El alcohol es parte de la mesa, desde las fiestas multitudinarias a las comidas de a uno, pero las calorías que aporta al menú (y al cuerpo) no son lo primero en lo que uno piensa cuando tiene el frío y la luz de la heladera delante.
Los vinos son el producto de la fermentación de la uva, o sea, de que el azúcar del mosto se convierta en alcohol y la cerveza es el derivado de la fermentación de la cebada con el lúpulo con el mismo fin, así que a nadie sorprende que aporten cantidades importantes de calorías.
Por eso, a la hora de encarar una dieta es importante mirar al vaso, copa o chopp para bajar la «panza cervecera» o el «reservorio abdominal de vino».