Aunque está teóricamente de «vacaciones» -algo que en verdad jamás se tomó en su vida-, el Papa sigue avanzando con la reforma de la curia romana.
A dos semanas de haber defenestrado al cardenal alemán, Gerhard Müller, a quien a principios de mes no le renovó su mandato quinquenal al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) -algo que cayó como una bomba-, Francisco designó hoy al monseñor italiano Giacomo Morandi, de 51 años, como secretario de esa congregación, una de las más importantes del Vaticano .
Morandi, que ya trabajaba como subsecretario (es decir, como número tres) del ex Santo Oficio desde fines de 2015, también recibió la dignidad de arzobispo. Y se convirtió en el número dos de la CDF, liderada desde hace dos semanas por el arzobispo español, Luis Francisco Ladaria Ferrer, a quien el Papa nombró en lugar de Müller el 1 de julio último.
Hasta ese momento Ladaria Ferrer, de 73 años, había sido secretario de la CDF, es decir, el segundo de Müller. Ladaria Ferrer se convirtió en el primer jesuita que encabeza la congregación más antigua del Vaticano, que custodia la ortodoxia católica, también llamada «la Suprema».
Además de línea conservadora, a diferencia del cardenal Müller que remaba en contra de Francisco, Ladaria es considerado totalmente leal al Papa y conoce bien la CDF, ya que trabaja allí desde 2008.
Monseñor Morandi, biblista nacido en Modena -al centro-norte de Italia -, había sido designado por el papa Francisco como tercero en la CDF el 27 de octubre de 2015 y es considerado una persona de confianza de Jorge Bergoglio.
Según fuentes vaticanas, Morandi, que al margen de altos estudios académicos también tiene experiencia pastoral, se lleva muy bien con Ladaria, con quien trabajó codo a codo durante más de 20 meses. El ascenso de ambos a número 1 y a número 2, respectivamente, reafirma la influencia del Papa en una congregación clave, donde ahora tiene a dos personas que le responden. Y se da en una estrategia de continuidad. «Ninguno de los opositores del Papa puede salir a criticarlo por estas designaciones, porque puso a dos personas que ya estaban en la CDF, no puso a outsiders», comentó a LA NACION una fuente vaticana.
La salida de Müller de la CDF fu considerada por el ala más conservadora de la Iglesia, que se opone a las aperturas pastorales de Francisco y teme un desmoronamiento de la doctrina, como un severo golpe. Nadie se esperaba que el Papa no le renovara su mandato quinquenal, algo sin precedente para un titular de la CDF en tiempos modernos. En su quinquenio Müller, que había sido designado al frente de la CDF por Benedicto XVI, papa emérito, no hizo más que enfrentarse al Papa. De hecho, fue uno de los firmatarios de una famosa carta que 13 cardenales le escribieron al Papa antes del comienzo del segundo sínodo sobre la familia, criticando los procedimientos de dicha reunión y acusando al Pontífice de manipulación, algo sin precedente.
Al igual que el ala más conservadora de la Iglesia, Müller nunca pudo aceptar el capítulo octavo de la exhortación apostólica Amores Laetitia, sobre el amor en la familia, que le abrió las puertas a los sacramentos a los divorciados vueltos a casar, luego de un discernimiento, caso por caso.