoridades de Temaikén, los únicos animales que se pueden tener en una casa son: perros, gatos, cobayos y canarios.
«Es ilegal la compra y tenencia de tortugas de tierra, es uno de los animales que más nos llegan por incautación», asegura Demergassi.
Dónde denunciar
«No los compren, por más que tengan la sensación de que los están salvando. No son mascotas y hay una historia muy oscura detrás de estos animalitos. No participen, no sean cómplices de esto porque así se fomenta el tráfico», asevera Delfino, mientras insta a denunciar a Fauna Nación o Fauna Provincia toda situación de estas características que puedan ver o conocer.