Para abril del año 2002 Emmanuel Martínez se encontraba finalizando las últimas materias del secundario. A la par, realizaba trabajos de mensajería en su moto. Las últimas 48 horas había permanecido despierto. Sin embargo, esa noche se subió arriba de su vehículo para cumplir con sus obligaciones laborales. A eso de las cinco de la madrugada del 26 de abril, en el Acceso Oeste a metros del hospital Posadas, se quedó dormido en una curva. A partir de ahí no recuerda los minutos que siguieron. Lo cierto es que chocó y permaneció durante tres días internado en coma en un instituto de Haedo.
En ese lugar lograron salvarle la vida, pero ni los médicos ni sus familiares terminaban de comentarle la realidad ni las secuelas que había tenido del accidente para evitar que cayera en una depresión y perdiera la esperanza en la rehabilitación. Estando internado en una clínica de rehabilitación, hablando con otros pacientes, se fue dando cuenta de cuál era la situación verdadera porque los kinesiólogos, por un tema legal, tampoco podían anticiparle cuál podía llegar a ser el cuadro real. En noviembre de ese año le comentaron que había tenido una fractura de columna con daño medular. «Ahí me di cuenta que no iba a volver a caminar. En principio hay una sensación de abatimiento, adquirir una discapacidad es mucho más complejo que haber nacido de esa forma porque todo lo que hay de ahí en más es para progresar. Muy diferente es cuando alguien adquiere una discapacidad ya que se pierden muchísimas funciones corporales», recuerda Emmanuel a la distancia.
Al principio de la rehabilitación, solo tenía pensamientos negativos, no sentía la mitad de su cuerpo, no podía llevar adelante las funciones básicas como poder ir al baño solo. Sentía que era asistido con métodos invasivos. Eran días tristes y desesperanzadores. Lloraba mucho.
El curso que le cambió la mentalidad
Cuando salió de la institución de rehabilitación, se acercó a FUARPE (Fundación Argentina para Personas Especiales) y comenzó unos cursos para empezar a usar la silla de ruedas, ya que hasta ese momento se manejaba con ortesis y bastón. En esa semana intensiva aprendió a utilizar la silla de ruedas y, además, participó en diversos talleres que le aportaron una visión diferente de la discapacidad. «Fue muy importante escuchar a los instructores que estaban en mi misma situación y verlos cómo habían salido adelante. Eso te da un empujón muy grande y te acorta bastante los tiempos de aprendizaje. En una semana me ayudó enormemente a integrarme de una manera distinta a la sociedad».
La vida en silla de ruedas
Prácticamente, Emmanuel es independiente arriba de su silla de ruedas. Realiza todas las tareas cotidianas del hogar como limpiar, cocinar, ir al supermercado o hacer trámites. Actualmente vive solo, está en pareja, se encuentra terminando la carrera de Derecho y trabaja organizando cursos y charlas para personas con discapacidad. «La discapacidad me ayudó a progresar en mi vida en todos los aspectos: en la instrucción, en la mirada de la sociedad, del futuro, a prepararme para llegar a la vejez con las mejores expectativas».
En 2013 participó del Premio BIENAL, organizado por ALPI, que reconoce a personas con discapacidad física que son ejemplos de esfuerzo, superación personal y que participan activamente en las comunidades donde viven. «Cuando gané el premio sentí un reconocimiento que me reconfortó mucho, fue un espaldarazo para ayudarme a darme cuenta de que estaba por la senda correcta, ayudando a mucha gente. Por otro lado, me pone contento que se pueda difundir mi historia para que sirva de ejemplo a personas que piensan que todo está perdido».
Por último, Emmanuel se toma unos segundos para aconsejar a las personas que se encuentran en situaciones de discapacidad. «Les recomiendo que traten de adquirir la mayor independencia posible, que se van a sentir mejor intentando conquistar metas reales y cortas y eso les va a dar una mejor realidad más cabal de todo lo que pueden conquistar en la vida».
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