Isabel y Domingo están acostumbrados a upar, cambiar pañales, aliviar cólicos y dormir bebés. No es porque tengan tres hijos -Coco, Mariana y Sofía, que dejaron la infancia hace mucho- sino porque en los últimos trece años colaboraron en la crianza de más de 15 chicos. Son lo que se conoce como una «familia en tránsito», que cuidan a diferentes chicos hasta que la Justicia les encuentra una familia adoptiva o dictamina que pueden ser restituidos a sus padres biológicos, según el caso.
En Argentina, hay muchos chicos que están a la espera de un nuevo hogar. Ya sea porque se criaron en ambientes violentos, fueron abandonados o dados en adopción. Son chicos que buscan una segunda oportunidad. El tiempo de espera no transcurre en institutos de menores sino en compañía de otras familias.
Pequeños actos que cambian el mundo
La primera vez que Isabel y Domingo escucharon hablar de «familias en tránsito» fue en la Iglesia. En cuanto escucharon del tema se miraron cómplices, expectantes. Sin embargo, lo pensaron un poco y decidieron esperar. Sus hijos eran pequeños y les parecía difícil explicarles que se trataba de niños que iban a estar en casa, con sus papás por un tiempo acotado y que luego se iban a ir. Fue por eso que decidieron esperar.
«Son bebés que necesitan comida y un techo, pero sobre todo muchos mimos, para sentir que son queridos y bienvenidos a este mundo», dice Isabel.
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Isabel y Domingo les abrieron las puertas de su casa a quince chicos en situación de riesgo