Sus primeras tres noches en Buenos Aires fueron difíciles. Durmieron en la calle, comieron lo que pudieron y soportaron el crudo agosto porteño a la intemperie. Pero Jean Mambu, Angel Niangi y con sus cuatro hijos habían hecho un largo camino. Sabían lo que es pasar hambre.
Los Munkoka habían decidido huir hacía algunos días de la República Democrática del Congo, el país más pobre del mundo según un informe del Banco Mundial en 2015. Habían viajado a Angola y allí recibieron el consejo de un sacerdote. «Vayan a la Argentina».
Como pudieron, compraron pasajes y llegaron a Ezeiza en agosto del año pasado. Con lo puesto. Hoy, más de medio año después, de a poco comienzan a acomodarse, pero todavía buscan trabajos estables para mantener los estudios de sus hijos.
Ayudados por la Comisión Nacional para los Refugiados (Conare), consiguieron lugar en una pensión de Flores y tiempo más tarde consiguieron un lugar, casi de prestado, en un departamento de Villa Urquiza, según cuenta el sitio Soy de Urquiza.
«Los vecinos son muy amables con nosotros, muy amorosos», dice Joan en Español. Tanto la pareja como sus hijos Jacob (de 18 años), Kevin (15), Débora (14) y Beni (8), comenzaron a estudiar el idioma ni bien pisaron la Argentina.
«Los dueños son buenos, pero tenemos que pagarles», explica Angel sobre las personas que les brindan su techo. Los menores ya están escolarizados y ambos padres buscan trabajo.